Incendio en Doñana

Viaje de vuelta al corazón del incendio

El fuego no deja sólo parcelas hechas cenizas. «El camino al camping ha sido muy duro».

Un pinar completamente calcinado en el espacio protegido de Doñana tras el incendio declarado el pasado sábado
Un pinar completamente calcinado en el espacio protegido de Doñana tras el incendio declarado el pasado sábadolarazon

El fuego no deja sólo parcelas hechas cenizas. «El camino al camping ha sido muy duro».

Desolación y dolor es lo que están viviendo los vecinos del Camping Doñana 24 horas depués de presenciar uno de los fuegos más devastadores. El cielo sigue con tintes plomizos, pero ahora la percepción es muy distinta. A expensas del viento, con los tres focos perimetrados, desde Emergencias 112 siguen recordando que «la seguridad es lo primero, no se puede volver a las zonas desalojadas mientras no se autorice». Un día después de que las llamas recorriesen el asfalto a ambos lados de la carretera A-483, entre Mazagón y Matalascañas, se comprueban los efectos del fuego. Los primeros metros de carretera se presentan en calma, según nos relatan las personas que han regresado tras ser evacuadas. Sin embargo, los vecinos que vuelven al camping a recuperar algo de lo que han perdido, no quieren llegar a la triste realidad, «el camino está siendo muy duro, no queremos ver el desastre», afirma Marta Hidalgo, vecina del Camping Doñana.

Los residentes de esta instalación se van acercando a través de una carretera que ha quedado calcinada. Durante más de 24 horas, la A-483 quedó cortada al tráfico y por ella sólo se pudieron ver lenguas de fuego que se comían fauna y flora. Y no sólo árboles, pinos y animales se han visto afectados por las llamas, miles de familias han comprobado cómo parte de su vida se ha consumido. Durante el viaje, se hace difícil reconocer el paisaje. Tan solo quedan esqueletos de árboles, matorrales y ruinas. Unos kilómetros más adelante, nos narran cómo han quedado las 24 hectáreas que componen el Camping Doñana.

La recepción del camping, en Mazagón, está completamente calcinada. A mano derecha estaban las caravanas y a mano izquierda las familias fijas con módulos. Más lejos se podía apreciar una zona campista a la que sigue una piscina, cabañas de madera y bungalows. El que era un paisaje de paraíso natural ahora es una postal de pinos calcinados. En la puerta del camping, esperan impacientes familias enteras y vecinos, que presentan un rostro desolado por la pérdida de sus pertenencias. Hasta 4.000 familias, que durante la madrugada del domingo fueron desalojadas con urgencia y que hoy son la clara representación del cansancio y la tristeza. «No nos queda nada después de 40 años, hoy todo se resume a cenizas», lamenta Marta. «A mi familia le ha costado mucho dinero y trabajo tener una parcela allí», añade.

Solo el 10% del camping se ha salvado. Afortunadamente, algunas parcelas se han podido rescatar, «también una hilera de módulos y de caravanas», comenta Marta a LA RAZÓN. Lamentablemente, el resto se reduce a un amasijo de hierros, entre los que reinan el negro y el gris de un paisaje carbonizado. No queda ni el cartel de la entrada. «No se puede entrar a coger nada», comentan en la puerta. El suelo aún humea en la zona. A Manuel y Jesús, habituales habitantes de la zona, les llaman «héroes», aunque rehúyen del término. Lo que queda del camping es gracias a ellos, los trabajadores y el director del camping.

Un día después se puede ver las dos caras de la tragedia. La devastación –puede que provocada por el «factor humano», según señaló la presidenta de la Junta– y la solidaridad. Los habitantes regresan para ser atendidos por los servicios de la zona. «El camping sólo ha atendido por la web. Aquello es una piña, como un pueblo», comenta Marta. «Teníamos dos parcelas que ahora están hechas cenizas, cargadas de sueños e ilusiones. Eran de mis abuelos, nuestra segunda casa. Para nosotros el camping era algo más que eso».