Ahorro de energía

¿Bajar las persianas ayuda a reducir las facturas de calefacción cuando hace frío?

Gestionar bien la luz y el cierre de ventanas puede convertirse en un gesto más decisivo de lo que parece para mantener el calor en casa

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Cuando las temperaturas caen, como está viviendo España desde la semana pasada, la mayoría de los hogares centra sus esfuerzos en ajustar el termostato, purgar radiadores o reforzar el aislamiento. Sin embargo, hay prácticas menos evidentes que también influyen en la eficiencia térmica de una vivienda. Una de ellas, tan simple como subir o bajar las persianas en el momento adecuado, gana protagonismo cada invierno entre quienes buscan reducir el consumo energético sin hacer grandes inversiones.

Detrás de ese gesto rutinario existe un fenómeno físico claro: las ventanas son uno de los puntos más vulnerables de la envolvente térmica de un edificio. Aunque el doble o triple acristalamiento ha mejorado notablemente el aislamiento, el vidrio continúa siendo un material que deja escapar calor con facilidad. De ahí que, en plena ola de frío, gestionar correctamente persianas, cortinas o estores pueda marcar la diferencia.

Las persianas: ¿una barrera térmica durante el invierno?

Subir durante el día y bajar durante la noche. La regla parece sencilla, pero responde a una lógica bien documentada: durante las horas de luz, las ventanas permiten que la radiación solar caliente de forma natural el interior; al anochecer, el descenso de temperaturas exteriores convierte el vidrio en un puente térmico por el que el calor acumulado se escapa.

Bajar las persianas crea una capa de aire estanco que actúa como colchón aislante entre la superficie fría de la ventana y el interior. Este efecto se potencia especialmente en viviendas que no cuentan con cerramientos modernos o que tienen marcos antiguos poco eficaces. Incluso en hogares bien aislados, la medida continúa teniendo impacto.

Según datos de la Agencia de Transición Ecológica francesa (ADEME), elemento que sí podemos citar porque la referencia es pública, el uso adecuado de persianas y contraventanas puede reducir la pérdida de calor provocada por las ventanas hasta en un 60 %. Esto significa que, aunque no sustituyen al aislamiento profesional, sí pueden complementar de forma notable el rendimiento térmico de la vivienda.

No todas las persianas aíslan por igual. Los modelos de PVC son, en general, los que mejor rendimiento ofrecen, ya que este material tiene una baja conductividad térmica. Las persianas de madera, aunque estéticamente valoradas, aíslan menos; las de aluminio o metal, por su parte, requieren habitualmente rellenos térmicos para mejorar su eficiencia.

En el caso de las persianas motorizadas o enrollables, también influye su diseño: instalar el cajón en el exterior del edificio, o al menos lo más alejado posible de la ventana, evita fugas de aire y mejora la estanqueidad. Cuanto más ajustada esté la persiana al marco, menor será la pérdida energética.

¿Cuánto se puede ahorrar realmente?

Si bien cada vivienda presenta condiciones particulares, los organismos energéticos europeos coinciden en que un uso inteligente de las persianas puede traducirse en un ahorro directo en calefacción. La ADEME calcula que este gesto puede reducir el gasto anual en torno al 2 %, una cifra que puede parecer modesta, pero que se incrementa cuando las ventanas son antiguas o de un solo vidrio.

Además, la medida favorece que los sistemas de calefacción trabajen con menos esfuerzo, prolongando su vida útil y evitando oscilaciones bruscas en la temperatura interior. En hogares donde el consumo energético supone un porcentaje elevado del presupuesto familiar, especialmente durante inviernos más largos o fríos, estos pequeños ajustes terminan teniendo un impacto acumulativo relevante.

Más allá del uso de persianas, los expertos recomiendan revisar el estado de los cerramientos antes de la temporada invernal: comprobar el sellado, sustituir burletes deteriorados, revisar marcos y considerar mejoras en los vidrios cuando sea necesario. Ninguna medida aislada es suficiente por sí sola, pero combinadas pueden reducir el gasto sin comprometer el confort.

Gestos cotidianos como ventilar durante periodos cortos, mantener libres los radiadores, cerrar puertas entre estancias o programar la calefacción de forma estable complementan el rendimiento térmico de las persianas y ayudan a que el calor generado permanezca dentro.