Cargando...

Muerte del Papa

Una riada de cariño en la tumba de Francisco

Más de 30.000 personas acudieron este domingo a la Basílica de Santa María la Mayor a visitar el sepulcro de Jorge Mario Bergoglio

La basílica de Santa María la Mayor abre al público para visitas a la tumba de Francisco Daniel CáceresEFE

Una serpiente zigzagueante conformada por personas de todas las edades y condición se apoderó este domingo de la Piazza dell’Esquilino, a espaldas de la basílica de Santa María de la Mayor. Desde primera hora de la mañana hasta el anochecer, unos y otros se acercaron para visitar la tumba del Papa Francisco.

A ojo de buen cubero, unos cuarenta peregrinos por minuto desfilaron por delante del lugar donde descansan los restos de Jorge Mario Bergoglio, que fue enterrado allí este sábado después de una multitudinaria misa exequial en la plaza de San Pedro y el recorrido de unos seis kilómetros por el centro de Roma que le llevó hasta su templo preferido. Donde comenzaba y terminaba cada viaje. Donde acudió hasta en dos ocasiones después de su último ingreso hospitalario en el Policlínico Agostino Gemelli de Roma por una neumonía para agradecerle a la Salus Populi Romani, el icono bizantino de la Virgen María, su acompañamiento y respaldo.

Apenas había unas 200 personas a las siete de la mañana cuando abrió el templo. «Desde esta mañana ya han acudido 30.000 personas», afirmó el prefecto de Roma, Lamberto Giannini. «Ya teníamos mucha gente en los últimos días –recordó Giannini–, pero se han multiplicado por diez y estamos haciendo todos los esfuerzos organizativos posibles porque el amor de los romanos por Francisco es absolutamente visible».

Una hora larga

La duración aproximada de la fila, una hora larga que se soportaba, bien rezando, bien charlando. Con picos de calor que requerían de paraguas, crema solar y agua que repartían los voluntarios de protección civil, con alguna que otra nube y una brisa que aliviaba la espera.

En torno a las diez y media de la mañana tuvo que bloquearse el acceso porque los peregrinos se acumulaban en torno al pequeño espacio donde estaba enterrado el Pontífice argentino. Tras este pequeño receso, la policía italiana activó un ritmo de entradas por tres filas paralelas y controles para impedir que los fieles se detuvieran ante el sepulcro y limitar las fotografías y los vídeos a la sencilla sepultura de mármol de la región italiana de Liguria a la que pertenecían los abuelos de Jorge Mario Bergoglio con la inscripción de «Franciscus» y tan solo una rosa blanca como descanso, símbolo de su vínculo con Teresa de Lisieux.

Una luz tenue iluminaba una reproducción del Buen Pastor que siempre llevó a su cuello colgado el Obispo de Roma.La sencilla tumba, situada junto a la de Honorio III, se encuentra en el nicho de la nave lateral entre la Capilla Paulina, donde se encuentra la Salus Populi Romani, y la Capilla Sforza de la basílica liberiana, cerca del Altar de San Francisco.

El Papa Francisco fue inhumado en Santa María Mayor y no en el Vaticano, tal y como era su voluntad, y sus restos se suman así a otros siete Papas que también están enterrados ahí.

Sobre los motivos por los que quería ser enterrado en esta basílica mariana, una de las cuatro basílicas mayores de Roma, el Pontífice explicó que es por su «gran devoción». «Sí, porque es mi gran devoción, mi gran devoción. Y antes, ya cuando venía, siempre iba ahí el domingo en la mañana que estaba en Roma, me iba un rato allí. Hay una ligazón muy grande», destacó.

Sin modificaciones

Además, este lugar de sepultura no ha implicado modificaciones estructurales en esta histórica basílica romana, una de las cuatro papales junto a San Pedro del Vaticano, San Juan de Letrán y San Pablo Extramuros.

Entre el ir y venir de la gente, a las cuatro de la tarde, llegaron al, templo gran parte de los cardenales que en unos días se reunirán en la Capilla Sixtina para elegir al próximo Papa. Después de participar por la mañana en la segunda misa de los novendiales por el alma de Francisco, que coincidió con la eucaristía con motivo del Jubileo de los Adolescente, se dirigieron a la basílica de arraigo español para atravesar la Puerta Santa.

Los purpurados rezaron juntos las vísperas en la nave central. Después, según ha especificado el Vaticano, «hubo un momento privado para el cardenal Santos Abril y Castelló, arcipreste emérito de la Basílica, el que acompañó al entonces recién elegido Papa Francisco en su primera visita a Santa María la Mayor al día siguiente de su elección». El purpurado español fue además uno de los grandes valedores de Jorge Mario Bergoglio durante el cónclave en el que fue elegido.

A continuación, uno a uno o en grupos de tres, los cardenales se detuvieron ante la tumba. Tal y como reconoce la propia Santa Sede, «algunos permanecieron unos minutos en oración, recitando un Ave María, otros se persignaron o se hicieron una foto, los que pudieron se arrodillaron unos instantes».

Después, todos se reunieron en la Capilla Paulina, junto a la tumba, bajo la mirada de la Salus Populi Romani, que durante 126 veces vio a Francisco a los largo del Pontificado para darle gracias o encomendarle algún que otor encargo.

«Con la mirada vuelta hacia el icono que, según la tradición, fue pintado por San Lucas, los cardenales rezaron juntos en silencio», señala la Santa Sede.

Ordenadamente atravesaron el portón y subieron los tres escalones hasta la nave para rezar las segundas vísperas presididas por el cardenal arcipreste coadjutor, Rolanda Makrickas. Detrás de ellos, se unieron grupos de fieles.

«El flujo constante de visitantes, entre tanto, no cesaba, y los teléfonos móviles, apuntando primero a la tumba, se desplazaron a esta extensión de casquetes púrpura empeñados en cantar los salmos», apuntan desde el Vaticano. El acto duró algo más de media hora. A continuación, los cardenales abandonaron la basílica, que permaneció abierta hasta las diez de la noche.

Junto a los cardenales, se encontraba una de las mujeres que se convirtió en protagonista del ingreso hospitalario de Francisco. Se trata de Carmelina Mancuso, la mujer de Calabria a la que el mundo conoce como «la señora de las flores amarillas», a la que el Papa dedicó sus pocas palabras el 23 de marzo, día en que dejó el Policlínico Gemelli. Lloró ante la tumba del Papa Francisco en Santa María la Mayor.

«¿Puedo quedarme un ratito aquí?», preguntó la mujer, uniéndose a las vísperas con los más de 110 cardenales, que decidieron en la Congregación General del pasado viernes organizar este momento de oración «no programado» para rendir homenaje al Papa. Sin pasar por proceso de canonización alguno, Carmelina no se cansó de repetir a cuantos se encontraba en el camino: «Yo le quería, para mí es un santo».