Sucesos

El Caín de Campo de Criptana

El Caín de Campo de Criptana
El Caín de Campo de Criptanalarazon

Arrolló a su hermano y a su cuñada con el coche y fingió estar inconsciente tras el impacto. Las pruebas presentadas por los médicos y la Guardia Civil desmontaron su versión.

Florentino aguarda escondido en una glorieta a las afueras de Campo de Criptana. Está sentando en su coche, un Chrysler 300. Mientras espera a su hermano, la ira le devora las entrañas. Horas antes había perseguido a sus sobrinos: «Vimos a mi tío en una esquina, parado con su coche. Tenía cara de loco. Miré por el espejo retrovisor y vi que aceleraba y nos seguía», contó Fernando, uno de los hijos de los fallecidos durante la investigación. La intuición le susurró que debía huir: «Decidí desviarme de mi camino. Aceleré y comencé a callejear por el pueblo durante más de diez minutos. Quería perderlo de vista». Fernando lo logró. Escapó, probablemente salvó su vida y la de su hermano menor de edad, que iba sentado en el sitio del copiloto. Florentino no cejó en su empeño. Ese día habría sangre. Se apostó en el coche y esperó .

Son las cuatro de la tarde y el «hermano malo» sigue sentando en su coche, acechando. Sabe que Anastasio, tarde o temprano, pasará por allí. Lo ve. Reconoce la Renault Kangoo de su hermano porque lleva en los laterales el logotipo de su empresa. En el vehículo viajan Anastasio y su mujer, Pilar Gómez. El «hermano malo» acelera y comienza a perseguirlos. Conduce un vehículo de gran cilindrada. Sólo tiene que elegir el sitio donde ejecutar el plan que lleva tiempo rumiando: matarlos.

Pilar le tenía miedo desde hacía tiempo, pero siempre que había animado a su esposo a que lo denunciara, éste quitaba hierro al asunto: «Ya se le pasará. Es mi hermano y, haga lo que haga, le sigo queriendo». Pero Pilar no se fiaba, no veía bondad en el fondo del alma de su cuñado. Por eso, en cuanto comprueba que los persigue con el coche llama a su hijo mayor, Fernando. «Mi madre me llamó y me dijo: «Ven corriendo. Tu tío va detrás nuestra a gran velocidad». Estaba asustada. Escuché cómo mi padre trataba de tranquilizarla. Cogí el coche y fui corriendo para allá. Entonces recibí otra llamada de mi madre. Estaba muy nerviosa. Me repitió: «Vente muy rápido que desde el pueblo nos viene persiguiendo». La llamada se cortó y, minutos después, Fernando se encontró con una escena grotesca. La Renault Kangoo fuera de la carretera, encogida, como un acordeón. Había sido embestida por detrás por el Chrysler de su tío. Sus padres, Anastasio y Pilar, estaban muertos, y a Florentino lo estaban atendido los servicios médicos. Ni Fernando, ni sus dos hermanos, olvidarán jamás aquel funesto 2 de mayo de 2013.

Esta semana se ha celebrado en la Audiencia Provincial de Ciudad Real el juicio por el siniestro. Los testimonios de los médicos han sido vitales para determinar qué fue lo que ocurrió. El doctor que atendió a Florentino dentro de su vehículo ofreció datos reveladores: «Voy a explorarlo y le pregunto, pero no me responde. Me sorprendo porque no veo lesiones y presenta un buen tono muscular. Tenía los ojos cerrados, pero se veía claramente que los estaba apretando voluntariamente. Llevo 27 años trabajando en esto y a mí no me engaña. No me cuadraba que estuviese desmayado», explicó el médico. Estos datos los corroboró el doctor que atendió a Florentino en el hospital: «Lo exploro. No tiene ninguna lesión. Su frecuencia cardiaca y respiratoria son normales. Mi impresión es que estaba simulando. Me convencí de que el paciente mentía. Así que decidí descubrir el engaño. Le quite la sonda y metí suero a manta, hasta que o meas o revientas. Enseguida dijo: «Oiga, quiero orinar», y pensé: «Vale, ya está».

El «hermano malo» en un primer momento dijo a la Guardia Civil que el choque se había producido sin querer, que él había tenido un desvanecimiento y que no se acordaba de nada. Sin embargo, sabía que su excusa no se sostendría durante el juicio, y que los doctores le desmentirían. Persistir en esa versión le conduciría a una condena segura. Así que durante la primera sesión del juicio sorprendió a todos con un nuevo relato. Anunció que durante los dos años que ha estado en prisión provisional, milagrosamente, había recuperado la memoria: «Iba circulando por la carretera y me encontré una furgoneta blanca de mi hermano. Intenté adelantarlo, pero mi hermano me tapó el hueco bruscamente y me sacó el dedo. Yo le devolví la peineta y los dos regresamos al carril derecho. Intenté volver a adelantarlo, pero ya había curvas y venían vehículos de frente. Me dije: «Por mis cojones te voy a adelantar». Yo iba detrás acelerando, y lo último que me esperaba es que me frenara de golpe. Me comí totalmente la furgoneta. Yo no quería matar a mi hermano y a mi cuñada. Es algo que me atormenta y que me va a perseguir toda la vida». La frase pretendía convencer al jurado, pero el tono altivo y duro hizo que su lamento sonara hueco. Uno de los abogados de la acusación particular, sorprendido, le preguntó por qué no había revelado la nueva versión antes. Levantando el tono, Florentino respondió: «¡A mi nadie me ha llamado! ». Tras la nueva versión, el resultado del juicio dependía del informe del Equipo de Reconstrucción de Accidentes de la Guardia Civil. Los agentes, con años de experiencia , expusieron a qué conclusión les habían llevado las evidencias que hallaron en el asfalto: «Por el tipo de colisión que se produjo, por la diferencia de velocidades en el momento de la colisión, el Chrysler iba a 164, km/h y el otro a 97,9, por la ausencia de huellas de frenada por parte de ninguno de los dos vehículos, evidencian que hubo intencionalidad». Florentino empotró su coche contra el de su hermano con la intención de matarlo a él y a su esposa. El acusado, viéndose derrotado por las pruebas, apeló al corazón del jurado popular y con tono falsamente compungido dijo: «Quiero pedir perdón a mis sobrinos por mi temeridad e imprudencia. Me encomiendo a Dios para que ustedes puedan ver la verdad y algún día pueda volver con mis hijos y con mi esposa». Menos de veinticuatro horas después, el jurado popular tenía un veredicto: culpable de asesinar a su hermano y a su cuñada. La verdad la tuvieron clara en cuanto vieron las pruebas.

Odiaba a su hermano

Los celos, la envidia y la avaricia motivaron el crimen. Los dos tenían una empresa. Un día Florentino creó la suya propia, compitiendo con la de su hermano. Antes y durante la ruptura, Florentino engañó a Anastasio para que firmase papeles que le perjudicaban y robó datos, según consta en la declaración del hijo del fallecido. La empresa del «hermano bueno» siguió viento en popa mientras que la de «el malo» no despegaba. Meses antes del siniestro, «mi tío mandó un WhatsApp a mi padre en el que le decía que se iba a arrepentir. Yo creo que se refería a que mi padre lo denunció porque mi tío le había robado dinero de la cuenta personal. Mi padre ni contestó», recuerda Fernando, que en contra de su voluntad se ha convertido en el cabeza de familia.