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Melissa Rineer, gestante: «Uno de los niños que engendré vive en España»

La Razón
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Con treinta años, Melissa Rineer ya había dado a luz a un niño y a una niña. Su marido y ella sabían que no querían tener más hijos, pero, como relata a LA RAZÓN, «sentía que tenía que ayudar a los demás de alguna forma». Y fue entonces cuando se planteó convertirse en «madre sustituta». Reconoce que los embarazos de sus dos niños fueron muy fáciles y «no me había costado quedarme embarazada». En un primer momento, Melissa se dedicó a investigar todo lo relacionado con la gestación subrogada, pero sólo quiso hacer partícipe de sus dudas a su esposo. Le daba vueltas en la cabeza y, de cierta manera, «esperaba que llegara una señal que me confirmara que debía convertirme en gestante». Ese gesto llegó, según ella, el día que fue a recoger a su hijo a clase de kárate y mientras conversaba con otra madre, ésta le confesó que había cumplido con su sueño de tener hijos –gemelos– gracias a «la generosidad de otra mujer que les había dado a luz». La decisión ya estaba tomada. Ha dado a luz a dos bebés, «uno de ellos vive en España». «La segunda madre a la que ayudé es de allí. No la conocía antes de iniciar el proceso, pero ahora sigo en contacto con ella y con la otra familia». Además de Facebook, «nos mantenemos en contacto por e-mail y, una vez al año, yo les envío fotos de mis dos niños y ellos me mandan imágenes de los bebés». Durante el proceso de gestación subrogada, además de los controles que hacen las clínicas, es muy habitual que los padres reciban imágenes del proceso como ecografías o fotos de la madre dentro de la que se está desarrollando su futuro hijo (como la que aparece en este reportaje).

Uno de los motivos que llevó a Melissa a dar a luz al hijo de otra persona por segunda vez es «la gran experiencia que te llevas. Tanto yo como mis hijos fuimos capaces de ayudar a otra persona de forma directa». Insiste en que su experiencia ha sido «extraordinaria» y sigue recordando las palabras de la primera pareja a la que ayudó: «‘‘Gracias por hacer esto por mí. Me has ayudado a completar mi familia y, por ello, nunca seré capaz de pagarte’’, me dijo».

Tras cuatro embarazos, Melissa ahora está en otra etapa, sabe que su cuerpo podría soportar otro, pero «no tengo planes de volver a ser gestante, aunque sigo involucrada en todo el proceso». Sostiene que «adoro ayudar a otras mujeres que han decidió hacer lo mismo que yo», pero, ante todo, lo que le hace especialmente feliz es «ver cómo se completan otras familias gracias a otros procesos».

Ella vive en California, uno de los estados de Norteamérica donde la legislación da más garantías a parejas extranjeras. Eso sí, comprende las reticencias que existen en países como España, pero «por lo que percibo, el mundo cada vez acepta mejor estos procesos. Sólo es una cuestión de tiempo».Sabe que uno de los argumentos que se esgrimen contra este tipo de concepción son los pagos que reciben las mujeres que dan a luz al hijo de otros. «En algunos lugares del mundo se considera la gestación subrogada como un negocio, como si una mujer estuviera vendiendo su cuerpo y yo no lo veo así». Ella insiste en que «si estamos sanas y podemos ayudar a otras personas, ¿por qué no hacerlo?». Tampoco comprende por qué «si durante diez meses sólo se ocupa de cuidar el hijo de otro, no puede recibir una compensación a cambio».