La opinión de Antonio Pelayo

Diplomacia de esperanza

El Papa afirma que “la vocación de la diplomacia es favorecer el diálogo con todos, incluidos los interlocutores que se consideran más incómodos”

Antonio Pelayo
Antonio PelayoLa RazónLa Razón

Todos los años, en la primera quincena de enero, el Papa recibe en audiencia al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede. En este momento son 184 los países que mantienen relaciones diplomáticas plenas con el Vaticano; sólo doce no entran en dicha lista y si exceptuamos a China, la Arabia Saudita y Corea del Norte son países de escasa o nula incidencia en la esfera internacional.

Francisco reconoció que el mundo se encuentra “frente a la amenaza cada vez mayor de una guerra mundial porque estamos frente a sociedades cada vez más polarizadas en las que se alberga un sentimiento general de miedo y desconfianza hacia el prójimo y hacia el futuro”.

El Pontífice romano no ofrece soluciones técnicas para las complejas situaciones que atraviesa del planeta, pero afirma que frente al fragor cada vez más amenazante de las armas “la vocación de la diplomacia es favorecer el diálogo con todos, incluidos los interlocutores que se consideran más “incómodos” o que no se estiman legítimos para negociar” . No da nombres pero es fácil imaginar a quien alude…

Esa diplomacia de la esperanza se apoya en cuatro pilares; el primero de ellos es una “diplomacia de la verdad” porque donde falta el vínculo entre realidad, verdad y conocimiento la humanidad deja de ser capaz de hablarse y comprenderse; en segundo lugar sitúa una “diplomacia del perdón” que ayude a recomponer las relaciones laceradas por el odio y la violencia y así vendar los corazones heridos de las víctimas; por fin hay que llegar a una diplomacia basada en los inviolables derechos de cada hombre , de cada mujer y de la humanidad a la paz y la justicia y en ese sentido la comunidad internacional tiene que garantizar que “no sean sacrificados ante las exigencias militares”.

Bergoglio no dejó de afirmar rotundamente que “no podemos aceptar de ningún modo que se bombardeen poblaciones civiles o se ataquen infraestructuras vitales para la subsistencia. No podemos aceptar el ver morir de frio a niños porque se han destruido los hospitales y ha sido dañada la red energética de un país” .