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El «violador del portal», oculto en su guarida

El «violador del portal», oculto en su guarida
El «violador del portal», oculto en su guaridalarazon

El pueblo de Trijueque vive en estado de alerta desde su puesta en libertad

En Trijueque, un pequeño pueblo alcarreño a una hora de Madrid, nadie se explica cómo el magistrado del Juzgado de Instrucción número de 3 de Guadalajara ha dejado en libertad a Pablo García Ribado, «el violador del portal». «Harta, hartita me tiene la Justicia», protesta una vecina mientras mueve los brazos con grandes aspavientos. «Le han abierto la puerta de la cárcel y se ha venido a vivir aquí otra vez. ¿Pero no se dan cuenta de que es un violador y que todas las mujeres del pueblo estamos cagadas? Yo lo cogía y se lo mandaba a vivir al juez al lado de su casa. A ver qué le parecía. ¡Qué este hombre está salido! ¡Que no se puede contener! Aquí va a haber una desgracia», anuncia irritada la mujer. Cuando se va no deja de mascullar improperios por la decisión. No es la única. Muchos vecinos se quejan amargamente de la decisión y se muestran convencidos de que volverá a violar.

Desde hace días, las jóvenes intercambian su foto a través del WhatsApp y se alertan unas a otras del peligro. Algunas han comprado espray de defensa personal, más que como arma defensiva, para ganar aplomo por si les toca caminar solas por la calle cuando las sombras se alargan y se hacen densas.

«Ha regresado», cuenta Mayca, la dueña de los ultramarinos donde el violador colgó un cartel de publicidad ofreciéndose como fisioterapeuta con más de 26 años de experiencia. «No se le ve mucho. Sale por la mañana y regresa por la noche a su casa». Se cuenta en el pueblo que en el chalé donde reside vive una mujer y sus tres hijos, una de ellas, niña, menor de edad. «Parece ser que conoció al marido en la cárcel, que se hicieron amigos y le deja vivir aquí», explica un vecino desde la acera de enfrente del edificio. «No lo entiendo. Es meter al lobo en tu propia casa».

Mayca no tiene miedo a dar la cara: «Para ganarse la confianza de la gente les decía que era el fisioterapeuta de los famosos. Que había tratado a Ana Obregón, Norma Duval, Zidane, Jesús Vázquez, a los jugadores del Real Madrid... Yo estaba pensando hacer una sesión con él, pero un día le escuché hablando por teléfono en mi tienda. Le dijo a su interlocutor que había estado el día anterior dando masajes a una mujer y a su hija y que al terminar se había acostado con la madre. Empezó a carcajearse con grandes risotadas. No me gustó nada. Desde ese día le corté en seco y dejé de confiar».

En estos días convulsos en Trijueque y sus urbanizaciones, sus víctimas superan la vergüenza y se atreven a contar sus casos. «Tenía cita con él a las cinco de la tarde, pero se presentó dos horas antes en mi casa. Me dijo que era el tercer fisioterapeuta del Real Madrid y que tenía que ir a ver al equipo, que por eso se adelantaba. Lo primero que me preguntó fue: “¿Tienes un sitio grande para darte el masaje? Por ejemplo, una cama”. Le respondí que para tratar un tobillo no hacía falta una cama. “Estás muy tensa”, me dijo mientras me tocaba la zona cervical. “Tienes muchas contracturas. Será mejor que te tumbes y te desnudes completamente”. Me separé de él y le dije que no, que no me desnudaba: “Dame el masaje en el tobillo y punto”. Me estuvo tratando durante una hora con una mezcla de limón, sal y aceite, a modo de ungüento. A veces subía hacia la zona inguinal, cerca de las partes genitales. Yo no lo veía normal y retiraba la pierna. No me atrevía a decirle que se fuera por su físico y porque estaba atemorizada. Acabó con el tobillo dañado y él mismo me cogió el izquierdo, que estaba sano, y también comenzó a tratarlo. Y otra vez a subir hacia la ingle. Le paré. Le dije que se había acabado. Quiso concertar otra cita, pero le dije que no porque me había sentido muy violenta. Entonces me hizo otro ofrecimiento: “Soy de los Ultra Sur. Si alguien te hace daño sólo tienes que decirme quién ha sido y voy a por él”».

Los episodios similares se repiten. Una madre que recibió un masaje del falso fisioterapeuta permitió que también tratara a su hija. Mientras extendía las manos sobre su piel comentó cosas como: «Acabo de salir de la cárcel. Tenía una novia colombiana de 23 años que se acostó con otro y le tuve que partir las piernas. El juzgado se quedó con mi Ferrari y estoy esperando ahora a que me lo devuelvan». Pero Pablo García no se quedaba en meras fabulaciones sobre su vida personal para tratar de seducir. Aunque de forma burda, también elogiaba la belleza de sus pacientes: «Cuando seas mayor yo me pondré en la fila de los chicos que querrán casarse contigo, porque va a haber muchos que te pretendan, y yo el primero». En otro caso, delante de la madre de la paciente, llegó a exclamar sin ningún tipo de pudor: «Qué buenos pechos tienes». No son pocas las víctimas que han relatado cómo «el violador del portal» justifica el palpamiento suave, y a veces agresivo, en esa zona del cuerpo con la excusa de que así detectaba el cáncer.