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El entierro

El Papa reposa ya en la Basílica de Santa María la Mayor

Francisco fue enterrado en una tumba sencilla, en la tierra, como dejó escrito en sus últimas voluntades, con la inscripción en latín: Franciscus

Antes de los potentes, el pueblo. Incluso para su último adiós, Francisco eligió estar en medio de la gente, como siempre hizo, gastando las suelas de los zapatos con los que recorrió «las periferias del mundo» y con los que fue enterrado. El Papa reposa ya para siempre en la Basílica de Santa María la Mayor, fuera del Vaticano, uno de los templos más queridos por los habitantes de Roma.

El último viaje de Francisco por la antigua Via Papalis, la procesión que hacían tradicionalmente los pontífices tras ser designados entre San Pedro y la basílica de San Juan de Letrán, terminó en la basílica romana donde el Pontífice argentino expresó su deseo de ser sepultado por ser muy devoto de la Virgen que custodia en su interior, la «Salus Populi Romani». El ataúd con los restos mortales del Papa llegó a la plaza y subió la escalinata a hombros de los doce «sediarios’» los portadores de las antiguas Sillas Gestatorias, que encabezaron un cortejo fúnebre histórico, el primero de un Papa por las vías de Roma en los últimos cien años, antes de que las puertas del templo se cerraran ante la emoción de miles de personas.

El rito de la sepultura del Pontífice se produjo en el interior ante el cardenal camarlengo, Kevin Joseph Farrell, y algunos familiares. Un momento solemne y privado del que el Vaticano difundió algunas imágenes. La inhumación comenzó alrededor de las 13:00 horas y duró media hora.

El sepulcro fue dispuesto en el nicho de la nave lateral de la basílica liberiana, entre la Capilla Paulina y la Capilla Sforza, cerca del Altar de San Francisco, y estuvo precedido por el canto de cuatro salmos y acompañado por cinco intercesiones. Más tarde, los asistentes entonaron el Padre nuestro. Después de la oración final, sobre el féretro se imprimieron los sellos del cardenal camarlengo, de la Prefectura de la Casa Pontficia, de la Oficina de las Celebraciones Litúrgicas del Romano Pontífice y del Capítulo Liberiano. El féretro fue colocado finalmente en el sepulcro y rociado con agua bendita mientras se entonaba el Reina Caeli.

La muerte de un Papa, incluso a pesar del empeño de Francisco por simplificar al máximo la ceremonia para poder ser enterrado «con dignidad, pero como cualquier cristiano», obliga a mantener algunas formalidades. Antes de introducir el ataúd en el sepulcro, el notario del Capítulo Liberano redactó el acta auténtica que certifica el entierro y la leyó en voz alta. El documento fue firmado por el cardenal camarlengo, el regente de la Casa Pontificia, monseñor Leonardo Sapienza, el maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias, monseñor Diego Ravelli, y finalmente el notario.

Francisco fue enterrado en una tumba sencilla, en la tierra, como dejó escrito en sus últimas voluntades, sin ninguna decoración particular y con una única inscripción en latín: Franciscus. Sobre ella, por expreso deseo del difunto Papa, sólo aparece la reproducción de su cruz pastoral. La lápida está fabricada con mármol procedente de la región italiana de Liguria, la tierra de sus antepasados.

El cardenal lituano Rolandas Makrickas, arcipreste de la Basílica de Santa María la Mayor, anunció que el domingo todo el colegio cardenalicio acudirá a rezar ante la tumba del Papa Francisco. A las 16:00 horas los cardenales cruzarán la Puerta Santa del templo y se detendrán en recogimiento ante la sepultura del Pontífice.

El Pontífice argentino eligió la basílica del Esquilino, un barrio que toma su nombre de una de las siete colinas de Roma, la más pequeña de las cuatro papales que hay en la capital italiana, para celebrar una suerte de segundo funeral sin la presencia de los mandatarios internacionales que por la mañana se reunieron en la Plaza de San Pedro para despedirlo.

Francisco recibió sepultura en privado, acompañado por una comitiva de cardenales y algunos parientes cercanos. El Papa era el mayor de cinco hermanos pero desde 2010 sólo quedaba viva la más pequeña, María Elena, de 77 años, que no pudo viajar a su funeral porque vive en un convento a las afueras de Buenos Aires, imposibilitada tras sufrir un ictus. Unos problemas de salud que también le impidieron viajar a Italia cuando Jorge Mario Bergoglio fue elegido Papa, en marzo de 2013. Desde entonces, no se volvieron a ver. Una circunstancia que, reconoció Francisco, fue uno de los mayores sacrificios que supuso su elección como líder de la Iglesia católica.

A pesar de todo, el Pontífice siempre mantuvo el contacto telefónico con ella y con el resto de sobrinos, primos... Algunos de ellos viajaron expresamente desde Argentina el día anterior. Y otros lo hicieron desde el Piamonte, la tierra de sus abuelos paternos o de Liguria, de donde procedían, en cambio, los maternos.

El Pontífice argentino será el primer Papa inhumado fuera del Vaticano desde León XIII en 1903. Francisco eligió para su descanso eterno en la basílica de Santa María la Mayor, según confesó, porque era en este centro mariano, uno de los más importantes de Roma, que el entonces arzobispo de Buenos Aires Jorge Mario Bergoglio solía rezar durante sus visitas a la capital italiana. Desde su elección en 2013 la visitó hasta en 127 ocasiones. El Papa rezaba ante la «Salus Populi Romani», un icono bizantino de la Virgen, antes y después de cada viaje apostólico.

Esta fue también su primera parada tras salir del Hospital Gemelli de Roma el 23 de marzo, tras pasar 38 días ingresados, antes de regresar a su residencia. Pero estaba débil y ni siquiera fue capaz de bajar del coche que le llevó, también entonces, en un recorrido por las calles de Roma. Sin embargo, no se resignó y hace sólo dos semanas, el Vaticano informó que el Pontífice había vuelto a acudido por sorpresa a la basílica para rezar ante el icono de la Virgen, en vísperas del Domingo de Ramos y de la Semana Santa. Fue su última visita. Para entonces, Francisco ya había dejado dispuesto en sus últimas voluntades todos los detalles de su despedida, incluidos los gastos de su entierro que serán cubiertos por un beneficiario anónimo.