Polémica

El mundo se prepara para recibir las aguas radiactivas de Fukushima

Japón vierte desde hoy al Pacífico agua de la central radiactiva cargada de nucleidos que amenazan la salud

Durante años, 1.000 voluminosos tanques han almacenado más de un millón de toneladas métricas de agua radiactiva de la central nuclear de Fukushima Daiichi, escenario de una de las peores catástrofes nucleares de la historia. Pero el emplazamiento se está quedando sin capacidad de almacenaje y los depósitos podrían sufrir fugas, por lo que Japón comenzará hoy a verter de manera controlada las aguas tratadas al Océano Pacífico a través de un túnel submarino.

El primer ministro japonés, Fumio Kishida, y el organismo de control nuclear de Naciones Unidas han garantizado que la evacuación se llevará a cabo de forma segura y que se vigilará de cerca su impacto medioambiental. No obstante, el controvertido plan se ha topado con la firme oposición y la furia de la industria pesquera japonesa y de los países vecinos.

Después de que la central nuclear de Fukushima Daiichi resultara gravemente dañada por un terremoto y un tsunami en 2011 –lo que provocó la fusión de tres reactores y la liberación de isótopos radiactivos al aire–, el gobierno japonés se vio obligado a decidir qué hacer con el agua utilizada para refrigerar los reactores tras la catástrofe.

El vertido de agua de refrigeración, una vez tratada, es rutinario en las centrales nucleares de todo el mundo. Pero como el agua de Fukushima se esparció directamente sobre los reactores en fusión, en lugar de circular alrededor de ellos, terminó cargándose de una concentración de 64 elementos radiactivos, conocidos como radionucleidos. De acuerdo con la revista «Nature», los más preocupantes son los que podrían suponer una amenaza para la salud humana, entre ellos el carbono 14, yodo 131, cesio 137, estroncio 90, cobalto 60 e hidrógeno 3, también conocido como tritio.

El agua contaminada se ha tratado para reducir su contenido radiactivo y almacenado en más de 1.000 depósitos de acero inoxidable en el emplazamiento. El operador de la central, Tokyo Electric Power Company (TEPCO), ha utilizado hasta ahora lo que describe como un sistema avanzado de procesamiento de líquidos (ALPS) para tratar las aguas. La empresa afirma que el agua se somete a cinco etapas de cosedimentación, absorción y filtración física. Este proceso elimina 62 de los 64 radionucleidos que contiene, una cantidad suficiente como para que su concentración se sitúe por debajo de los límites reglamentarios, basados en las recomendaciones de la Comisión Internacional de Protección Radiológica.

Pero ese tratamiento no elimina el carbono 14 y el tritio, por lo que el agua debe diluirse aún más, hasta menos de una parte por cada 100 partes de agua de mar. No obstante, los expertos han declarado que los niveles de radiación de estos isótopos suponen un riesgo mínimo, a menos que se consuman en grandes cantidades.

Dosis nocivas

La radiación no puede ni verse ni percibirse, por lo que a menudo se teme, independientemente de que exista en niveles naturales benignos o en dosis nocivas. Por ello, es comprensible que los planes de Japón hayan suscitado gran preocupación e impotencia.

Así, China ha acusado a Tokio de tratar el océano como una «cloaca» y de ser «unos egoístas e irresponsables», prohibiendo la importación de alimentos de 10 de las 47 prefecturas japonesas incluso antes del vertido de agua, e imponiendo estrictos controles de radiación. Pekín convocó el martes al embajador de Japón «para hacer solemnes gestiones», mientras cuenta con aliados como Hong Kong y Macao, que también vetaron la importación de “productos acuáticos” de dichas regiones.A lgunos analistas opinan que, si bien la segunda economía mundial puede estar realmente preocupada por motivos de seguridad, su enérgica reacción podría estar motivada por su rivalidad económica y las tensas relaciones con Japón.

De la mano, Pekín y Moscú, que se oponen al vaciado, instaron el mes pasado a Tokio a considerar una estrategia de vertido de vapor, alegando que la evaporación y su liberación a la atmósfera tendrían un menor impacto que la estrategia actual en los países vecinos. No obstante, el director general del OIEA, Rafael Grossi, afirmó que el método de liberación de vapor puede ser más difícil de controlar debido a factores medioambientales, como el viento y la lluvia. La vaporización de cantidades masivas de agua contaminada se llevó a cabo tras el accidente nuclear de Three Mile Island en 1979, en Estados Unidos.

Por su parte, el gobierno surcoreano, que intenta mejorar sus lazos con Tokio, no se ha opuesto a la descarga, si bien esta ha suscitado objeciones de organismos oficiales y ciudadanos preocupados que han convocado diversas manifestaciones en contra. Entretanto, en las redes sociales chinas y surcoreanas se han publicado mensajes con imágenes trucadas de peces deformes que se atribuyen a Fukushima.

Japón ha intentado contrarrestar la desinformación en línea y ganarse a los escépticos dentro y fuera del país con todo tipo de actividades, desde visitas de estudio a a la central hasta retransmisiones en directo de fauna marina que vive en las aguas residuales. Sin embargo, grupos pesqueros de Japón, Corea del Sur y Filipinas han denunciado que las aguas residuales podrían afectar a los recursos de la región y a los medios de subsistencia de las comunidades costeras.

Los analistas de Greenpeace se han mostrado «profundamente decepcionados e indignados» por la decisión nipona de arrojar al Pacífico los residuos radiactivos. «En lugar de entablar un debate honesto sobre esta realidad, el gobierno japonés ha optado por una solución falsa, décadas de contaminación radiactiva deliberada del medio marino, en un momento en que los océanos del mundo ya se enfrentan a inmensas tensiones y presiones», declaró Shaun Burnie, especialista en energía nuclear de Greenpeace Asia Oriental.

Guerra de intereses

Por su parte, el gobierno nipón ha prometido que controlará la calidad del agua y que compensará a los pescadores por el impacto en sus medios de subsistencia.

El Organismo Internacional de Energía Atómica, que ha realizado una evaluación durante dos años, anunció en julio que el planteamiento japonés es «coherente con las normas internacionales de seguridad pertinentes» y que permanecerá sobre el terreno para evaluar la eficacia de la liberación en el futuro.

Los científicos que respaldan la luz verde del OIEA señalan que instalaciones de todo el mundo han llevado a cabo este tipo de liberaciones, que se ajustan a las normas reguladoras.

Cabe destacar que el agua de refrigeración de Fukushima no es el único residuo radiactivo con el que tienen que lidiar las empresas nucleares japonesas. Kansai Electric Power Co (Kepco) busca desesperadamente un lugar de almacenamiento para el combustible gastado de sus tres centrales en la bahía de Wakasu, prefectura de Fukui, en la región central de Kansai. Sus instalaciones actuales han alcanzado su capacidad máxima.