Religión

La Orden de Malta: a por la cruzada de la caridad

La milenaria entidad católica nombra Gran Maestre a John Dunlap, abogado canadiense con un perfil social

Reparto de ayuda a los refugiados ucranianos por voluntarios de la Orden de Malta
Reparto de ayuda a los refugiados ucranianos por voluntarios de la Orden de MaltaLa Razón

En los 80, cuando el mero hecho de escuchar la palabra sida generaba no solo rechazo sino también estigmatización, John no se lavó las manos. Este abogado treintañero al que no le iba nada mal en la Gran Manzana se ofreció como voluntario para estar al lado de los enfermos de VIH en un hospital de Harlem. Sin miedo al contagio. Allí se topó con una realidad eclesial que le conquistó. A la vez, se dio de bruces con Dios, que le atrapó para sí entre los apestados. En 1996 este canadiense ingresaba en la institución y doce años después hacía sus votos solemnes como Caballero Profeso, que incluían pobreza, castidad y obediencia. A partir de ahí, se le fueron confiando responsabilidades varias. Hasta que este jueves 4 de mayo, a los 66 años, frey John Dunlap se convertía en el 81º Gran Maestre de la Soberana y Militar Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta que cuenta con 13.500 miembros permanentes, 82.000 voluntarios y 30.000 beneficiarios en los cinco continentes. Asume esta responsabilidad con una singularidad añadida. Es el primer superior general de la entidad que no es ni aristócrata ni europeo en su milenaria historia, que ha pasado de las cruzadas del medievo a las de la caridad.

Con su nombramiento, parece culminar el proceso de purificación que la Orden ha experimentado de la mano de Francisco con el fin de volver a las raíces que recoge el lema de la institución: «Tuitio Fidei et Obsequium Pauperum». O lo que es lo mismo, «Dar testimonio de la fe, ayudar a los pobres». Hace ocho años se generó una crisis de fondo en la entidad que llevó al Papa a tomar las riendas y confiarla en el cardenal Silvano Maria Tomasi como delegado especial. ¿El objetivo? Tal y como expresó el pontífice argentino, emprender una «importante obra de reforma» con el fin de «salvaguardad la unidad y el bien mayor» de la Orden «en fidelidad al carisma original». Tras un complejo proceso de discernimiento, el pasado septiembre el Obispo de Roma promulgaba una nueva Constitución para esta realidad eclesial y convocaba un nuevo capítulo general extraordinario que desemboca ahora en el nombramiento de Dunlap.

«No ha habido ninguna intervención en ningún momento, sino que se trataba de poner en orden un marco de renovación», detalla el presidente del patronato de la Orden de Malta en España, Ramón Álvarez de Toledo y Álvarez de Builla, que agradece «la labor clarificadora de Su Santidad para reforzar el sentido de nuestro servicio siempre buscando la mayor gloria de Dios». Para el conde de Santa Olalla, el nombramiento del nuevo Gran Maestre permitirá «dar un mayor impulso para que la obra consolide su camino de caminar de manera autónoma bajo el amparo de la Iglesia». En cualquier caso, no considera que sea un milagro que la entidad siga en pie 900 años después de su creación: «Creo que su continuidad es fruto de haberse dejado llevar a lo largo del tiempo por las inspiraciones del Espíritu Santo respondiendo a las necesidades hospitalarias de los más vulnerables en cada momento», apunta, con un agradecimiento especial a los capellanes que les asisten, así como a las religiosas sanjuanistas del convento alavés de Salinas de Añana.

La Orden de Malta cuenta en España con más de 1.500 miembros y donantes, y unos 1.600 voluntarios que salen al rescate con más de 1,8 millones de euros de unas 13.000 personas a través de proyectos que van desde roperos a inserción laboral, asesoría jurídica, residencia de mayores... Solo en los dos comedores de Madrid asisten a más de mil ciudadanos diariamente. «Todos los días del año sin fallar», apostilla el presidente del patronato, que también pone sobre la mesa otras obras como albergues, centros sanitarios… Álvarez de Toledo comparte estas reflexiones con LA RAZÓN, precisamente mientras pone rumbo a Lourdes, donde este fin de semana se reunirán más de 6.500 miembros de la Orden llegados de diferentes puntos del planeta en una iniciativa que cumple 63 años. «Surgió tras la Segunda Guerra Mundial como un gesto de hermanamiento en un santuario que aúna paz y fe», expone Aline Finat y Riva, vocal hospitalaria, que está al frente del grupo español, formado por unos 350 peregrinos, entre los que se encuentran enfermos y personas con discapacidad. La propia condesa de Villaflor da fe de cómo lejos de quedarse anclada en el pasado o ver disminuido su tirón con el paso de los años, la Orden sigue enganchando a nuevas generaciones. «Tenemos un voluntariado que va rejuveneciendo, porque la conciencia de ayudar cada vez es mayor en los colegios y universidades. El aliciente de dar lo mejor de ti es como una mecha que permite profundizar en el ser católico», aprecia. Es precisamente esta perspectiva la que le ha llevado a vivir la reestructuración de la Orden de Malta como un tiempo de «renovación espiritual, para aunar todavía más el trabajo y la espiritualidad».