En la cúpula vaticana
Lía Zervino, una mujer en el «casting» de los obispos
Junto a otras dos monjas, esta socióloga argentina es la primera presencia femenina en la historia del Vaticano que supervisa la selección de los pastores de todo el planeta
"Nunca en la vida me imaginé que podía estar ahí. Estoy feliz de poder estar en ese servicio de la Iglesia que nunca pensé». No lo comparte a modo de frase hecha aderezada de postureo. Entre otras cosas, porque hasta ahora ninguna mujer había logrado entrar en la sala donde se realiza el «casting» para los futuribles obispos de todo el planeta. En julio de 2022, Francisco elegía a dos monjas y una laica como miembros del Dicasterio para los Obispos, el «ministerio» vaticano que criba la selección de los candidatos para respaldar una terna definitiva para que Francisco determine a quién otorgará mitra y báculo. Esa laica es María Lía Zervino, socióloga argentina de 73 años, que pertenece a la Asociación de Vírgenes Consagradas Servidoras, fundada en Buenos Aires por el sacerdote siervo de Dios Luis María Etcheverry Boneo. Junto a ella, la religiosa franciscana italiana Raffaella Petrini, secretaria general de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano, y la monja francesa Yvonne Reungoat, anterior superiora general de las Hijas de María Auxiliadora (salesianas).
«Ahí estamos cardenales, obispos… y tres mujeres. Yo la más analfabeta de todos. No estaba preparada para ello porque ninguna mujer se prepara para una tarea como esta. Eso sí, ahora hay que prepararlas, porque no hay vuelta atrás», comparte Zervino con LA RAZÓN. Sin embargo, su bagaje vital habla de una cristiana que conoce como pocos los engranajes vaticanos. No en vano, ha sido presidenta de la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas (UMOFC), la asociación que aglutina a más de cien plataformas de referencia, entre ellas Manos Unidas, que representan a más de ocho millones de mujeres. En su país, estuvo al frente de la Comisión Nacional de Justicia y Paz, y trabajó mano a mano con Jorge Mario Bergoglio durante su etapa como arzobispo de Buenos Aires y presidente de la Conferencia Episcopal.
«Desde el primer día nos hicieron sentir muy cómodas en el Dicasterio a las tres mujeres», explica Zervino. «Nos están tratando con delicadeza, pero lo más lindo de todo es que somos uno más en el trabajo, uno más en el voto, uno más en la interpretación. Se realiza un verdadero trabajo en equipo en el que unos vamos a aprendiendo de los otros desde la escucha», sostiene. A la par, tumba ese halo de misterio en torno a la conocida como «fábrica de los obispos», sobre tejemanejes al estilo «Código da Vinci» para hacerse con el poder de un territorio eclesiástico: «Nada que ver. Tratamos de detectar, con los informes previos y las herramientas de que disponemos, cualquier tipo de carrerismo. Pero, como ocurre con tantas cosas en la vida, a veces se te cuela algún granito con el que no has contado».
Y es que, antes de que los nombres de los candidatos lleguen a Roma, en el país de origen la Nunciatura ha tenido que elaborar un exhaustivo perfil con pros y contras, elaborados a partir de consultas realizadas, en algunos casos, hasta a sesenta personas, donde también se empieza a contar con ellas como analistas. En cualquier caso, advierte de que «hoy en día es muy complejo ser obispo y por eso hay muchos que dicen que no, porque realmente exige un sobreesfuerzo considerable».
Con estas coordenadas, ¿cuál es el perfil que buscan para ser obispo hoy? «No hay un retrato robot, no existe. Eso sí, el Papa Francisco viene dando pistas, nos ha dibujado unos rasgos a tener en cuenta». A partir de ahí, Zervino explica que «si estamos en una Iglesia que busca, que camina hacia la sinodalidad para ser una Iglesia misionera, el pastor tiene que ser el primero que se tiene que involucrar para hacerlo realidad». «El obispo -continúa con su reflexión- tiene que ser un enamorado del magisterio del Vaticano II y de su actualización, de llegar a las periferias, de acoger a todos. Como dice Francisco, está llamado a caminar adelante, al medio y detrás del Pueblo de Dios, para que nadie se quede fuera y todos se sientan acompañados». Justo después, apunta que «no nos podemos olvidar, y el Papa insiste mucho en esto, que tiene que ser un hombre de profunda oración».
Con el Día Internacional de la Mujer de fondo, durante estos diez años de pontificado no solo se ha multiplicado la presencia femenina en los contratos del Vaticano, sino que Francisco ha ido demoliendo algunos muros estructurales impensables hasta la fecha para convertirse en el pontífice de las primeras veces. Ahí está su decisión de otorgarles voz y voto en la Asamblea del Sínodo de los Obispos, el foro temático asesor del Sucesor de Pedro. O, con más recorrido aún, que la Carta Magna de la Santa Sede, esto es, la constitución «Praedicate Evangelium» permita que cualquier mujer pueda «presidir un dicasterio o un organismo teniendo en cuenta su particular competencia, potestad de gobierno y función de estos últimos».
Un giro copernicano, pues hasta ahora ese liderazgo de los «ministros» curiales estaba reservado a sacerdotes. Sin embargo, hay quien ve peligroso que ellas «se cuelen» en estos puestos. «Yo lo veo al revés, lo peligroso es que no estemos», explica esta laica argentina. «Todos sabemos que el Pueblo de Dios a nivel local sale adelante con esa fuerza, esa resiliencia y esa capacidad de servicio de las mujeres. Que ellas no estén, que nosotras no estemos junto a los hombres en los procesos de discernimiento, de toma de decisiones, es peligroso. El peligro es no responder a la realidad de la mayoría del Pueblo de Dios», argumenta.
Desde ahí, se pregunta el motivo por el que todavía hoy «una mujer no puede presidir un tribunal eclesiástico»: «La mayoría de las causas que llegan al ámbito canónico son matrimoniales. ¡Qué mejor que una mujer que estudió derecho canónico y que es una profesional, que incluso puede estar casada y con hijos, pueda legislar esas causas!». Por ello, se muestra contundente: «La Iglesia no se puede seguir permitiendo que las mujeres queden fuera en este y otros tantos ámbitos donde sí pueden y deben estar». Eso sí, no es partidaria de las cuotas impuestas: «No por el hecho de ser mujer o porque se imponga un nombramiento femenino lo va a hacer mejor que un hombre. Tampoco tiene sentido que nos presentemos como salvadoras de la Iglesia, sería una postura muy infantil. Pero sí urge una mayor formación de las mujeres en todas las áreas pastorales y teológicas, así como en liderazgo, para que se propicie ese acceso para reconocer dones que ellas han recibido».
Tampoco se le escapa a Zervino el que el Papa haya invitado a varias mujeres a las reuniones del Consejo de Cardenales que le asesora en la reforma de la Iglesia. Incluso ha asistido una obispa anglicana. ¿A dónde vamos a llegar? «Vamos a llegar donde el Espíritu Santo nos lleve, porque creo realmente que el proceso sinodal que ha emprendido Francisco está siendo movido por el Espíritu. Y si el Papa ha dicho que hay que escuchar a todos, el primero que tiene que dar ejemplo es él». Eso sí, aclara: «Por eso está escuchando a mujeres con experiencias distintas. Eso no quiere decir que vayamos a acabar copiando lo que hace o dice una pastora anglicana, pero me parece muy bien escucharla».
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