Jornada Mundial de la Juventud

«¿A dónde navegas Europa sin vías de paz para Ucrania?»

El Papa desembarca en Lisboa para participar en la Jornada Mundial de la Juventud con un rapapolvo al Viejo Continente por no encontrar «caminos creativos» para acabar con la guerra

Francisco ha desembarcado este miércoles en Lisboa para participar en la Jornada Mundial de la Juventud, el encuentro periódico más multitudinario de los que celebra la Iglesia. El Papa permanecerá en la capital lusa hasta el domingo. Pero antes de verse cara a cara con los peregrinos que representan a la generación de cristianos del futuro, el Papa se dirigió a los dirigentes del hoy nada más aterrizar en Portugal. Y como suele ser habitual, el pontífice argentino no utilizó paños calientes, situando a la Unión Europea y su apuesta por solucionar la invasión rusa en primer término de su agenda.

«¿Hacia dónde navegas Europa si no ofreces caminos creativos para poner fin a la guerra en Ucrania y a tantos conflictos que ensangrientan el mundo?», recriminó en forma de pregunta a los líderes continentales en su primera alocución en suelo luso, que tuvo lugar ante las autoridades de la nación en el Centro Cultural de Belém. Incluso llegó a reprochar a los líderes políticos «mirando con cariño sincero» su incapacidad para no plantear vías para generar soluciones: «Estamos navegando en circunstancias críticas, tempestuosas, y percibimos la falta de rumbos valientes hacia la paz».

Es más, el pontífice animó a utilizar «su ingenio para apagar los focos de la guerra y encender luces de esperanza». Fue ahí cuando enlazó su alocución con la razón de ser de su viaje, para animar a Europa a «redescubrir su alma juvenil, soñando con la grandeza del conjunto y yendo más allá de las necesidades de lo inmediato». A renglón seguido, lanzó una alerta en defensa de «los pueblos y sus gentes con cultura propia, sin perseguir teorías ideológicas y colonizaciones».

Aborto y eutanasia

No se olvidó en esta intervención de arranque de denunciar las que definió como «leyes sofisticadas», refiriéndose a normativas europeas vinculadas a la eutanasia, al aborto y a la criminalización de los extranjeros. Explícitamente condenó la situación de «tantos niños no nacidos y ancianos abandonados a su suerte, en la dificultad para acoger, promover e integrar a los que vienen de lejos y llaman a las puertas, en la soledad de muchas familias que luchan por criar a sus hijos». Y de nuevo, interpeló a unos y a otros con una interrogante: «¿Hacia dónde navegan Europa y Occidente con el descarte de los ancianos, los muros de alambre espigado, las tragedias en el mar y las cunas vacías?». Es más, llegó a asegurar que la vida humana ha sido «puesta en peligro por derivas utilitaristas que la desechan».

En esta crítica al orden mundial actual también se detuvo en la industria armamentística y quienes la alimentan. Así, lanzó un dardo a quien «invierte más dinero en armas que en el futuro de los hijos» que «no representan inversiones de futuro, sino empobrecimientos del verdadero capital humano, el de la educación, la sanidad y el estado del bienestar». Tampoco se olvidó de su constante denuncia sobre el maltrato a la Creación, es decir, a la destrucción del medio ambiente, que definió como un «problema global gravísimo»: «Estamos convirtiendo reservas de vida en vertederos de plástico», sentenció.

Más allá de cuestiones políticas, el Papa presentó a Lisboa como la «ciudad del océano» que «abraza diferentes pueblos y culturas» y que a través de la JMJ «se vuelve más universal». «En cierto sentido, se transforma en la capital del mundo», llegó a rubricar.

Metido en harina sobre los jóvenes, sacó la cara por ellos, y por los problemas que «los desalientan» como «la falta de trabajo, el ritmo frenético en el que están inmersos, el aumento del coste de la vida, la dificultad para encontrar vivienda y, lo que es más preocupante, el miedo a formar familias y traer hijos al mundo».

El Papa encontró su réplica en el presidente portugués, Marcelo Rebelo de Sousa, que en su discurso de bienvenida dijo recibir a Francisco «con los brazos abiertos». Buscando sintonía con él, puso en valor su apuesta por defender la dignidad del ser humano frente al hambre, la miseria y la intolerancia, su apuesta por la naturaleza y su empeño en construir la paz y la fraternidad.

Fue este el acto central de una jornada que comenzó con un viaje desde Roma que le llevó a sobrevolar España. Mientras el avión circulaba sobre nuestro país, Francisco envió un telegrama de saludo del que cabe destacar su plegaria «al Señor para bendiciones de serenidad y alegría». No se trata de una mención baladí el uso del término «serenidad», teniendo en cuenta la resaca electoral y la batalla abierta para la conformación de gobierno. En paralelo, en el habitual saludo a los periodistas que le acompañan en el vuelo papal, los comunicadores bromearon con él sobre si este trayecto convalidaba por ese viaje a España que tiene pendiente. «Puede ser», dejó caer entre risas Jorge Mario Bergoglio.

Ya por la tarde, el pontífice se encontró en el más que conocido Monasterio de los Jerónimos con el clero luso para rezar vísperas. Ante la calurosa acogida de obispos, sacerdotes, religiosas y seminaristas, Francisco correspondió con un ‘mea culpa’ por la lacra de los abusos sexuales, que en estos años está salpicando a la Iglesia portuguesa. No solo se lamentó «por los escándalos», sino que invitó a los presentes a «una purificación humilde y constante, partiendo del grito de dolor de las víctimas, que siempre han de ser acogidas y escuchadas».

De esta manera, el Sucesor de Pedro parecía recoger el guante de los carteles que se podían ver ayer en Lisboa y en los que se puede leer la frase: «Más de 4.800 niños abusados por la Iglesia Católica en Portugal».