Religión
«Las mujeres siguen siendo hoy actrices secundarias dentro de la Iglesia»
Tras relatar en redes sociales cómo peregrinó de Finisterre a Jerusalén, ahora, Carlota Valenzuela ha creado un Vía Crucis sobre aquellas que acompañaron a Jesús hasta la cruz
Tiene más de 50.000 seguidores solo en Instagram. A través de las redes sociales relató paso a paso cómo recorrió a pie los 6.000 kilómetros que separan Finisterre de Jerusalén. Aquella experiencia transformadora llevó a Carlota Valenzuela a definirse como una «peregrina» de por vida y como «hija amada». Ahora publica «El Vía Crucis de la mujeres» (Aldaba).
¿Por qué ponerse en la piel de aquellas que no abandonaron a Jesús en ningún momento?
Cuando peregriné a Tierra Santa, en el momento de llegar a Jerusalén y estar físicamente en los sitios donde sucedió la pasión, no pude evitar ponerme en la piel de aquellas santas mujeres. Yo pensaba: ¿y esto cómo lo pidió María? ¿Aquí qué sintió María Magdalena? ¿Cómo se le ocurrió a la Verónica salir al paso de Jesús y limpiarle el rostro? Pensaba en todas ellas, en su manera de acompañar a Cristo en la Pasión y de permanecer mientras los discípulos se van muertos miedo. Fue entonces cuando caí en la cuenta verdaderamente de su valentía y fidelidad. De forma natural me puse en oración, sintiendo la Pasión desde su corazón. Aquello de lo que me empapé en Jerusalén, con el tiempo fue tomando forma de Vía Crucis, un recorrido por la Pasión desde el corazón femenino.
Pero añade una estación más…
La tradición cristiana recoge catorce estaciones, pero a mí se me quedaba cojo. Necesitaba una estación más que hablara de la resurrección, porque en el fondo es la estación que da sentido a todo. En el fondo, escribo todo esto porque yo me siento María Magdalena en el momento de la resurrección. Yo siento que Jesús sale del sepulcro y le dice a María Magdalena: «Soy yo, ve a contarle a los demás». Y yo siento que a mí también me hace ese llamamiento.
¿Con qué otra mujer se ha topado sin esperarla?
Me ha sorprendido especialmente Salomé. Era una gran desconocida para mí. A través del Evangelio la he descubierto como alguien que acompaña a María desde un corazón de madre. Nadie puede acompañar a una madre como otra madre. Nadie sabe lo que se sufre por un hijo como otra madre. Hubo algo muy curioso en lo que caí en la cuenta. Salomé es madre de los dos discípulos íntimos de Jesús; uno de ellos será el siguiente en morir después de Jesús, y el otro será el último. ¿Cómo latiría el corazón de Salomé? Esa es una pregunta que nos podemos hacer todos. Además, hay otras mujeres que no se quedan atrás a la hora de interpelarnos, como Claudia, la mujer de Pilatos, una actriz secundaria con mucha más miga de lo que pudiera parecer.
¿Las mujeres siguen siendo actrices secundarias en la Iglesia?
Claro. Yo durante mucho tiempo he vivido el papel de la mujer en la Iglesia con cierta indignación y durante todo ese tiempo me he estado preguntando dónde han estado las voces de las mujeres. ¿Hemos escuchado la sensibilidad femenina? La respuesta que recibo en oración y, en especial en este viacrucis, es: «Tú me has visto salir del sepulcro resucitado, ¡a qué esperas para contárselo al mundo!».
Al menos Francisco sí ubica a la mujer en un lugar central…
Sí. Y más que va a hacer. Lo hemos visto en el Sínodo de la Sinodalidad, donde por primera vez las mujeres están teniendo voz y voto. Las mujeres siempre han estado ahí, pero no aparecían en la foto. Francisco está caminando en esa dirección, dándoles visibilidad.
Cuando fue a saludar a Francisco en una audiencia, se presentó con una nariz de payaso. ¿De dónde se sacó esa ocurrencia?
Llevaba un regalo para el Papa, pero también quería un regalo para mí: esa nariz. Le pedí que me la bendijera para poder llevar la alegría de Dios al mundo entero, a todos los que estén a mi alcance.
¿Y el Papa entró al trapo?
¡Ya te lo puedes imaginar! En cuanto me vio, nos dio un ataque de risa a los dos, al ayudante y a los fotógrafos. Yo le dije: «Santo Padre, estoy caminando desde Santiago de Compostela hasta Jerusalén. Y, antes de ver a Jesús, quería pasar a saludar a Pedro». Él me respondió: «Eso es lo que hay que hacer, venir a visitar al portero primero». Y se partió de risa.
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