Religión

El Papa Francisco: «Rezar por la paz es ya un grito»

A través de un encuentro político y religioso en Roma, Francisco visibiliza su presión a Putin e intensifica las acciones diplomáticas para que el líder ruso frene la guerra en Ucrania

Presión religiosa… y diplomática. Por la paz. La Iglesia está poniendo todos los medios a su alcance para intentar frenar a Vladimir Putin en su asedio contra Ucrania y en su creciente amenaza de una guerra mundial por vía nuclear. Al constante trabajo diplomático de la Secretaría de Estado de la Santa Sede y la ayuda humanitaria a pie de obra tanto en territorio ucraniano como en los países limítrofes, se une también la coacción verbal. Y ahí es donde entra en juego el Papa. Si en los primeros seis meses de contienda la Curia suavizó las alocuciones papales para no añadir más leña el fuego en aras de una salida negociada, en las últimas semanas el tono utilizado por Francisco se ha recrudecido, en la medida en la quelas agresiones indiscriminadas del oligarca ruso se han intensificado.

«Hoy, en efecto, está ocurriendo lo que se temía y lo que nunca quisimos escuchar: es decir, que el uso de armas atómicas, que culpablemente se siguieron produciendo después de Hiroshima y Nagasaki, ahora está abiertamente amenazando al mundo, sentenció el pontífice argentino desde el Coliseo de Roma. Y fue más allá: «Nuestra oración se ha convertido en ‘grito’, porque hoy la paz está gravemente violada, herida, pisoteada: y esto en Europa, es decir, en el continente que vivió las tragedias de las dos guerras mundiales en el siglo pasado». Fueron estas sus palabras de clausura para el encuentro internacional «El grito de la Paz. Religiones y Culturas en Diálogo» ante líderes políticos y sociales, así como por representantes de diferentes confesiones religiosas.

Referente del diálogo

La cita fue promovida por la Comunidad de Sant’Egidio, el movimiento católico referente en todo el mundo por haber materializado procesos de paz y reconciliación en diferentes puntos calientes del planeta. Tal es su credibilidad que a lo largo de los tres días de este foro han contado, entre otros ponentes, con los presidentes italiano y francés, Sergio Matarrarella y Emmanuel Macron. Tal es el papel que juega hoy la Iglesia para buscar salida a la espiral de violencia en Ucrania que precisamente poco antes de aterrizar en Roma, Macron desvelaba en «Le Point» que le había pedido al Papa que llamara a Putin, al patriarca ortodoxo Kirill y a Joe Biden, para empujarles a sentarse en una mesa de negociaciones.

En este contexto, Francisco recordó ayer a los presentes en el Coliseo que «no somos neutrales, sino alineados por la paz. Por ello invocamos el ‘ius pacis’ como derecho de todos a dirimir los conflictos sin violencia». A la par, condenó a «los poderosos de la tierra» que «no se apoyan en las justas aspiraciones de los pueblos». A la gente de a pie, también le pidió su colaboración: «No nos dejemos contagiar por la lógica perversa de la guerra; no caigamos en la trampa del odio al enemigo».

El órdago de Juan XXIII

Citando su encíclica más reciente, «Fratelli tutti», Jorge Mario Bergoglio en su alocución de ayer comentó que «cada guerra deja al mundo peor de lo que lo encontró. La guerra es un fracaso de la política y de la humanidad, una rendición vergonzosa, una derrota frente a las fuerzas del mal». Además, echó mano del célebre mensaje radiofónico de Juan XXIII en octubre de 1962 cuando se vaticinaba una Tercera Guerra Mundial de la mano de Estados Unidos y la Unión Soviética, con Cuba como arma arrojadiza.

Para Francisco, «la invocación a la paz no se puede reprimir: surge del corazón de las madres, se escribe en los rostros de los refugiados, de las familias que huyen, de los heridos o de los moribundos. Y este grito silencioso sube al Cielo». Sin embargo, lejos de detenerse en un discurso poético, subrayó que «no conoce fórmulas mágicas para salir de los conflictos, pero tiene el sacrosanto derecho de pedir la paz en nombre de los sufrimientos sufridos, y merece ser escuchado». Desde ahí, remarcó que «merece que todos, comenzando por los gobernantes, se agachen a escuchar con seriedad y respeto. El grito de paz expresa el dolor y el horror de la guerra, madre de toda pobreza».

Como en otras tantas ocasiones, Francisco reiteró que «las religiones no pueden usarse para la guerra. Solo la paz es santa y nadie usa el nombre de Dios para bendecir el terror y la violencia. Si ves guerras a tu alrededor, ¡no te rindas! Los pueblos desean la paz».

Precisamente, el acto concluyó con un gesto más que simbólico: una judía superviviente del exterminio nazi entregó el manifiesto final del encuentro organizado por Sant’Egidio a un grupo de niños y jóvenes. Aunque la guerra de Ucrania fue la preocupación latente en todos los participantes, también se hicieron presentes los demás conflictos activos en los cinco continentes, como puso de manifiesto el testimonio de una refugiada nigeriana.

«Los facciosos al servicio de la guerra nos explican que hay guerras justas y guerras injustas, una política que lleva a la muerte es una necro política, que no quiere la vida», compartió por su parte el presidente de Sant’Egidio, Marco Impagliazzo. El anfitrión del evento se mostró convencido de que, más allá de la labor negociadora de su entidad, su papel como comunidad orante también da frutos. «En Asís no rezamos en vano», expuso, recordando cómo san Juan Pablo II fue el iniciador de estas citas en 1986. El historiador italiano echó la vista atrás en su alocución para matizar que «ya no existe la Guerra Fría y el choque de civilizaciones se ha contenido. La comprensión y la amistad entre mundos religiosos ha crecido mucho». Por eso, expuso con convicción que «no podemos arrodillarnos a las razones de la guerra», convencido de que incluso el actual conflicto bélico ucraniano contagiado a todo el planeta «puede detenerse» con dosis de «pasión e imaginación».