Púrpuras universales

Tres de los 21 prelados a los que ayer Francisco entregó el anillo y la birreta púrpura que les confirma como miembros del colegio cardenalicio son españoles: el arzobispo de Madrid, el rector de los Salesianos y el obispo de Ajaccio (Córcega), que es un franciscano navarro.

No se trata de echar campanas al vuelo, pero sí de reconocer que el Papa argentino tiene en muy alta consideración a la iglesia española porque en los nueve consistorios de los diez años de su pontificado ha nombrado siempre a un español, en más de una ocasión a dos y en esta última a tres. Ninguna otra nación -excepto Italia- puede vanagloriarse de un gesto semejante.

Pero no podemos limitar este comentario a su españolidad porque hay otras características de este consistorio: la progresiva disminución de cardenales italianos; en el momento actual son solo 18 los electores de dicha nacionalidad mientras en un pasado aún no tan lejano sumaban más de 30; los europeos con derecho a voto siguen siendo mayoritarios con 56 (doce de ellos españoles), seguidos de los norteamericanos con 17, número idéntico al de los latinoamericanos (a los que se podrían añadir los 5 centroamericanos). Aumentan los asiáticos ( 22) y los africanos (18) y sólo tres de Oceanía.

Varias sorpresas: la del argentino Víctor Manuel Fernández (60 años), elevado a Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, hasta hace poco el organismo más importante de la Curia Romana. No menos inesperada la elevación al colegio cardenalicio del que hasta hace pocos meses era sólo obispo auxiliar de Lisboa Américo Manuel Alves, responsable de la exitosa organización de la Jornada Mundial de la Juventud en la capital portuguesa. Y lo mismo puede decirse del nombramiento del arzobispo sudanés de Juba y del arzobispo de Penang en Malasia, país que hasta ahora no figuraba en tan alto círculo eclesial.

Por fin señalemos que el arzobispo de Hong Kong, el jesuita Stephen Chow, figura también en la lista de los nombrados y es un detalle que revela el interés con el que el Santo Padre quiere favorecer su diálogo con las autoridades de Pekín donde, por cierto, viajó hace algunos meses invitado por el prelado de la llamada iglesia “patriótica”, es decir, aceptada por el gobierno de la República Popular China.