Vaticano

La Capilla Sixtina, un búnker inquebrantable

También el alojamiento cardenalicio ha sido inspeccionado al milímetro para evitar espionajes

Persona usando un teléfono móvil REMITIDA / HANDOUT por UNSPLASH/CC/MURAT TS. Fotografía remitida a medios de comunicación exclusivamente para ilustrar la noticia a la que hace referencia la imagen, y citando la procedencia de la imagen en la firma 05/05/2025
El uso del teléfono móvil está prohibidoUNSPLASH/CC/MURAT TS.Europa Press

Cuando el maestro de Ceremonias Litúrgicas Pontificias, el sacerdote italiano Diego Giovanni Ravelli, pronuncie las palabras en latín «Extra Omnes» (Fuera Todos), aquellos que no participen en el próximo cónclave saldrán de la Capilla Sixtina y se cerrarán las puertas. Dentro, los 133 cardenales electores quedarán aislados del mundo, rezando y votando, hasta que elijan al próximo Papa, el sucesor de Francisco. Se trata de una ceremonia milenaria que tiene su origen en 1270 con la elección del Papa Gregorio X en la ciudad italiana de Viterbo. Nada se deja por tanto a la improvisación. Pero los tiempos cambian y también el Vaticano ha tenido que adaptarse a las nuevas amenazas de la era digital.

Ya no es suficiente con «cerrar con llave» a los cardenales en su interior para garantizar el absoluto secretismo de la votación. En estos días previos al cónclave que arrancará el 7 de mayo, la Capilla Sixtina se ha convertido en un auténtico «búnker». La joya renacentista donde votarán los cardenales y la residencia de Santa Marta, el hotel en el corazón del Vaticano donde se alojarán, han sido inspeccionados al milímetro para buscar posibles micrófonos o cámaras ocultas. Para evitar que los purpurados puedan comunicarse con personas ajenas o ser influenciados, durante este período todos los aparatos electrónicos –incluidos teléfonos, ordenadores, televisiones y radios– han sido retirados de las habitaciones y espacios comunes.

Pero es la Capilla Sixtina la que ha sufrido una auténtica transformación durante la última semana en la que ha permanecido cerrada a los turistas. Los técnicos desactivaron los aparatos tecnológicos, cámaras y sensores que en los últimos años se instalaron para protegerla durante las visitas turísticas e instalaron bloqueadores de frecuencia en puntos estratégicos para anular cualquier señal. De esta forma, incluso si alguien lograra introducir un móvil o un reloj inteligente no podría comunicarse con el exterior.

Los ventanales de la capilla, así como todas las ventanas de la zona por la que se moverán los cardenales, han sido oscurecidas con película antidrones y antiláser espía para garantizar la privacidad y evitar que drones o satélites puedan captar imágenes o sonido de su interior. «El día antes del cónclave nuestro personal ayudará a imponer casi 80 cierres de plomo en todos los accesos del perímetro del cónclave», aseguró el subdirector de la Sección de Infraestructuras de la Santa Sede, Silvio Screpanti.

Además, el sistema informático usado para coordinar los servicios internos estará completamente desconectado de Internet, mientras que los servidores han sido reubicados en zonas seguras. También la red de radio ha sido encriptada y la Gendarmería Vaticana ha habilitado otros canales de comunicación internos, protegidos por un sistema de cifrado militar, que sólo podrá ser utilizado por el personal autorizado.

El mayor temor de la Santa Sede en estos días no es que los purpurados puedan «irse de la lengua», ya que se enfrentarían a la excomunión si lo hicieran. La principal preocupación es que se produzca una intromisión desde el exterior que ponga en peligro la seguridad. Es por ello que el Vaticano ha elaborado un plan para evitar ataques hackers y las comunicaciones entre los distintos departamentos estarán cifradas con canales confidenciales. Un amplio dispositivo más propio de una película de espías para garantizar que nada de lo que ocurra durante el cónclave trascienda.

Con el objetivo de construir una nueva infraestructura que garantice la máxima seguridad, la Santa Sede ha recurrido por primera vez a empresas privadas e internacionales. Una de ellas es la Agencia para la Ciberseguridad Nacional (ACN) de Italia, un organismo que coordina el intercambio de información crítica y permitirá responder rápidamente en caso de ciberataques. También ha alcanzado acuerdos de colaboración con Cip, una compañía británica especializada en protocolos cifrados y defensa digital para organismos gubernamentales, así como con Radure, una empresa israelí reconocida por su amplia experiencia en el desarrollo de tecnología de defensa contra el espionaje digital.

Todo ello para evitar ataques como el sufrido en el año 2020, cuando el grupo RedDelta –hackers chinos vinculados al Gobierno de Pekín– violó las redes del Vaticano con un falso correo electrónico de condolencias que contenía un malware oculto con el objetivo de espiar las negociaciones entre China y la Santa Sede.

El más reciente ataque, sin embargo, se produjo en 2024, cuando la página oficial Vatican.va sufrió un ciberataque que hizo colapsar el sistema.

Una ofensiva que coincidió con unas polémicas declaraciones del Papa Francisco sobre la guerra en Ucrania y la visita de la primera dama, Olena Zelenska.

A pesar de estas rigurosas restricciones, los cardenales tienen permitido llevar consigo un conjunto de objetos personales indispensables que pueden necesitar durante su participación en el cónclave. Este conjunto ha sido referido en el portal oficial del Vaticano, Vatican News, como un verdadero «kit de supervivencia».

Los objetos incluyen elementos religiosos imprescindibles como rosarios y breviarios, a los que se suman otros objetos personales que varían de cardenal a cardenal, como anteojos, bastones y, en algunos casos, audífonos.