Religión
El pope de Constantinopla grita desde Madrid por la «atormentada Ucrania»
El patriarca se desmarca del apoyo de su homólogo ruso a la guerra de Putin en su primer viaje a España
Por primera vez en la historia, un patriarca ecuménico de Constantinopla pisa España. O lo que es lo mismo, el pope de 300 millones de cristianos que representa a una de las quince ramas ortodoxas está desde este domingo y hasta el miércoles en nuestro país para conmemorar los 50 años de la catedral de san Andrés y san Demetrio. La agenda de Bartolomé I le llevará a reunirse este lunes con Felipe VI, y el martes será investido doctor honoris causa por la Universidad Pontificia de Salamanca, propiedad de la Conferencia Episcopal, un gesto más que notable de la Iglesia católica.
Este domingo arrancó su jornada precisamente en el templo de referencia para los fieles ortodoxos con una Divina Liturgia a la que asistió la princesa Irene de Grecia, hermana de la Reina Sofía. Por la tarde fue el turno de una oración ecuménica en la catedral de la Almudena, donde ejerció de anfitrión el cardenal de Madrid, José Cobo. Para esta cita, Bartolomé se reservó la alocución más relevante de la jornada, tanto por las implicaciones eclesiales como políticas de sus palabras.
El pastor, de 83 años y de origen turco, dedicó parte de su homilía a reflexionar sobre la paz. Y puso en primer plano, además del conflicto en Gaza y otras tantas guerras «olvidadas», a la «atormentada Ucrania». No es casual que Bartolomé I utilizara la misma expresión para referirse al padecimiento del país invadido por Rusia. Y es que, no solo los ucranianos son mayoría en nuestro país entre los fieles ortodoxos, sino que la guerra europea ha levantado un muro entre el patriarca de Constantinopla y el patriarca de Moscú, Kirill, que se ha alienado con las tesis de Putin hasta la fecha. Por eso, resulta significativo que desde Madrid, Bartolomé I subrayara que «puede haber paz sin respeto». Es más, expuso en una catedral repleta que la oración es «el mayor arma de los cristianos, un arma que no hace víctimas».
Tampoco se puede pasar por alto que el pope dejara caer que «debemos eliminar cualquier fanatismo que, en nombre de Dios, imponga una visión única». Así, expuso en voz alta que «no podemos, no está permitido que ninguna religión use el nombre de Dios para justificar la injusticia».
De puertas para adentro, es decir, con respecto a las desavenencias entre católicos y ortodoxos, Bartolomé I expresó algo más que un mensaje de esperanza, al repasar los pasos dados hacia la unidad por Atenágoras, Juan XXIII y Pablo VI. El actual patriarca se mostró confiado en lograr «la plena comunión» y «el completo entendimiento mutuo». Aun así, admitió que «el camino hacia el cáliz común está todavía plagado de imprevistos, caídas, a veces incluso de enfriamiento y cansancio, pero es un camino sin retorno».
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