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Curiosidades
A simple vista parecen meras perforaciones, pero esos agujeros no están ahí por capricho. Los cestos de la ropa -los de plástico de toda la vida- heredaron su diseño de los canastos trenzados originales, donde las separaciones entre fibras eran inevitables. Cuando el hogar se llenó de alternativas plásticas, los fabricantes replicaron esa estética… y de paso conservaron su mayor ventaja: aligerar peso.
Según el experto en colada Patric Richardson (autor de Laundry Love), la razón principal es muy práctica: hacer el cesto más ligero y fácil de transportar cuando va cargado. Quitas material, reduces gramos y el agarre se vuelve más cómodo, algo que se agradece cuando subes escaleras con una colada hasta el borde.
La inspiración en la cestería tradicional explica el "look" perforado, pero también su funcionalidad cotidiana. Los huecos permiten ver de un vistazo cuánto se ha llenado y dónde están las prendas que buscas (esa camiseta que se escurrió al fondo). Además, en el caso de los hamper o cestos donde se deja la ropa sucia (a veces sudada o aún húmeda), los orificios favorecen cierta ventilación, reduciendo olores y humedad acumulada frente a un recipiente totalmente cerrado.
¿Y por qué no hacerlos macizos para aprovecharlos como barreño? Precisamente ahí está el único "contra": un cesto con agujeros no es versátil para remojar o prelavar. Si tu idea es que el canasto haga doble función, existen modelos sin perforaciones que actúan como tina o cubeta.
En resumen, los agujeros restan peso, suman ergonomía y transparencia y mantienen un vínculo estético con el canasto de fibras de siempre. Para el día a día de la colada, las ventajas superan con creces los inconvenientes. Y si necesitas una "bañera" improvisada, la solución es sencilla: elige un modelo sin agujeros y listo.
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