Jubileo
Una Puerta Santa abierta «de par en par» en la cárcel
Francisco se convirtió ayer en el primer Papa de la historia en abrir un espacio jubilar en una prisión
Nunca antes un Papa había abierto una Puerta Santa en una cárcel. Hasta ayer. Francisco quiso llevar el Jubileo de la esperanza hasta la prisión de Rebibbia, el mayor centro penitenciario de Roma y una de las prisiones más grandes de Italia, con más de 1.500 internos. Y lo hizo tan solo dos días después de inaugurar oficialmente el Año Santo en la basílica de San Pedro y anteponiendo a los reclusos por delante de los otros grandes templos de la capital italiana que contarán con Puerta Santa como San Juan de Letrán, Santa María la Mayor o San Pablo Extramuros.
El Pontífice argentino puso por delante la capilla del Padre Nuestro. No en vano, a lo largo de su ministerio episcopal, y también desde que es Obispo de Roma, ha mostrado una especial preocupación por la pastoral penitenciaria como prueba el hecho de celebrar cada Jueves Santo el lavatorio de los pies y la Cena del Señor junto a presidiarios.
Poco antes de las nueve de la mañana llegaba al recinto y, a diferencia de lo sucedido en Nochebuena, en esta ocasión, Jorge Mario Bergoglio dejó la silla de ruedas a un lado y, de pie, apoyado en un bastón, dio los tres golpes correspondientes a la puerta del templo. Atravesó el dintel y entró caminando para celebrar la eucaristía, acompañado por el obispo auxiliar de Roma, Benoni Ambarus, dos reclusos –un hombre y una mujer– y dos agentes, seguidos por un grupo de sacerdotes que portaban una gran cruz de madera en procesión.
«Quería que la segunda Puerta Santa estuviera aquí, en una cárcel», compartió ante un templo abarrotado por unas trescientas personas, en el que no solo se encontraban los reos, sino también los policías, funcionarios, voluntarios y capellanes que los acompañan en su día a día. En una homilía improvisada, Francisco explicó que «he querido que cada uno de nosotros, que estamos aquí dentro y fuera, tengamos la oportunidad de abrir de par en par las puertas de nuestro corazón y comprender que la esperanza no defrauda».
El Papa insistió a los presentes en que «la gracia de un Jubileo es abrir de par en par los corazones a la esperanza». «La esperanza nunca defrauda», remarcó, a la vez que alertó de que cuando se cierra la puerta del corazón, «se vuelve duro como una piedra».
Con este punto de partida, se sirvió una metáfora, para presentar a la esperanza como «el ancla que está en la orilla». «Nos quedamos allí con la cuerda, seguros», añadió, consciente de que que «a veces la cuerda es difícil y nos lastima las manos... Pero con la cuerda, siempre con la cuerda en la mano, mirando a la orilla, el ancla que nos lleva hacia adelante». Antes de rematar sus palabras, Francisco deseó a los reclusos «un gran Jubileo» y «mucha paz». «Y todos los días rezo por ustedes, de verdad, no es una figura retórica», confesó: «Pienso en ti y rezo por ti». Eso sí, a renglón seguido, expresó su particular ‘canje’: «Vosotros, rezad por mí».
Lo cierto es que al Santo Padre se le percibía especialmente enérgico y cómodo en la cárcel, y no se percibió en él signo alguno de cansancio durante la celebración, pero tampoco cuando, al terminar la misa, recibió una a una a las personas presentes en la capilla para saludarlas. Este empeño del Papa hizo que se agotaran los rosarios que suele entregar a cada una de las personas a las que bendice. Además, una vez terminado el acto, Francisco solicitó que le acercaran al módulo donde se encuentran los presos más peligrosos para poder saludarles en sus celdas.«El Papa conoce bien la historia de Rebibbia y las prisiones, porque nos conoce. Él comprende la dramática situación que estamos viviendo, con un número récord de suicidios este año que asciende a 85», detalla el padre Lucio Boldrin, capellán de la prisión de Rebibbia y delegado regional para las prisiones del Lacio. Agradecido por el gesto de Francisco, confía en que las autoridades italianas sepan corresponder «con un indulto para algunos presos con penas de menos de tres años». Para el sacerdote la bula que el Pontífice ha publicado con motivo del Jubileo es una llamada a preservar «la dignidad de los presos, que es pisoteada en algunas prisiones». «La Constitución italiana exigiría la reeducación del preso, pero no se aplica plenamente», denuncia. Por ello, para este presbítero italiano abrir la Puerta Santa se convierte en «un grito»: «Volvamos a abrir a la esperanza también para aquellos que han cometido errores en el mundo».
El Año Santo y la deuda de los países pobres
La mañana de Francisco no concluyó en la cárcel. El Papa dirigió desde el ventanal del palacio apostólico de la Plaza de San Pedro la oración del ángelus, con motivo de la fiesta de san Esteban. El Pontífice exigió que se deje «de colonizar a los pueblos con las armas». A la vez, reclamó el apoyo para una campaña internacional dirigida a que se perdonen la deudas públicas «insostenibles e injustas» de los países más pobres, como parte de las «acciones que caracterizan los Jubileos». Recordando a los mártires de hoy, comparándolos con San Esteban, reconoció que «no se dejan matar por debilidad, ni para defender una ideología».