Curia de Roma
España manda en el Vaticano (más que nunca)
Ningún Papa ha fichado a tanto talento patrio para puestos estratégicos en el «staff» de la Santa Sede como Francisco
En prácticamente una década de pontificado, Francisco no ha pisado España. Sin embargo, a juzgar por su equipo de confianza en la Curia romana, nuestro país tiene un lugar privilegiado como nunca antes lo había tenido hasta la fecha en la historia de la Iglesia. Hasta tres prefectos, termino eclesial equiparable al de ministro, son españoles y no precisamente en áreas menores: el jesuita mallorquín Luis Francisco Ladaria, al frente de Doctrina de la Fe; el comboniano sevillano Miguel Ángel Ayuso liderando el Diálogo Interreligioso, y el recién nombrado Maximino Caballero, un emeritense al frente de todas las finanzas vaticanas. A ellos se unen otros cargos de no poca relevancia en el organigrama vaticano, justo en un escalón inferior que se podría asemejar el de los secretarios de Estado en términos políticos.
Este miércoles, el Papa se decantaba por Caballero como prefecto de la Secretaría para la Economía, en sustitución del también jesuita español, Juan Antonio Guerrero, que ha dejado el cargo por enfermedad.
Caballero era hasta ahora el número dos de Guerrero, que fichó hace un par de años a su amigo de la infancia cuando el pontífice argentino quiso apuntalar su reforma del cepillo vaticano que, desde hace décadas, no solo venía arrastrando números rojos, sino que además era presa de corruptelas varias. Hoy se ha dado un vuelco a este escenario, con medidas de transparencia tales como prohibir todo pago en negro, regular los procesos de contratación y centralizar las inversiones. El resultado más inmediato de este saneamiento es que en el último año se redujo el déficit de la Santa Sede de 33 a 3 millones de euros.
En lugar de optar por una sede vacante o un interino, Francisco escogió directamente a Caballero, convirtiéndole además en el segundo padre de familia –casado y con dos hijos– en jugar en la primera línea curial junto con el prefecto para la Comunicación, Paolo Ruffini, unos puestos hasta ahora reservados para clérigos. Junto a él, en los vericuetos monetarios también ha entrado en juego una figura nueva, con acento madrileño. Por primera en la historia, la Santa Sede cuenta desde septiembre con un director de Recursos Humanos. Se llama Luis Herrera Tejedor y antes había estado al mando de esta área en empresas como Prisa, Yves Saint Laurent, Inversis y Logista.
Una extremeña al rescate
En estas semanas, el Papa también ha reclutado a otra extremeña al rescate de un inesperado sobresalto interno. Se trata de Amparo Alonso, directora de Incidencia de Caritas Internationalis, que durante los próximos meses formará parte de un gabinete de crisis para administrar de forma temporal la oficina central de la plataforma social de la Iglesia después de que fuera destituida la cúpula. Esta experta en cooperación internacional acompañará a un jesuita y al comisario extraordinario Francesco Pinelli para resolver un bache en la gestión del equipo que no tiene que ver con una administración errada de los donativos…
Otro español más que relevante en el epicentro del catolicismo es Fernando Vérgez, de la Comisión Pontificia para el Estado de la Ciudad del Vaticano y la Gobernación de la Ciudad del Vaticano. Bajo este título de difícil encaje en una tarjeta de presentación se encuentra un legionario de Cristo salmantino que vendría a asumir la función de «alcalde» del Estado más pequeño del planeta. Tal es el apreció que le tiene Jorge Mario Bergoglio, que el pasado agosto le creó cardenal.
«Si con Juan Pablo II el Vaticano se llenó de polacos en casi todas las áreas, Benedicto XVI no correspondió de igual manera con los alemanes», señala un curial de largo recorrido que subraya cómo Francisco «ha optado por una mayor universalidad». «Está claro que tiene cierta querencia como latinoamericano y argentino, pero sí resulta significativa ese respaldo hacia tantísimos españoles, sean sacerdotes, religiosos o laicos. No son una invasión, pero son más que en ninguna otra etapa», certifica.
Así, repasando otros puestos de perfil técnico en la estructura vaticana aparecen otros nombres de relevancia como el franciscano gallego José Rodríguez Carballo que, como secretario del Dicasterio para Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, es el responsable de acompañar y auditar a todas las congregaciones religiosas y conventos del planeta, de los salesianos a las clarisas. Una labor que lleva a cabo mano a mano con la religiosa murciana de Nuestra Señora de la Consolación, Carmen Ros, como subsecretaria.
Tampoco resultan competencias accesorias las asumidas en torno a la Plaza de San Pedro por el vallisoletano Aurelio García Matías, que desde mayo de 2021 es subsecretario de Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos, así como Jordi Bertomeu, oficial de Doctrina de la Fe que lleva las riendas de no pocas investigaciones sobre pederastia.
Otro fichaje de Francisco para el «staff» romano es el agustino Luis Marín como subsecretario para la Secretaría del Sínodo, para dinamizar una de sus principales reformas de alcance universal que más resistencias se está encontrando en algunos sectores católicos: una Iglesia más participativa e inclusiva.
No tendría sentido olvidarse de Juan Ignacio Arrieta, un vasco que fue nombrado en 2004 secretario del Pontificio Consejo para los Textos Legislativos por Benedicto XVI y que Francisco no solo ha heredado, sino que ha reforzado. De mano de Ratzinger, Melchor Sánchez de Toca fue ascendido en 2004 a subsecretario del Consejo Pontificio de la Cultura, un aragonés al que tiene un especial aprecio y en el que ha pensado ya para diferentes destinos de altura.
Hasta en los recovecos judiciales, el Santo Padre prefiere fiarse de quienes proceden de nuestro país. Desde marzo de 2021, el toledano Alejandro Arellano es el decano de la Rota Romana, es decir, del tribunal de apelación para toda la Iglesia y, entre otras funciones, debe asegurar la unidad de la jurisprudencia.
A todos estos nombres habría que sumar todos aquellos españoles que en estos diez años han ido multiplicándose por decenas como miembros activos o «consultores» en los diferentes Dicasterios romanos, es decir, unos asesores externos que de forma periódica evalúan y ofrecen sugerencias en las Plenarias anuales de cada departamento.
Un último listado sin cuantificar del Papa argentino lo conformarían otros tantos colaboradores informales, que los hay, con sello ibérico.
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