Sevilla

Mafia en el taxi: «O haces lo que te decimos o viene el musculitos»

Los hechos se han producido en la parada del aeropuerto de Sevilla
Los hechos se han producido en la parada del aeropuerto de Sevillalarazon

LA RAZÓN accede al sumario contra la asociación Solidaridad del Taxi, donde se describen comportamientos mafiosos

La parada de taxis del aeropuerto de Sevilla parece haberse convertido un territorio sin ley, un «Bronx» que controla con mano firme el presidente de la asociación Solidaridad del Taxi, Enrique Filgueras. Así lo pone de manifiesto el sumario de la macrocausa contra la mafia del taxi de Sevilla que se está siguiendo desde el juzgado de instrucción 8 de la capital hispalense. LA RAZÓN ha tenido acceso en exclusiva a las diligencias policiales donde se detallan «daños contra VTCs de Cabify, contra taxistas discrepantes o que no son de la asociación, en las instalaciones de AENA, en los vehículos de sus empleados, amenazas contra el Jefe de la Comisaria de Policía Nacional del aeropuerto, contra el director y también el Jefe de Seguridad del aeródromo, llegando incluso a realizar pintadas en el propio domicilio del director». Los agentes apuntan que durante su investigación han logrado establecer que la «Asociación Hispalense Solidaridad del Taxi se ha adueñado de la parada (...) desde hace ya muchos años, de tal manera que cualquier conductor que quiera recoger a clientes debe pertenecer a dicha asociación pagando la cuota. En caso de no abonarla, se expone a que le pinchen las ruedas, le dañen la pintura y le amenacen con agredirle». El sistema funciona así: «Cuando los taxistas que están en la parada detectan que se pone por primera vez en la cola un compañero que no pertenece a la asociación, le dicen que tiene que ir a ver a Enrique a informarle (...) y que si no lo hace se atenga a las consecuencias». Si desoye las recomendaciones por segunda vez, «le tratan de echar de la parada con insultos, gritos y empujones (...) y si deja un momento el taxi solo, le pinchan ruedas, le dañan la chapa o le tiran huevos a los cristales». Hay uno apodado el «Musculitos» que «tiene unas botas a las que ha acoplado una púa (afilada) con la que pincha ruedas sin necesidad de agacharse».

Sólo hay una forma de evitar todos estos «incidentes»: presentar sus respetos a Enrique, una imagen que recuerda a las escenas del comienzo de «El Padrino». En esa reunión, Filgueras le advierte de que tiene que abonar la cuota anual y «si no lo hace le dice que no puede volver a trabajar al aeropuerto». El problema es que con pagar no basta, «además tiene que esperar a que les de permiso para acudir a la parada del aeródromo y eso ocurre cuando alguno de los que está en activo se da de baja por jubilación». Otro testigo añade que «además hay que cumplir con la servidumbre de demostrar que se está de su parte y se aceptan sus métodos de actuación, llevando a cabo destrozos, daños, amenazas, etc. Cuanto más arrojo se demuestre (...), más se sube en el escalafón de la organización (...). Al principio te asignan tareas de perfil bajo, pero que demuestran tu adhesión y lealtad al grupo». Posteriormente les señalan objetivos a los que pinchar las ruedas o destrozar los coches.

Al frente está Enrique Filgueras quien, según el sumario, «se rodea de una guardia personal que le protege de cualquier voz disidente (...) Esta protección se materializa en abucheos, insultos y amenazas». Se les conoce como la guardia pretoriana y sus integrantes asumen «las consecuencias derivadas de sus actos». El presidente tiene numerosos privilegios: «No espera cola en la parada como los demás, sino que llega y se pone directamente el primero de la fila para recoger al pasajero». Este no es la única prerrogativa que ostenta Filgueras. El bar que la asociación tiene en el aeropuerto está gestionado por dos personas que pagan al presidente 1.200 euros mensuales por la concesión. «Este luego ingresa 300 en la cuenta de la asociación y los 900 restantes se los queda como compensación». El presidente tiene tan buenos contactos que, según una fuente policial, «Juan Carlos Cabrera, que fue Director del Instituto del Taxi y es actual Concejal de Seguridad, Movilidad y Fiestas Mayores, le quitaba las multas a Filgueras y cuando llegaban al Instituto denuncias de la Policía Local por cobro abusivo de clientes, Cabrera llamaba a Enrique para que este le sancionara en base a las normas de la propias asociación y que así no constase en las estadísticas del Instituto».

El sumario está plagado de incidentes. Uno de ellos lo descubrió un taxista que fue a protestar: el presidente había avalado a su hija para que ella estableciese un negocio con el dinero de la asociación. El compañero realizó una airada queja, que acabó provocando una pelea en el local que tienen en el aeropuerto. El disidente salió «con fractura de los huesos de una mano». La segunda consecuencia de su protesta fue que lo expulsaron de la asociación al igual que quien ejercía de Secretario en aquellos momentos. Este último porque se negó a firmar los papeles del aval de la hija de Filgueras.