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Así será la final de la Champions en 2020

El fútbol es el deporte más popular porque «engancha» a los espectadores. Pronto la tecnología provocará un gran salto que llevará a la audiencia a un nuevo nivel

Hoy los jugadores llevan GoPros del tamaño de smartphones, que en unos años resultarán enormes
Hoy los jugadores llevan GoPros del tamaño de smartphones, que en unos años resultarán enormeslarazon

El fútbol es el deporte más popular porque «engancha» a los espectadores. Pronto la tecnología provocará un gran salto que llevará a la audiencia a un nuevo nivel

Ya estamos acostumbrados a ver partidos en los que se muestran las jugadas desde diversos ángulos y en los que se informa de la distancia recorrida por los jugadores y la velocidad del balón. Comenzamos a ingresar en un mundo en el que, al menos en los entrenamientos, los deportistas llevan una Go-Pro (hoy del tamaño de un smartphone, pero que en unos años nos parecerá enorme), la cual nos permite una visión directa de su perspectiva. Pero esto no es nada. Así evolucionara el fútbol, como deporte y como espectáculo, gracias a la tecnología.

Año 2020. La final de la Champions se celebra en Riga, Letonia. Para los espectadores que acuden al estadio, las entradas tienen un código que se comunica con el smartphone y permite que sean los asistentes quienes, con un programa sincronizado a través de una red wifi, realicen el espectáculo de luces y sonidos de la previa al encuentro. Los teléfonos móviles se convierten en pequeñas pantallas que van cambiando de tonos según la música y responden a ella. Lo mismo sucede cuando uno de los equipos finalistas abre el marcador: se muestran los colores de las casacas y el número del goleador.

En las afueras del estadio, los niños intercambian cromos. Pero estos ya no son de papel o cartón, sino pequeñas pantallas flexibles y con conexión a la red que muestran los datos de los jugadores. Estos cromos se actualizan constantemente con información de las redes sociales de los jugadores y también las camisetas que visten en la imagen cambian según jueguen de local, visitante o algún evento internacional «de gala», como esta final.

Por supuesto los que más se cotizan son los ejemplares firmados. Pero no con pluma o boli, sino que el jugador apoya su smartphone en la tarjeta y su huella se pasa por NFC. Esto permite acceder a novedades de primera mano y a redes sociales privadas, el boom de los famosos para evitar que sus fotos sean robadas.

Los que no puedan acceder a estas novedades se reunirán en apps que les alertarán de las ventas de entradas apenas salgan a la venta, enviarán mensajes sobre los partidos que se pueden ver gratis online... Las apps también serán las que se coordinen en el estadio local para alentar al equipo, recibir a los jugadores de acuerdo a sus preferencias (cánticos, imágenes de sus goles o el número de su camiseta) y hasta votar en las elecciones para presidente del club. También serán un modo de recibir mensajes de audio dedicados a los fanáticos.

Las barreras entre los que acuden al estadio y los que ven el partido en su casa serán cada vez más difusas. A medida que la tecnología avanza, los precios serán más asequibles. Esto incluye pantallas en 3D y gafas de realidad virtual que harán de cada encuentro una experiencia de inmersión casi total. Esto se logrará con diversas tecnologías. Por un lado los tejidos inteligentes, como el Project Jacquard de Google, llevarán sensores y cámaras en las camisetas de los deportistas. Quienes compren una camiseta oficial llevarán sensores receptores que les permitirán, en tiempo real, sentir casi lo mismo que el jugador: cada parada de pecho, cada tirón de un adversario o el acelerado ritmo de una carrera se transmitirán vía wifi a miles de usuarios/espectadores en todo el mundo. Del mismo modo que hoy recibimos tuits haciendo mofa de un gol o compartiendo un buen regate, en una década recibiremos emociones.

Pero los jugadores y el equipo técnico también se beneficiarán de esta tecnología. El tejido inteligente enviará información de los niveles de oxígeno en sangre, deshidratación, ritmo cardíaco y hasta de la distribución en el campo, de todos los jugadores, lo que permitirá saber si están jugando de acuerdo con la estrategia convenida o no. También estarán en constante contacto con el míster del equipo para que este pueda realizar correcciones o realizar cambios.

Esto en cuanto a los sensores. Las cámaras, por su parte, formarán parte también del acto de televisar el evento y estarán sincronizadas entre sí y con pequeños drones, del tamaño de insectos, que darán una nueva perspectiva en 3D al espectáculo del fútbol. Y se convertirán en una herramienta inestimable para los árbitros que tendrán una visión como nunca antes, de todas las jugadas. La tecnología se podría convertir así en el verdugo de la picardía en el fútbol.

Las botas de fútbol también llevarán sensores que registrarán la longitud de la zancada, la fuera de impacto, la dirección, el ángulo en el que se pega al balón... o a la pierna del rival, lo que las convertirá en otro sistema de control para los árbitros. Todos estos datos se almacenarán con las preferencias y cualidades de cada jugador y, al igual que sucede con las camisetas, cada bota oficial que se venda, llevará sensores que «enseñarán» a quien las lleve puestas, los trucos del ídolo de turno.

Este año, el estadio de Riga ofrece una novedad que está a décadas de convertirse en habitual, pero que despierta la curiosidad de todos los espectadores. Se trata de una combinación de robots y realidad aumentada. Por un lado está última tecnología permite proyectar el estado y el campo de juego en cualquier espacio abierto de dimensiones similares. Así, muchos espectadores han acudido a campos ficticios donde se proyecta el encuentro como si de verdad estuvieran en la capital letona.

Es la primera vez que se realiza una prueba de esta tecnología y las televisiones están muy entusiasmadas porque les permitiría incrementar y localizar la publicidad. También es un primer intento para que jugadores amateurs «alquilen» el estadio que más les guste para jugar en él. Puede ser con y sin público. Un modo muy sencillo de decir que uno ha jugado, por ejemplo, en Maracaná o en el estadio de Wembley.

La otra novedad de Riga es que el puntapié inicial lo dará un robot de Messi. Se trata también del primer logro de la robótica en este aspecto: un androide bípedo capaz de correr a la misma velocidad que un jugador profesional y cuyo sistema de inteligencia artificial replicará, si todo sale como se espera, los patrones de juego del deportista argentino.

Si la apuesta tiene éxito, será el puntapié inicial para que robots y humanos compartan un terreno de juego. En ese momento habremos perdido el fútbol de siempre y nacerá otro deporte, uno mucho más eléctrico seguramente... pero sin tanta chispa.