Entrevista

Luis Argüello: «La Iglesia habla poco de sexo»

Aunque fue elegido a comienzos de marzo nuevo presidente de la Conferencia Episcopal Española, este jueves comenzó su «pontificado» institucional con su primera reunión con el ministro de Presidencia, Félix Bolaños

Monseñor Luis Argüello, presidente de la Conferencia Episcopal.
Monseñor Luis Argüello, presidente de la Conferencia Episcopal. Jesús G. FeriaLa Razón

El miércoles sufrió lo suyo mientras veía los cuartos de la Champions. «El Madrid se situó y defendió bien frente al asedio del Manchester City. Y, para colmo, los penaltis. No nos daba ya…». Sí, el arzobispo de Valladolid, Luis Argüello, es futbolero. Además de un intelectual reconocido por sus hermanos de mitra y báculo que el 5 de marzo le eligieron como presidente de la Conferencia Episcopal Española para los próximos cuatro años.

Con la resaca del pase a semifinales en el cuerpo, apenas unas horas después mantenía su primera reunión oficial con Félix Bolaños, ministro de la Presidencia y responsable de las relaciones Iglesia-Estado. Con 70 años, Argüello asume el timón de la Iglesia en nuestro país después de estar en las «cocinas» como secretario general hace apenas dos años.

Usted ya ha sufrido algún envite del Gobierno con las inmatriculaciones, los abusos… ¿Cómo se sitúa ante Moncloa con estos precedentes?

En la Casa de la Iglesia, en toda su historia, con todos los acentos propios de cada momento, como es normal, siempre hemos utilizado esta expresión: una leal colaboración crítica. La Iglesia, en sus relaciones con el Gobierno, tiene que tener una leal colaboración. Pero forma parte de esa misma leal colaboración poder señalar un punto de vista crítico sobre algunos aspectos de dos polos de referencia que son la dignidad humana y bien común. Sí me preocupa algo de manera especial en la relación con los poderes públicos en el que reconocemos una dialéctica de polarización: que la Iglesia pueda ser utilizada como un instrumento más para activar o echar más leña al fuego. O, lo que es lo mismo, sacar determinado tipo de asuntos que se sabe de especial sensibilidad para provocar. Mi principal preocupación, en definitiva, es que esa leal colaboración pueda ser manipulada.

Por ejemplo, ¿con la resignificación del Valle de los Caídos y una posible expulsión de los benedictinos?

Puede ser, pero no quiero anticipar. Sobre la cuestión del Valle de los Caídos, en primer lugar hay que reconocer que no es competencia propia de la Conferencia Episcopal, pero no cabe duda de que es un asunto que le afecta a la Iglesia española. Recuerdo que en la décima rueda de prensa que tuve como secretario general, sí dejé caer que era la primera vez que no se me preguntaba sobre Franco.

Pero Franco siempre vuelve…

Nosotros queremos reconciliación, y la reconciliación también lleva consigo el que todos los españoles y todas las familias podamos homenajear a las personas que cada cual lleva en un recuerdo del corazón. Evidentemente, la reconciliación pasa porque todo el mundo tenga una sepultura digna. Entrando en la cuestión del Valle de los Caídos, hemos dicho que nos parece necesaria una presencia religiosa en un lugar que además tiene como símbolo la cruz, que está fuera pero que se celebra dentro, en la eucaristía, en la basílica. La celebración de Cristo, que fue víctima y que dio la vida para el perdón y la reconciliación es una buena aportación. Y lógicamente, si nosotros defendemos que haya basílica y altar, defendemos que haya presencia de alguien que pueda mantener presencia y altar.

¿Teme que cuando se acabe el jaleo actual de las comisiones en Congreso y Senado toque el turno de la comisión antiabusos?

El Congreso encargó un informe al Defensor del Pueblo. Está en el orden de lo previsible que ese informe pueda ser discutido un día por el Congreso. La forma en que se desarrolle no lo sé ni quiero adelantar acontecimientos. Creo que hasta del propio informe del Defensor del Pueblo se infiere que esta problemática es una problemática general de la sociedad española. Nosotros estamos decididos a hacer frente a los que hemos vivido en el pasado y en el presente, lo que pudiéramos vivir en el futuro y, desde ahí, apostamos por la acogida de las víctimas, la prevención y la reparación. En eso estamos y es lo que queremos vivir.

El 5 de marzo, al ser elegido, usted y el vicepresidente, el cardenal José Cobo, saludaron a las víctimas que protestaban a las puertas de la Conferencia. ¿Ha sido un punto de inflexión en su relación, al haber desencadenado reuniones posteriores?

Así es. Nosotros queremos seguir manteniendo esta relación con las víctimas, poniendo el acento especialmente en los rostros concretos. Es verdad que las víctimas luego se asocian, pero, sin dejar de tener encuentros con las asociaciones, nos gustaría dar una prioridad a lo que de hecho ya es una práctica habitual en la Iglesia, en diócesis, en congregaciones religiosas: múltiples encuentros tenidos con rostros concretos. Algunas están en las asociaciones, otras no. Algunas quieren que se sepa que se han dado encuentros, otras no.

Un obispo me dijo que la Iglesia está obsesionada con el sexto mandamiento hasta colocarlo como si fuera el primero. ¿Está de acuerdo?

Yo lo diría de otra manera. Francamente, creo que la Iglesia habla poco de sexo. Más bien creo que estamos con un exceso de miedo para hablar de sexo contracorriente. Una sociedad como la nuestra, que tiene en el conjunto 1,3 hijos por mujer y, si miras a las nacidas en España, se reduce a 0,8, esto quiere decir que hay algo en la vida sexual de los españoles que va muy mal. Quiere decir que se hace un planteamiento de la sexualidad desvinculado de la transmisión de la vida. Y eso a nosotros nos da vergüenza decirlo, porque se tacha de políticamente incorrecto que un cura, un catequista o un profesor en el colegio diga que la transmisión de la vida no el único fin de la sexualidad, pero sí es un fin sine qua non. Eso lleva consigo toda una mirada determinada de la antropología y lleva a decir que no toda relación es matrimonio, porque hay relaciones que pueden generar vida y otras no. No puedes llamar de la misma manera a dos realidades antropológicas objetivamente distintas. Así, vamos tirando del hilo y nos vamos metiendo en más líos.

Lo que me dice da pie a que haya quien comente: «Lo que faltaba, el presidente de la Conferencia Episcopal se quiere meter ahora en la cama de los españoles…».

Por eso digo que, lejos de tener una obsesión con el sexto mandamiento, yo creo que tenemos más bien un déficit de evangelizar la sexualidad.

Con los migrantes, contra el aborto

«Me da igual que me etiqueten. Me parece una reducción». Con esta naturalidad, Luis Argüello responde cuando lee o escucha que le definen como «conservador». Quizá porque sabe que la Doctrina Social de la Iglesia es inclasificable dentro de los parámetros de izquierda y derecha. En apenas un margen de días, respaldaba en redes sociales la iniciativa legislativa para regularizar a medio millón de migrantes que calificaba de «impresionante». «Es hora de superar una polarización provocada por intereses politiqueros», sentenciaba. Con esta misma libertad, se mostraba poco después especialmente crítico con la votación a favor en el Parlamento Europeo para que se incluya el acceso al aborto en la Carta de los Derechos Fundamentales de la UE. «Quiere defender a la mujer a costa de la vida que gesta. Dice asegurar el progresismo frente a los reaccionarios, cuando impide el progreso de la vida», expresa el presidente de los obispos, con una apostilla: «Es el reconocimiento de la decadencia moral».