Salud mental

De psicópatas a narcisistas: cómo detectar (y tratar) los trastornos de la personalidad

La sensibilidad emocional, la impulsividad o la evitación no suponen en sí un problema, pero cuando se combinan de manera desacertada pueden abrir la caja de Pandora. En la forma de ser hay genética, pero esta no es determinante

En más de una ocasión habrá pensado que su jefe es un psicópata, que alguno de sus amigos es un narcisista y que ese vecino con el que se cruza de vez en cuanto padece, como Marilyn Monroe, un Trastorno de Personalidad Límite. Pues bien, lo más probable es que acierte con su diagnóstico aunque no tenga estudios de Psiquiatría.

No hay poder sin psicopatía ni una hipersensibilidad carente de ciertos trastornos de personalidad. Así lo confirma el doctor José Luis Carrasco, psiquiatra y autor de "La personalidad y sus trastornos" (Arpa), donde desgrana con tino y cercanía esas alteraciones en la forma de comportarse que abundan en nuestra sociedad.

Nos encontramos con él en el Hospital Clínico San Carlos de Madrid, donde dirige la Unidad de Trastornos de la Personalidad y, nada más sentarnos para hablar de este complejo tema, nos matiza la diferencia que hay que hacer antes de concluir si alguien sufre de algún tipo de perturbación psicológica/psíquica.

Por un lado, están los rasgos de personalidad, "que hacen referencia a determinadas tendencias, a ser o comportarse de alguna manera. En principio, ningún rasgo es malo en sí", dice Carrasco. Así está la persona con gran sensibilidad emocional, la extrovertida, introvertida, los impulsivos, los que buscan estabilidad o riesgo... Todo esto es una tendencia con la que buscarse una forma de vivir.

Genética y traumas

Luego llegan los trastornos de la personalidad, que suponen "un rasgo exagerado, es decir cuando alguno de ellos está demasiado acentuado o inhibido. Hay que tener claro que un rasgo no es blanco o negro, pero cuando alguno está muy acentuado empieza a dar problemas de adaptación al entorno. También se da el caso de cuando se combinan algunos y no dan buen resultado. Por ejemplo, una persona buena con una gran sensibilidad emocional no es una buena combinación", aclara.

Entrevista con el psiquiatra, José Luis Carrasco, en el hospital Clínico San Carlos. © Alberto R. Roldán / Dia
Entrevista con el psiquiatra, José Luis Carrasco, en el hospital Clínico San Carlos. © Alberto R. Roldán / DiaAlberto R. RoldánFotógrafos

De aquí surgen lo que se denominan «personalidades no normativas», que nada tiene que ver con una patología o enfermedad: "Una personalidad divergente, no normativa, habla de aquellos que no tienen un trastorno de la personalidad, pero que son diferentes aunque se puedan adaptar a la vida. Lo que ocurre es que hay que dejarles vivir y no presionarles para que sean de otra manera", dice Carrasco quien, además, apunta que lo normativo es cultural y, por tanto, hay que leerlo en función de cada sociedad. Una persona tímida en Japón no tendría problemas; en Occidente, sin embargo, un niño tímido puede encontrarse con problemas en el colegio porque otros se metan con él.

Y ya en el extremo nos toparíamos con las enfermedades que, según el doctor "son una alteración de la personalidad, bien por una conjunción de rasgos muy patológica que hace imposible que funcione o bien porque se han producido en el desarrollo de la personalidad y de los rasgos determinadas contradicciones muy importantes entre los rasgos que uno tiene y lo que el entorno le ha permitido ser y le ha devuelto. De este modo se les han creado una serie de problemas en la personalidad que son el núcleo de la salud y que afectan al sentimiento, a la autoestima..."

Seguramente, mientras lean este artículo piensen que ustedes mismos tienen algo de todo ello. Pues bien, es normal, todos presentamos ciertos rasgos que podrían ser prejudiciales si se expresaran en exceso o si se combinan de manera polémica, pero por lo general, el 90% de la sociedad no sufre de trastornos de la personalidad.

"Una persona sana tiene capacidad para autogobernarse moderadamente y tener un cierto propósito y cierta capacidad para poder convivir. Puede ser muy simpático o no, con ideas muy grandes o muy pequeñas, pero en todo caso se le puede dejar en un entorno y convivir con cierta autonomía. Una persona con trastorno de la personalidad necesita alguien que esté continuamente sujetándolo, no consigue la convivencia por diferentes motivos. Unos porque son muy antagonistas, explotadores, intransigentes y machacan a quien tienen al lado, y otros porque son muy dependientes, idealizadores y atosigan a quien tienen al lado".

Y, ojo, no pensemos que todo es responsabilidad de nuestra genética pues, pues "aunque existe esta predisposición, luego se produce una interacción con el ambiente que pueden activar determinados genes que estaban dormidos. Por ejemplo, un chico sensible con una influencia basada en el cariño y la confianza será una persona sensible, cariñosa y de confianza. Otro que también sea sensible, si ha recibido estímulos de castigo, humillación y rechazo, será una persona resentida, cabreada, mala y que puede hacer mucho daño".

Los trastornos

Pues bien, entrados ya en materia, el doctor Carrasco se arranca con una selección de las personalidades más complejas: los que padecen Trastorno Límite de la Personalidad (TLP), los narcisistas y los psicópatas.

Entrevista con el psiquiatra, José Luis Carrasco, en el hospital Clínico San Carlos. © Alberto R. Roldán / Dia
Entrevista con el psiquiatra, José Luis Carrasco, en el hospital Clínico San Carlos. © Alberto R. Roldán / DiaAlberto R. RoldánFotógrafos

El primero de ellos, el TLP o «borderline», que nada tiene que ver con el grado de inteligencia de la persona que lo padece, "está entre la neurosis y la psicosis. Es el trastorno más emocional, vive de emociones muy intensas y cambiantes ante cualquier mínima interacción afectiva con el ambiente. Son personas que idealizan mucho, inseguras, con problemas importantes de apego primario, sus relaciones son muy inestables y viven en una constante montaña rusa emocional", detalla el autor. El problema es que si no se tratan (principalmente con terapia) puede conducirles al suicidio, a las adicciones y a vivir relaciones tóxicas constantes.

"Es el más difícil de diagnosticar, porque se puede confundir con la bipolaridad o la esquizofrenia, pero el más fácil de tratar. A pesar de ello, el 10% de las personas en tratamiento se acaba suicidando", apunta. ¿El origen? Traumas infantiles, problemas de apego familiar, abusos sexuales...

Quienes también tienen necesidad del otro constantemente son los narcisistas, pero su querencia parte de otro punto: "No necesitan cuidado, solo sentirse admirados, valorados, siempre en el sentido de la superioridad y sensación de poder. Utilizan a las personas, son para ellos un espejo. Nunca se puede esperar nada de ellos, no hablan nunca bien de los demás. Estos nunca vienen a consulta, lo hacen sus familiares porque no pueden más. Sin duda, hay que huir de estas personalidades", dice Carrasco. Y es que son destructivos, sin escrúpulos y siempre se "enganchan" a personas dependientes que les alaban. Ser narcisista es una condena porque nada les es suficiente.

De aquí salen los psicópatas narcisistas, aunque también los hay "de cuello blanco". Los primeros suelen acaban en prisión. Son el Hannibal Lecter que carga su frustración con ira y violencia. Su base afectiva es el resentimiento, el cual suele provenir de traumas infantiles, componente genético o anomalías en el desarrollo neurológico. Lamentablemente, estos no tienen tratamiento clínico.

Pero luego están los narcisistas psicópatas que conviven entre nosotros. Hay muchos, lamentablemente. "No son asesinos ni roban carteras, pero suelen ocupar puestos de poder y utilizan a la gente, les maltratan, les controlan y necesitan a su vez de ellos para sentirse admirados. Para llegar al poder hay que tener, en la mayoría de los casos, pocos escrúpulos y poca consideración por los demás. La psicopatía es puro narcisismo", dice Carrasco.

Seguro que a todos les viene a la cabeza alguna de estas figuras, pero tranquilos, que las personalidades sanas siguen ganando la batalla.