Salud
Cómo enfrentarse a una ola de calor según la ciencia
Sin contar con las recomendaciones obvias, hay algunos trucos que reducen el efecto de las altas temperaturas. Contra todo pronóstico, dormir «arropado», las comidas calientes e, incluso, las picantes pueden ser grandes aliados
El tema del verano no viene en forma de canción sino de calor: las altas temperaturas se están llevando por delante todos los récords. Tanto que unas semanas atrás el planeta (ya no solo un país o un continente, toda la Tierra), alcanzó su temperatura promedio más alta desde que se tiene registro, casi 50 años atrás. Aunque para algunos expertos el hito sería aún mayor y lo remontan a los últimos 100.000 años. Y lo peor es saber a ciencia cierta (literalmente) que esto va a ser cada vez más intenso. Puede que las temperaturas no se eleven mucho más, pero las olas de calor durarán más tiempo y llegarán a países o regiones que hasta ahora no las habían sufrido.
Las olas de calor, de acuerdo con el informe «Pérdidas Económicas, Pobreza y Desastre» de la Organización Mundial de la Salud, no solo afectan nuestra salud, también la economía a corto y largo plazo. ¿Es para tanto? De acuerdo con Ben Zaitchik, del Departamento de Ciencias Planetarias y Terrestres de la Universidad Johns Hopkins y experto en fenómenos meteorológicos extremos, «en el mejor de los casos, este es el verano más fresco que experimentarás en el resto de tu vida –explica Zaitchik–. Vamos a enfrentar olas de calor de al menos la intensidad que hemos estado experimentando en los últimos dos años y casi con certeza de mayor intensidad, incluso si descarbonizamos el máximo estipulado».
Entre la primavera y el verano de 2022, los golpes de calor y casos de deshidratación en España se incrementaron un 159% y un 113,7%, respectivamente, según el INE. Eso ha hecho que, según el mismo instituto, entre mayo y agosto de 2022 fallecieran un 20% más de personas que en 2019. Solo en Europa las cifras de mortalidad provocadas por el calor alcanzan las 70.000 víctimas. Y en todo el mundo, en 2019, se estima que el calor extremo causó la muerte de 356.000. Cada verano.
Cuestión de supervivencia
La pregunta entonces es ¿cómo nos enfrentamos en el día a día a las olas de calor? Las recomendaciones habituales incluyen mantener el domicilio fresco y ventilado abriendo las ventanas en las primerísimas horas de la mañana para que circule el aire más fresco y luego cerrarlas para evitar que entren los «hálitos» más infernales. Obviamente hidratarse (la cerveza no cuenta debido a la metabolización del alcohol), buscar sombra y usar gorro y protección solar si estamos fuera y evitar las horas más calurosas para hacer actividad en el exterior. Pero esto es lo que todos sabemos e intentamos seguir cada verano. ¿Qué dice la ciencia? Vamos por partes.
Comidas ligeras, frutas y vegetales con mucha agua… Ninguna novedad. Lo sorprendente es que las comidas picantes y hasta las sopas calientes también nos pueden ayudar, algo que puede resultar contrario a la intuición pero tiene un motivo.
Ollie Jay, director del laboratorio de Ergonomía Térmica de la Universidad de Sydney, ha estudiado durante años cómo los humanos regulan su temperatura corporal en diferentes condiciones. Su investigación ha demostrado que si consumimos una bebida caliente, la cantidad total de calor almacenado en el cuerpo es menor que si tomamos una bebida fría. Eso nos hace sudar y este es un mecanismo de termoregulación del cuerpo. En cierto sentido es como si, al beber algo caliente, le dijéramos a nuestro cuerpo que debe bajar su temperatura. «Mientras el sudor se pueda evaporar, teóricamente puedes estar mejor, pero el efecto no es tan grande», explica Jay.
¿Ropa oscura?
«Lo principal es que nuestros cuerpos dejan de sudar cuando bebemos una bebida fría, por lo que en realidad no estás mejor con una bebida a 1,5 °C que con una bebida a 37 °C», añade.
La «física» de la moda nos indica que los tejidos claros son más amables que los oscuros, que absorben más calor. Pero la ciencia no se pone de acuerdo al respecto y hay versiones encontradas: un estudio realizado en tribus beduinas muestra que no hay mucha diferencia en este sentido. En lo que sí coinciden los expertos es en otro aspecto: la clave es usar ropa holgada, ya que puede ayudar al permitir que el aire circule junto a la piel, lo que forma una capa que mantiene la temperatura, reduciendo el calor exterior.
Otra forma de mantenerse fresco puede ser aprovechar el cambio de temperatura en el aire cuando el agua se evapora. Y un mecanismo sencillo para esto es rociar con agua las cortinas de las ventanas si están abiertas: el aire que pasa a través de ellas será más fresco gracias a esto.
Una medida algo más extrema es utilizar un ventilador que emita aire frente a un recipiente con hielo o una sábana húmeda y fría. Detalle fundamental: un ventilador es una buena idea siempre que la temperatura, según los expertos, no pase de los 35 °C, por encima de eso, soplar aire caliente por todo el cuerpo podría empeorar la situación e incluso aumentar la deshidratación.
Ritmo cardíaco
Otro aspecto fundamental es pasar la noche, un suplicio a menudo que nada tiene que ver con mosquitos o verbenas exteriores. La temperatura juega un papel importante en el ciclo del sueño humano. A medida que se acerca la hora de acostarnos, la temperatura central de nuestro cuerpo generalmente cae junto con nuestro ritmo cardíaco y aumenta la sensación familiar de somnolencia.
Las venas de nuestras manos y pies también se abren para permitir que pase más sangre, aumentando la temperatura de nuestra piel e incrementando la pérdida de calor. Pero en las noches en las que las sábanas se nos pegan y no hay una gota de brisa, nos cuesta más perder calor y conciliar el sueño.
Al igual que con las bebidas calientes, una sábana ligera y aún una camiseta, ayudan a crear un microclima alrededor de nuestra piel que mantiene esta temperatura óptima y nos permite conciliar el sueño. Al menos así lo afirma un estudio publicado en el «American Journal of Physiology». Así que, cuando nuestro impulso sea lanzar las sábanas por los aires y ponernos el traje de Adán o el de Eva, lo indicado es que nos mantengamos con una capa por encima del cuerpo.
Evitar cenar tarde es otra clave: esto eleva la temperatura de nuestro cuerpo y nos dificulta conciliar el sueño. Y esto en general se aplica a casi toda la dieta estival: comidas ligeras, que no precisen de digestiones largas, son mejores. No solo porque nos hidratan, también porque el sistema digestivo le «quita» sangre al resto del cuerpo y dificulta la disipación del calor superficial.
La realidad es que nuestro cuerpo tiene un límite para la adaptación al calor: las altas temperaturas no van bien con nuestra biología y, aunque consigamos alguna ventaja con el tiempo, tenemos que tomar medidas porque resulta evidente que esto es apenas el comienzo de lo que está por llegar.
Consejos inauditos
- Si consumimos una bebida caliente, la cantidad total de calor almacenada en el cuerpo es menor que si bebemos algún refresco frío
- Usar ropa holgada puede ayudar a que el aire circule junto a la piel, lo que forma una capa que mantiene la temperatura, reduciendo el calor exterior.
- Rociar con agua las cortinas de las ventanas si están abiertas: el aire que pasa a través de ellas será más fresco gracias a esta medida.
- Un ventilador es también una buena idea siempre que la temperatura, según indican varios
- expertos, no pase de los 35 °C.
- Una sábana ligera o una camiseta ayudan a crear un microclima en nuestra piel que mantiene esta temperatura óptima y así conciliar el sueño.
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