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Un psicólogo advierte de los peligros de sobreproteger a tu hijo: "Le va a dejar secuelas"
Rafa Guerrero asegura que la sobreprotección no es amor, sino miedo no resuelto del adulto que impide al niño equivocarse y acaba generando adultos indecisos y sin límites

El psicólogo Rafa Guerrero ha lanzado una advertencia contundente en el pódcast Lo que tú digas: sobreproteger a un hijo es proyectar en él los propios miedos infantiles y, lejos de protegerlo, le deja secuelas emocionales que se arrastran hasta la adultez.
“Cada vez que sobreprotegemos enviamos un mensaje implícito: ‘no eres capaz’”, explica, y ese mensaje, repetido durante años, acaba calando en la personalidad y traduciéndose en personas indecisas, dependientes y con gran dificultad para decir que no.
Guerrero insiste en que el niño no nace con miedo, sino con curiosidad, y que son los adultos quienes, al cortarle el filete, vertirle el agua o impedirle subir a la bici, bloquean su impulso natural hacia la autonomía. El resultado es un adulto con baja tolerancia a la frustración, fácilmente manipulable y con ansiedad persistente ante cualquier toma de decisiones. “Va a ser una persona superindecisa, que no sabe poner límites y que no sabe decir que no”, resume el experto.
El miedo del padre se convierte en cadenas del hijo
El psicólogo aclara que la sobreprotección no nace del bienestar del niño, sino del temor no resuelto del progenitor. “Como no quiero que le pase lo que me pasó a mí, entonces ya le corto yo el filetito”, ilustra, y añade que esa actitud impide al menor enfrentarse a retos cotidianos como chutar un balón o verter agua en un vaso. Lejos de abogar por la permisividad total, Guerrero defiende que el aprendizaje humano requiere ensayo, error y frustración, y que el papel del adulto es acompañar emocionalmente, no hacer las cosas por el niño.
Para ello propone validar las emociones cuando algo sale mal: “Es normal que estés enfadado, que te dé rabia. Vamos a intentarlo una vez más o lo dejamos para mañana”. Ese apoyo, asegura, es mucho más valioso que cualquier tarea hecha por delegación. Además, apuesta por el amor incondicional como base de la autoestima: “Yo quiero a mis hijos por el simple hecho de que son mis hijos. No me importan las notas que saquen ni si se les da bien el patinaje”, sentencia, convencido de que solo así se construye una personalidad segura capaz de afrontar el mundo sin miedo.
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