Pentecostés
León XIV, un altavoz contra la lacra de los feminicidios
El Papa clama en Pentecostés contra las relaciones que «dominan»
Tres mujeres asesinadas a manos de sus parejas en Italia en 48 horas. La conmoción que asola al país ante la violencia machista, con cerca de 150 muertes al año, no pasó ayer desapercibida para León XIV. Ante los más de 70.000 peregrinos que participaban ayer en la misa de Pentecostés en la Plaza de San Pedro, dentro del jubileo de los movimientos, el Papa agustino expuso que el amor de Dios permite «vencer nuestras rigideces, de superar el miedo hacia el que es distinto, de educar las pasiones que se sublevan dentro de nosotros».
En ese momento de la homilía mostró su preocupación por los «peligros más ocultos que contaminan nuestras relaciones, como los malentendidos, los prejuicios, las instrumentalizaciones». Fue ahí cuando añadió: «Pienso también –con mucho dolor– en los casos en que una relación se intoxica por la voluntad de dominar al otro, una actitud que frecuentemente desemboca en violencia, como desgraciadamente demuestran los numerosos y recientes casos de feminicidio».
De esta manera, justo cuando cumplía un mes de su elección como Pontífice, Robert Prevost se comprometía en la denuncia contra la lacra de los crímenes contra las mujeres, con una alusión explícita en el marco de una eucaristía más que significativa. Sobre todo, teniendo en cuenta que ayer su auditorio estaba compuesto en su mayoría por familias pertenecientes a realidades eclesiales como el Camino Neocatecumenal, Comunión y Liberación y el Opus Dei.
Ante ellos, no solo hizo esta defensa de la dignidad femenina, sino que también advirtió del riesgo de «la lógica de la exclusión que vemos surgir también en los nacionalismos políticos». En esta misma línea, el Papa reconoció que «es triste observar cómo en un mundo donde se multiplican las ocasiones para socializar, corremos el riesgo de estar paradójicamente más solos, siempre conectados y sin embargo incapaces de ‘establecer vínculos,’ siempre inmersos en la multitud, pero restando viajeros desorientados y solitarios».
Junto a estas preocupaciones que dejó entrever en el contexto sociopolítico, León XIV también miró de puertas para adentro de la Iglesia para presentar cómo Espíritu Santo «abre también las fronteras en nuestras relaciones», de tal manera que nos hace «capaces de abrirnos a los hermanos, de vencer nuestras rigideces, de superar el miedo hacia el que es distinto, de educar las pasiones que se sublevan dentro de nosotros».
A partir de ahí, Robert Prevost apuntó que «sólo si entre nosotros no hay ni fronteras ni divisiones, si en la Iglesia sabemos dialogar y acogernos mutuamente integrando nuestras diferencias, si como Iglesia nos convertimos en un espacio acogedor y hospitalario».
Compromiso con la paz
Al terminar la eucaristía, León XIV entonó el rezo del Regina Coeli. En el marco de la oración mariana, lanzó un nuevo llamamiento por la paz: «Que el Espíritu de Cristo resucitado abra caminos de reconciliación dondequiera que haya guerra; ilumine a los gobernantes y les dé el valor de realizar gestos de distensión y diálogo».
Con esta misa, el Pontífice norteamericano cerraba el jubileo de los movimientos, que contó con otro momento clave en la noche del sábado, cuando presidió la vigilia de Pentecostés. Ante los fieles congregados, el Papa Prevost reforzó de nuevo su apuesta por aterrizar el estilo sinodal de Francisco. «Sinodalidad es el nombre eclesial de esta conciencia», reafirmó después, señalando que fuera de la «totalidad» de la Iglesia «se marchita incluso el más original de los carismas». Sabedor de esa vida en paralelo de algunos movimientos, instó a los grupos presentes a que «estén por tanto profundamente ligados» a sus parroquias y obispos.