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¿Quiere usted compartir baño con el otro sexo?

El rechazo a los baños mixtos no es por género, sino por falta. de costumbre. En Argentina, Canadá, Escocia o Reino Unido hay lavabos de este tipo en las universidades

¿Quiere usted compartir baño con el otro sexo?
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Los baños unisex serán para muchos dueños de bares, cafeterías... una tabla de salvación para sus negocios. Al menos es por este fin por lo que el Ayuntamiento de Madrid ha decidido permitir que en los negocios de menos de 200 metros cuadrados pueda haber un único urinario para mujeres y hombres y ha de ser accesible a las personas con problemas de movilidad.

Una medida que ha despertado cierta polémica, a pesar de ser una práctica habitual en muchos países de nuestro entorno y que recuerda a aquella serie de un bufete de abogados nada ortodoxo que a finales de los años 90 nos llegó del otro lado del océano. Ver a «Bizcochito» y a Ally Mcbeal compartiendo baño llamó la atención en su día de muchos espectadores. Eran otros tiempos, pero hoy muchos siguen sin ver con buenos ojos los baños unisex por aquello de tener que compartir urinarios con el sexo opuesto. Máxime si esta iniciativa pudiera quizá en un futuro trasladarse a empresas, universidades....

Aunque la mayoría piensa que son las mujeres las que pondrían más pegas a compartir el lavabo en el trabajo con sus compañeros, no siempre sucede así. «Se podría pensar que a las mujeres les gustará menos esta idea porque son más pudorosas. Pero en esto influyen diferentes variables y no es tanto por género, sino por su nivel de inhibición. Y en ello influye la educación recibida», explica Enrique García, director de Quality Psicólogos y profesor de Psicología de la Universidad Cardenal Cisneros.

Y lo cierto es que, aunque preguntando sobre urinarios mixtos, ellos suelen decir que son ellas las que pondrían más pegas, la realidad no siempre coincide con esta idea preconcebida. «Me parecen bien los baños unisex, hay que aprender a compartir espacios tal y como ya sucede en otros países desde hace tiempo. Las razones que esgrimen ahora para permitirlos no son las mejores en mi opinión, pero es un avance. Además, seguro que así somos más rápidos en nuestras visitas al baño», afirma Noa.

A Javier, en cambio, la idea de compartir inodoro no le gusta: «No me parecen bien, habrá menos higiene, ya que al final es el doble de personas pasando por el mismo urinario. Además, resta intimidad y habrá más colas, sobre todo en los bares. Y para ser sinceros, me daría corte tener a una mujer al lado esperando dentro del baño para hacer determinadas necesidades fisiológicas».

«Ellos –prosigue García– tendrán que esperar más cola; ellas en cambio sufrirán más la limpieza de los urinarios. Pero, en cualquier caso, la idea de que guste o no por pudor no debería sostenerse, ya que nadie te ve salvo haciendo cola, o limpiándote las manos. Quizá pueda chocar a alguien al principio, pero será por falta de costumbre, sólo eso. Además, en casa compartimos baño y no pasa nada».

Opinión que comparte en cierta medida Juan Carlos Ballesteros. Para este sociólogo, «aunque me imagino que ellos son menos pudorosos, no creo que el género sea el problema, sino un problema de práctica. Más que de edad o de educación es de costumbre». Prueba de ello es que para las personas con movilidad reducida acostumbradas a compatir baño con el sexo opuesto, este debate está más que superado.

¿Y si se instaurara en todas las empresas?

Prueba de ello es que «en los festivales –continúa García– suele haber baños unisex y no hay ningún malestar; por ello tampoco tendría que haberlo si se llegaran a instaurar baños unisex en los trabajos, en las universidades, etcétera».

Y quizá no tarde en llegar, porque, en 2012, en Argentina, se decidió que los baños del edificio «Néstor Kirchner» de la Facultad de Periodismo de la Universidad Nacional de La Plata fueran unisex, a pesar de que el edificio había sido recientemente inaugurado. Y la historia se repite en varias universidades de Reino Unido, Canadá, Escocia, Uruguay... así como en la Facultad de Bellas Artes, en Madrid, por ejemplo.

Pero no a todos la idea de compartir baño les parece una opción, máxime si piensan en sus hijas, ahí según los sociólogos consultados hasta la madre o el padre que esté más a favor de los baños mixtos podría cambiar radicalmente de postura.

La etapa en la que los chavales son más tímidos y poner un baño unisex sí podría poner a más de un alumno en un momento incómodo es durante la pubertad. «Quizá la única etapa en la que sí habría más pudor sería en la pubertad. Por eso, en preescolar los baños son unisex y al acercarse a la pubertad sí hay baños separados en los centros escolares. Pero en jóvenes y adultos depende de la educación recibida y del contexto, en cualquier caso si se normalizaran los baños unisex se acabaría aceptando como algo normal», añade García, que recuerda que «en la época de Luis XIV había ''retretes'' comunales para la nobleza y se celebraban reuniones incluso en éste otro trono».

Pero para otras voces la instauración de baños mixtos es un paso más hacia las sociedades unisex. Para Benigno Blanco, presidente del Foro de la Familia, «a priori la idea de instaurar baños unisex no me gusta, salvo para negocios muy pequeños en donde no quede otra opción. Las diferencias de sexos, y especialmente en los aseos públicos, exigen que sean aseos diferentes por razones culturales, sanitarias y éticas». Y aunque en principio, nadie pueda ver en los baños unisex un motivo de igualdad de género, lo cierto es que en el caso de la facultad de Argentina citada, pusieron baños mixtos tras aprobarse una ley al respecto.

Y es que vamos, para muchos, hacia sociedades unisex. «Vivimos en un mundo más uniforme y unisex que antes. Se puede ver en la ropa, en las cremas, en el comportamiento... Pero también empiezan a resurgir movimientos que reclaman la diferencia. Porque en la diferencia está la igualdad, en ser, pensar y comportarse de forma diferente sin tener que ser uniformes», precisa Ballesteros.