Los mensajes
“España es una gran nación que en convivencia sabe progresar sin renunciar a su alma católica”
El Papa emérito pidió a la sociedad no avergonzarse de Dios cuando presidió la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid
El 21 de agosto de 2011, hace ahora más de once años, Benedicto XVI, fallecido este sábado 31 de octubre a los 95 años, abandonaba España tras pasar cuatro intensos días en Madrid presidiendo la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ). Durante su estancia, el Pontífice dejo una serie de mensajes a la sociedad y en especial a la juventud. El primero, nada más poner el pie en España fue claro y conciso: “No os avergoncéis del Señor”.
Así, hace más de una década, en plena crisis económica, en la ceremonia de bienvenida en el aeropuerto de Barajas, ante autoridades españolas de todos los ámbitos, no quiso dejar de acordarse de muchos jóvenes, que “miran con preocupación el futuro ante la dificultad de encontrar un empleo digno, o bien por haberlo perdido o tenerlo muy precario e inseguro”.
Antes, en el vuelo papal que le trajo a Madrid, el Pontífice ya había pedido, en su diálogo con los periodistas, responsabilidad ante la crisis económica. “La economía no puede referirse a sí misma, sino que el hombre debe estar en el centro de la economía, que no representa sólo el beneficio sino la solidaridad”, dijo.
Esa misma tarde, ante la primera multitud de jóvenes congregados en la Plaza de Cibeles, durante el discurso de bienvenida y tras cruzar a pie la Puerta de Alcalá, criticó a aquellos que “desearían decidir por sí solos lo que es verdad o no, lo que es bueno o malo, lo justo o lo injusto; decidir quién es digno de vivir o puede ser sacrificado en aras de otras preferencias”. “Sí, hay muchos que, creyéndose dioses, piensan no tener necesidad de más raíces ni cimientos que ellos mismos”, advirtió, al tiempo que exhortó a los jóvenes a que su fe sea alternativa válida para los que “se han venido abajo”.
En su segunda jornada en España, el Papa defendió la “radicalidad evangélica” de la vida consagrada frente al “relativismo y la mediocridad”, durante su encuentro en el Patio de los Reyes del Monasterio de El Escorial con 1.664 religiosas jóvenes. “Frente al relativismo y la mediocridad, surge la necesidad de esta radicalidad que testimonia la consagración como una pertenencia a Dios sumamente amado”, destacó.
Poco después, Benedicto XVI se dirigía a más de un millar de profesores, reunidos en la Basílica de El Escorial, a los que advertía de la visión “utilitarista” de la educación que cunde en la actualidad. “Sabemos que cuando la sola utilidad y el pragmatismo inmediatos se erigen como criterio principal, las pérdidas pueden ser dramáticas: desde los abusos de la ciencia sin límites, más allá de ella misma, hasta el totalitarismo político que se aviva fácilmente cuando se elimina toda referencia superior al mero cálculo del poder”, dijo al tiempo que pidió maestros auténticos, humildes y que busquen la verdad.
Por la tarde del viernes, el Papa dirigió a los jóvenes peregrinos otro de sus mensajes más directos: “No paséis de largo ante el sufrimiento humano”. Así, les explicó que sufrir con el otro, por los otros, sufrir por amor de la verdad y de la justicia; sufrir a causa del amor y con el fin de convertirse en una persona que ama realmente, son elementos fundamentales de la humanidad, cuya pérdida “destruiría al hombre mismo”.
En su tercera jornada, ante 4.000 seminaristas y en la Catedral de la Almudena, Joseph Ratzinger, pidió a los sacerdotes que fueran santos para no crear contradicciones y les animó a no dejarse intimidar “por un entorno que pretende excluir a Dios”. “Puede que os menosprecien, como se suele hacer con quienes evocan metas más altas o desenmascaran los ídolos ante los que hoy muchos se postran. Será entonces cuando una vida hondamente enraizada en Cristo se muestre realmente como una novedad y atraiga con fuerza a quienes de veras buscan a Dios, la verdad y la justicia”, les dijo. No sólo eso, anunció la proclamación de San Juan de Ávila, patrón de los sacerdotes, como Doctor de la Iglesia.
Por la tarde, se encaminó hacia el Instituto Fundación San José para explicar a las personas con discapacidad que “son los protagonistas de esta civilización” y defender la dignidad de “cada” vida. “Una sociedad que no logra aceptar a los que sufren y no es capaz de contribuir mediante la compasión a que el sufrimiento sea compartido y sobrellevado también interiormente, es una sociedad cruel e inhumana”, les aseguró.
Ya en la Vigilia de Cuatro vientos, el Papa tenía previsto defender el matrimonio indisoluble entre hombre y mujer, criticar la cultura relativista que deprecia la búsqueda de la verdad y animar a los jóvenes a permanecer fieles a sus vocaciones. Sin embargo, el fuerte aguacero que sorprendió a los asistentes le hizo improvisar y, al reanudar su discurso regaló otro mensaje escueto y claro a los jóvenes: “Vuestra fuerza es mayor que la lluvia”. Y agregó: “Gracias por vuestra alegría y resistencia. El Señor, con la lluvia, nos ha mandado muchas bendiciones, sois un ejemplo”.
De vuelta a Cuatro Vientos en la misa de envío de la JMJ del domingo, el Papa quiso saber cómo habían pasado la noche los jóvenes tras la tormenta y les dijo que había pensado mucho en ellos: “Esta madrugada habréis levantado los ojos al cielo más de una vez; y no sólo los ojos, sino también el corazón --prosiguió, de nuevo improvisando--. Eso os habrá permitido rezar”.
Más tarde, en la homilía, Benedicto XVI lanzó un último mensaje a la multitud de más de un millón y medio de jóvenes de todo el mundo: “Seguir a Jesús en la fe es caminar con Él en la comunión de la Iglesia”. Por eso, les pidió que vayan a misa los domingos, que se confiesen y que recen. “El mundo necesita el testimonio de vuestra fe. A vosotros también os incumbe la extraordinaria tarea de ser discípulos y misioneros de Cristo en otras tierras y países donde hay multitud de jóvenes que aspiran a cosas más grandes (...) y no se dejan seducir por faltas promesas de un estilo de vida sin Dios”, sentenció.
Y, cuando ya le quedaba poco más de una hora para el regreso, el Pontífice quiso dar en persona aliento directo a los 12.000 voluntarios que participaron en las jornadas: “Habéis dado a la JMJ el rostro de la amabilidad, la simpatía y la entrega”. Al final de su viaje, pocos minutos antes de volver a Roma y en el aeropuerto, Benedicto XVI se refirió a España como “una gran nación, que en una convivencia sanamente abierta, plural y respetuosa, sabe y puede progresar sin renunciar a su alma profundamente religiosa y católica”, informa Ep.
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