Yo Creo
¿Hay que borrar de la iglesia el arte de un abusador?
El Vaticano reabre el debate sobre la exhibición de los mosaicos del sacerdote esloveno Marko Rupnik, que ha agredido sexualmente a más de veinte mujeres
Es el renovador del arte del mosaico católico, a golpe de teselas ocres y doradas, con los iconos ortodoxos al estilo primer bizantino como referente estético. Pero también es un abusador. El esloveno Marko Rupnik, de 69 años, ha sido denunciado por una veintena de mujeres, tanto monjas como laicas, por cometer agresiones sexuales durante más de treinta años a varias mujeres. Las investigaciones realizadas hasta la fecha dan veracidad a todas las demandas presentadas, aunque los vericuetos eclesiales hayan hecho imposible que hasta ahora haya una sentencia en firme condenatoria. Los jesuitas le expulsaron hace un año de la compañía y el Papa Francisco ordenó en octubre reabrir su caso, puesto que en un primer momento se le llegó a excomulgar, y posteriormente se levantó el castigo, una decisión en entredicho.
Entre tanto, sus más de 130 obras se extienden por todos los rincones del orbe católico, de Líbano a Betanzos, pasando por Baltimore, Trieste o San Petesburgo. Genio del arte contemporáneo católico, hay quien le llegó a encumbrar como el Miguel Ángel del siglo XXI. El propio Rupnik creó el Centro de Arte Espiritual Aletti, un taller escuela ubicado en Roma que centralizaba sus innumerables encargos. Sin embargo, desde que en diciembre de 2022 trascendiera su lado más oscuro, han caído en picado los encargos y se ha provocado un debate nada baladí en el seno de la Iglesia: ¿se debe borrar de las paredes de los espacios sagrados el trabajo de un abusador?
La polémica se ha recrudecido en estos días. El cardenal norteamericano Sean Patrick O’Malley, presidente de la Comisión Pontificia para la Protección de Menores y siempre papable, ha enviado una carta a todos los departamentos del Vaticano en la que llama a que «la prudencia pastoral impida exhibir obras de arte de una manera que pueda implicar exoneración o una defensa sutil» de los presuntos autores de abusos. «Debemos evitar enviar el mensaje de que la Santa Sede es ajena a la angustia psicológica que tantos están sufriendo», escribe el purpurado, que insta a los católicos a no usar imágenes evocadoras de Rupnik en carteles, estampitas o en redes sociales.
El obispo de Tarbes y Lourdes, Jean-Marc Micas, creó hace seis meses una comisión con expertos en arte sacro, abogados, especialistas en prevención de abusos y víctimas para analizar qué hacer con las obras expuestas en el enclave. Tras este tiempo de estudio, esta semana aseguraba, desde su «opinión personal», que «sería preferible retirar estos mosaicos». Sin embargo, el prelado es consciente de que «no hay consenso» en su comisión para borrarlas del mapa. Por el momento, ha tomado una decisión intermedia: ya no se resaltan los mosaicos en Lourdes «como hasta ahora por el juego de luces durante la procesión mariana que reúne cada tarde a los peregrinos».
En el propio Vaticano, uno de sus mosaicos cubre tres paredes de la llamada capilla Redemptoris Mater, situada en una sala del segundo piso del Palacio Apostólico. Entre los mosaicos de Rupnik de mayor envergadura se encuentran los 15.000 metros cuadrados con 110 escenas bíblicas para las cuatro fachadas de la basílica brasileña de Aparecida. De hecho, el proyecto es tal, que este 11 de mayo se inauguró la fachada sur, sobre el Nuevo Testamento.
En España, se multiplican los espacios sacros decorados por el esloveno: desde la Capilla de la Sucesión Apostólica ubicada en la sede de la Conferencia Episcopal Española a la Capilla del Santísimo de la Catedral de la Almudena, ambas en Madrid. Entre sus encargos más recientes, la remodelación del santuario de la Cueva de Manresa. En total, 90 rostros bíblicos para conmemorar lo cinco siglos de la conversión de san Ignacio de Loyola. Por contra, la Universidad Francisco de Vitoria frenó en seco al proyecto de Rupnik para la capilla de su campus en Pozuelo que se inauguró en abril, donde finalmente se ha optado por un ábside recubierto de pan de oro según el diseño del artista Alberto Guerrero, con las colaboración de alumnos y profesores del centro.
«Creo que a quien hay que preguntar es a la comunidad cristiana, y, más, en tiempos de sinodalidad», expresa Silvia Martínez Cano, teóloga y artista interdisciplinar: pintora, escultora, muralista y fotógrafa. «Está claro que si tú no puedes rezar ante un icono porque te lleva a un bloqueo por lo que hay detrás, esa pieza entendida como arte cristiano ha perdido su sentido, porque tiene como misión transmitir la salvación de Dios, conectarte con la oración», reflexiona sobre su fin catequético y trascendental, no meramente estético.
Para la profesora del Instituto San Pío X y el Instituto Teológico de Vida Religiosa, «contribuir a la reparación de las víctimas pasa por ser sensibles a aquello que les genera un daño, que puede ser ponerse frente a estos mosaicos». Desde ahí, apunta que «no podemos mantener las cosas como están, porque de alguna manera implicaría ser cómplices de ese escenario de abusos». Martínez Cano lo considera un pecado de omisión, en tanto que, «con la excusa de una supuesta neutralidad ante una cuestión peliaguda, en realidad sí me estoy posicionando del lado del victimario, porque no soy neutro, sino pasivo e insensible al dolor de las víctimas». En el caso de Rupnik, se añade un matiz no menor: el abusador está vivo.
«No podemos compararlo con la disociación que se genera con otros artistas, como Picasso. En su caso, fue un maltratador, pero en su obra no había ni se buscaba un vínculo ejemplarizante. El Guernica era arte de denuncia, pero sin ningún trasfondo. Sin embargo, Rupnik crea desde una teología del icono que fundamenta todo lo que hace», explica. Desde ahí, recuerda que su propuesta pasa precisamente por vincular oración y creación artística: «Plantea una experiencia estética que conecta directamente con la experiencia religiosa, que busca conmover por dentro para conectar con Dios, algo que se desmorona cuando se descubre que detrás hay un abuso, el proceso creativo está dañado».
El sacerdote de la Fraternidad misionera Verbum Dei, Luis Alfonso Zamorano, que acompaña a víctimas de abusos, comparte esta perspectiva: «Es muy difícil separar la obra de Rupnik de los hechos cometidos por Rupnik. Si nosotros queremos asumir la perspectiva de la víctima, tenemos que asumir que quien ha sufrido abusos puede sentirse herido cuando entra en un espacio sacro dedicado al encuentro más íntimo, que es el encuentro con Dios». «Estos mosaicos no están adornando plazas ni están en un museo, como un Caravaggio, están en lugares donde el alma se abre de par en par, con todo lo que implica», insiste.
✕
Accede a tu cuenta para comentar