Violencia de género

Cerca de 20 niños asesinados desde 2013

La Razón
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De confirmarse como violencia de género el crimen de Campo de Criptana, no sólo habría que contabilizar a Ana María como la víctima número 18 en lo que va de 2017; sus dos hijos pasarían a engrosar la estadística de menores víctimas mortales. Si las hipótesis se corroboran, ya serían tres los niños asesinados en lo que va de año.

Así se desprende de las cifras anuales publicadas por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad. Sumando los casos registrados ayer, ya serían 18 los menores asesinados a manos de sus progenitores en el ámbito de la violencia de género desde 2013, primer año en el que dichas cifras están disponibles. Hay que recordar que el Ministerio de Sanidad sólo cuantifica aquellos casos confirmados, no los que se encuentran –o se encontraban– en fase de investigación.

Así, casi el 90% de las víctimas –16 de los casos– tenían 10 años o menos, mientras que dos de los fallecidos ni siquiera habían cumplido su primer año de vida. Y en la práctica totalidad –17–, el asesino era el padre biológico. En la mitad de los casos, la madre vivía con el agresor. En tres de ellos, la mujer había presentado denuncia –aunque una acabó retirándola– y sólo una contaba con medidas de protección.

Cerca de la mitad de las muertes de los niños –44,4%– preceden al suicidio del agresor. Según Miguel Lorente, ex delegado del Gobierno para la Violencia de Género, en los casos que hay menores víctimas mortales es frecuente dar con la «figura del homicidio suicidio». «Mientras que un asesino habitual se entrega y asume lo que ha hecho, en estos casos vemos que el asesino tiene una concepción de sí mismo más alta, se ve a sí mismo muy bien considerado por sus amigos, sus compañeros de trabajo, etc., y contempla el suicidio como una forma honrosa de pagar por lo hecho, de limpiar su honor», concluye.

Para Lorente, «la violencia de género es una violencia extendida: no se limita a la mujer a la hora de materializarla y busca hacerla daño a través de otras personas». Y «una de las características del agresor es que cree que hay personas que influyen en la relación, que son un obstáculo», añade. Y en ocasiones, el «obstáculo» pueden ser los propios hijos. «Hay dos posibilidades. La primera, que el asesino quiere infligir un elemento de sufrimiento añadido a su pareja. No sólo mata a los niños delante de ella, sino que, además, le dice que es por su culpa», afirma el experto. La segunda, que el agresor «piense que sus hijos, tras asesinar a la madre, van a desarrollar una actitud muy crítica hacia él y que contribuyan a una mala imagen suya. En este caso, matar a los hijos supondría su forma de borrarlo todo». El caso de José Bretón sería, según el ex delegado del Gobierno, paradigmático en este sentido. «Hay también un sentimiento de posesión: los niños son míos y me los llevo conmigo».