Relevo generacional
«Cuarentañeros» al volante de la Iglesia
La media de edad de los frailes y monjas ronda los 73, pero una nueva generación de líderes busca revitalizar a las congregaciones religiosas más allá de la mera subsistencia
«No queremos mantenernos para subsistir». Con estas palabras, que suenan a mucho más que a ese «Resistiré» pandémico, el superior provincial de los dominicos en España, Jesús Díaz Sariego, clausuraba este jueves la Asamblea Plenaria anual de la Conferencia Española de Religiosos (Confer). Y lo hacía en calidad de presidente de esta plataforma que representa a 33.000 consagrados –25.000 mujeres–, una red eclesial que aglutina la interminable variedad de carismas y apostolados: de colegios a hospitales, pasando por residencias, casas de acogida, conventos de clausura... Castigados por la secularización y el envejecimiento demográfico -una media de edad de 73 años–, se traduce en falta de vocaciones, cierre de obras... De ahí que la reflexión en voz alta de Díaz Sariego ante los responsables, lo mismo de los maristas que de las salesianas, no fuera un brindis al sol ante un escenario que podría invitar a tirar la toalla. «Hemos de evitar esa incertidumbre corporativa, sin olvidar que ‘la esperanza toca el suelo que pisamos’», explicó el dominico, dentro del proceso de reestructuración que atraviesan para redefinir su misión.
Lejos de dejarse enredar por el derrotismo, una nueva generación de provinciales «cuarentañeros» agarran el volante con arrojo. Pero sin acelerones ni frenazos. «Habrá quien me acuse de ingenuidad, pero, desde la confianza en el Señor, no tengo como objetivo alcanzar un número de nuevas vocaciones, más bien es el fruto que puede llegar cuando abrimos un camino de discernimiento y de pureza de intención», explica Betty Rivera, directora territorial de las Consagradas del Regnum Christi en España. Convencida de que no gestiona una empresa, no tiene como prioridad ofrecer al final de su «legislatura» una cuenta de resultados que multiplique los alumnos de sus centros o las novicias. «Claro que preocupa ser sostenibles y tenemos planes estratégicos como otras entidades, pero no solo de pan vive el hombre, aunque también de pan», aclara. Y va más allá. «Estamos perdidos si caemos en la autorreferencialidad de la autopreservación. Hemos de enfocarnos en lo que el Señor nos llama a ser, mantener la mirada en Él y en la misión, en dar vida al carisma y no tanto a la institución, lo que requiere preguntarnos constantemente qué tipo de apostolado y presencias teníamos antes que hoy no están siendo signo de vida». Desde ahí, se muestra convencida, por ejemplo, de que la pastoral vocacional pasa por «buscar que los jóvenes descubran el sentido de su vida y al Señor como compañero de camino que les envía a ser discípulos misioneros». «Quizá no envíe tantas vocaciones como quisiéramos. Sería una maravilla tener 30 nuevas consagradas, pero si hay tres jóvenes que dan el paso, apreciémoslo», deja caer esta mexicana de 45 años, que lleva ya cuatro años al frente de las 82 mujeres de esta realidad eclesial en nuestro país –500 en todo el planeta– que viven en castidad, pobreza y obediencia.
«El concepto de liderazgo en la Iglesia ha evolucionado y se está fomentando la participación y la corresponsabilidad. La autoridad es una mediación, una de varias. Yo no decido sola en la capilla, sino que, además de ese discernir con el Señor, escucho la realidad, a la consagrada afectada, a la comunidad, a otras ramas del Regnum Christi…», expone sobre una familia que incluye a legionarios de Cristo, laicos consagrados y laicos. O lo que es lo mismo, atrás ha quedado el «ordeno y mando» del superior general o de la abadesa. «Nos formamos para el liderazgo y realizamos evaluaciones 360 sobre distintas competencias: capacidad de motivar una misión, posibilitar el cambio, contagiar nuestra forma de vivir, dinamizar la vida fraterna...».
«Claro que pienso que somos pocos y que esto puede que se acabe, la realidad en España es precaria y tendente a la desaparición. Pero a la par lo vivo desde el Evangelio, Jesús que nos invita a sembrar sin esperar nada a cambio. Hasta que el Señor nos dé vida, hay que sembrar», explica Alberto Núñez, vicario provincial para España de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada. Con solo 31 años ya fue nombrado consejero provincial y ahora, con 42, coordina a una treintena de religiosos de 3.500 en todo el mundo: «Aquí siempre hemos sido pocos por nuestra impronta misionera». Él es el tercer consagrado más joven de su región, lo que permite hacerse una idea de la media de edad de sus hermanos. «Siempre me han acogido muy bien, con reconocimiento mutuo. No me han cuestionado por mi edad».
Sobre la falta de candidatos a futuro, apunta que «hemos tenido jóvenes que se lo han planteado, pero han visto que no es su lugar». «A veces genera desesperanza, pero yo no trabajo para que haya oblatos en España, sino para que el Evangelio llegue a todos en España. En nuestro caso, después del Vaticano II estuvimos 20 años sin una sola vocación y luego hubo un florecimiento. Ahora y aquí vivimos otro invierno y la primavera se ve en otras latitudes», expone, con una conciencia universal: «Cuando en el capítulo general, los europeos y norteamericanos hablábamos de crisis, los oblatos africanos y asiáticos nos miraban raro. Ahí percibes que formas un cuerpo más grande y diverso y eso te lleva a crecer en el sentido de comunión y de la misión».
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