Un niño duerme con una pitón desde su infancia, pero su amistad termina mal

La amistad no siempre sigue las reglas que esperamos. A veces surge entre personas que acaban de conocerse, otras veces entre quienes apenas se entienden. Pero también puede aparecer en lugares inesperados, como entre un niño pequeño y un animal salvaje. Hay algo profundamente humano en querer cuidar, abrazar o simplemente convivir con lo desconocido, incluso cuando ese "desconocido" es una serpiente de seis metros.

Y eso fue exactamente lo que pasó en Camboya, donde Sambath, un niño que hoy tiene 11 años, pasó su infancia durmiendo al lado de una pitón gigante llamada Chomran. Lo que para muchos sería una historia de miedo, para esta familia era parte de su día a día. No había jaulas, ni barreras, ni terror, solo la confianza de que este enorme reptil formaba parte del hogar. Hasta que un día, esa confianza se rompió.

¿Qué ocurrió con el niño y la pitón?

Todo comenzó cuando el padre de Sambath encontró a la pitón bajo la cama familiar. Lejos de asustarse, la familia vio el hallazgo como una señal, ya que la madre había tenido un sueño en el que una serpiente protegía a su hijo. Impulsados por esa visión, decidieron quedarse con el animal, lo bautizaron como Chomran y, con los años, se convirtió casi en un hermano mayor para el niño. Dormían juntos, jugaban bajo supervisión, y su historia fue conocida incluso en medios locales como un ejemplo extraño de armonía entre humano y animal.

Pero por muy domesticada que parezca una criatura salvaje, sus instintos nunca desaparecen del todo. Un día, sin que nadie se lo esperase, Chomran mordió a Sambath en la pierna. Fue un acto rápido, inesperado, y que pudo haber sido trágico. Afortunadamente, el padre del niño reaccionó de inmediato y evitó una herida mayor. Aunque físicamente el niño se recuperó, el miedo se instaló en la familia. Ya no podían seguir confiando en su relación de amistad.

Con el corazón roto, los padres tuvieron que tomar una decisión difícil, y finalmente entregaron a Chomran a un zoológico local, donde estaría a salvo y donde no fuese un peligro para nadie. Y así es como terminó una amistad que en un principio parecía afianzada, una historia tan extraordinaria como real, que recuerda que, a veces, por mucho cariño que exista, la naturaleza sigue teniendo la última palabra.