Religión

Reforma papal sin acelerones: «¡No a una Iglesia sentada!»

Francisco clausura el Sínodo de la Sinodalidad dejando abierto el debate sobre el acceso de la mujer al diaconado

Pope Francis attends the works of the second session of the 16th General Assembly of the Synod of Bishops in the Paul VI hall, at the Vatican, Saturday, Oct. 26, 2024. (AP Photo/Gregorio Borgia)
Francisco, en un momento de trabajo del SínodoASSOCIATED PRESSAgencia AP

«No una Iglesia sentada, sino una Iglesia en pie. No una Iglesia muda, sino una Iglesia que recoge el grito de la humanidad. No una Iglesia ciega, sino una Iglesia iluminada por Cristo, que lleva la luz del Evangelio a los demás. No una Iglesia estática, sino una Iglesia misionera». Es el inequívoco encargo que lanzó ayer por la mañana Francisco desde la Basílica de San Pedro a la Iglesia universal durante la misa con la que cerró el llamado Sínodo de la Sinodalidad, una iniciativa que puso en marcha en 2021 y que se ha convertido en la asamblea consultiva más plural celebrada hasta ahora en el Vaticano, en tanto que ha permitido votar por primera vez en la historia, más allá de cardenales y obispos, a sacerdotes, religiosos y laicos, incluidas las mujeres.

El primer Papa latinoamericano de la historia buscaba ahondar en las reformas de fondo y estructurales que ha iniciado en estos doce años de pontificado.

Precedido por un sondeo global, hace justo un año se celebró una primera vuelta de la asamblea y ayer se clausuraba una segunda ronda en la que han participado 368 hombres y mujeres de los cinco continentes. Ante ellos, Jorge Mario Bergoglio alertó sobre cómo «frente a las preguntas de las mujeres y los hombres de hoy, a los retos de nuestro tiempo, a las urgencias de la evangelización y a tantas heridas que afligen a la humanidad, no podemos quedarnos sentados». «Una Iglesia sentada que, casi sin darse cuenta, se retira de la vida y se pone a sí misma a los márgenes de la realidad, es una Iglesia que corre el riesgo de permanecer en la ceguera y acomodarse en el propio malestar», expuso durante la homilía en un tono serio, sabedor de las resistencias que ha encontrado en esta aventura.

«Si nos mantenemos inmóviles en nuestra ceguera seguiremos sin ver nuestras urgencias pastorales y tantos problemas del mundo en el que vivimos», advirtió desde el templo epicentro del catolicismo. Una y otra vez en su homilía, Francisco remarcó que «no necesitamos una Iglesia paralizada e indiferente, sino una Iglesia que recoge el grito del mundo y se ensucia las manos para servirlo», situando en primer plano a los pobres y marginados y quienes «no tienen voz» o «se han resignado».

No resulta baladí este comentario del pontífice, en tanto que el Sínodo de la Sinodalidad ha puesto sobre la mesa cuestiones que hasta ahora se consideraba tabú como el diaconado de la mujer, el celibato sacerdotal, la poligamia africana o la acogida al colectivo LGTBI. Tanto es así que, antes de celebrar esta segunda asamblea sinodal, Francisco decidió crear varias comisiones temáticas para sacar del debate algunos de estos asuntos para abordarlos con serenidad y concentrar en el coloquio general aquellos cambios profundos de actitudes que se traduzcan en reformas estructurarles. Por ejemplo, que en todas las parroquias y diócesis del mundo haya consejos pastorales y económicos, órganos colegiados para que las escisiones de la vida diaria y el cepillo de las iglesias locales no recaiga en una única persona, con los riesgos que conlleva en materia de abusos, corrupción…

En la tarde del sábado la asamblea aprobó todos y cada uno de los 155 puntos del documento final por una mayoría más que significativa de los 355 padres y madres sinodales con derecho a voto. Pero no con el mismo entusiasmo. El punto dedicado a las mujeres en la Iglesia, que solicita ahondar en la posibilidad de que ellas accedan al diaconado fue el que más noes cosechó (97), pero a 258 síes. «Es necesario un mayor discernimiento a este respecto», se lee en el texto. De la misma manera, en el texto se reclama «la plena aplicación de todas las oportunidades ya previstas en la legislación vigente en relación con el papel de la mujer, en particular en los lugares donde aún no se han explorado».

Al intervenir en la sesión del sábado por la tarde, Francisco sorprendió a unos y otros, desvelando que «no tengo intención de publicar una exhortación apostólica». Se trata de una decisión insólita, en tanto que, en la reciente historia de la Iglesia, cada vez que se ha celebrado un Sínodo de los Obispos, el Papa correspondiente ha recogido las sugerencias lanzadas y las ha reconducido a modo de indicaciones doctrinales en una exhortación. «En este tiempo de guerras, debemos ser testigos de la paz, aprendiendo también a dar forma real a la convivencia de las diferencias», justificaba el pontífice sobre su decisión de no añadir un nuevo documento magisterial y concentrarse en cómo reconducir y aterrizar el deseo de cambios de unos y las reticencias de otros. O lo que es lo mismo, fiel a su máxima del «caminar juntos» sin dejar a ningún católico fuera, no quiere pisar el acelerador, pero menos aún quedarse inmóvil.