Opinión

Nuevos obispos

Antonio Pelayo
Antonio PelayoLa RazónLa Razón

Desde ayer la diócesis de San Sebastián tiene un nuevo Obispo; el claretiano Fernando Prado sucede a José Ignacio Munilla que presidió la comunidad católica donostiarra durante doce años. La semana pasada Monseñor Enrique Benavent ha sustituido al Cardenal Antonio Cañizares al frente de la importante archidiócesis de Valencia de la que el nuevo arzobispo ya fue durante años obispo auxiliar antes de ser destinado a Tortosa. Algunas semanas antes José María Avendaño ha sido consagrado Obispo Auxiliar de la diócesis de Getafe cuyo obispo titular es Ginés García Beltrán. Poco a poco , demasiado lentamente, se va modificando el mapa episcopal español pero hay que tener en cuenta que todavía quedan algunas diócesis vacantes y, sobre todo, que algunos altos prelados –como los cardenales Osoro y Omella– ya han superado los 75 años edad en la que deben presentar al Papa Bergoglio su renuncia.

Si de la cantidad de cambios pasamos a la calidad es obvio que más que nuevos obispos lo que la iglesia y la sociedad española necesitan y reclaman son obispos nuevos, es decir, hombres con una visión y una sensibilidad eclesial renovada, capaces de dinamizar a sus sacerdotes y seglares, de restablecer la presencia y la voz de la iglesia en los quehaceres nacionales, de no atrincherarse en el pasado sino de abrirse a nuevos horizontes.

Sin regatear a nuestros obispos cualidades personales y altura espiritual se impone una estrategia nueva, una planificación de los nombramientos episcopales que no sea el resultado de presiones involucionistas o simplemente restauracionistas. Esa es la línea que quiere el Papa Francisco y que no acaba de implantarse en nuestro país.