Yo Creo

Las víctimas de abusos de la Iglesia, en el altar del arte

Una capilla de los dominicios reconvertida en espacio cultural acoge una exposición fotográfica sobre esta lacra

Juan Cuatrecasas ante su retrato en la exposición Acto 'Shame European Stories', sobre el abuso infantil.
Juan Cuatrecasas David JarLa Razón

Los ojos de Juan se clavan. Desde el blanco y negro del retrato que cuelga de la pared. Pero aún más cuando toma la palabra. «Mentiría si dijera que esto se supera, no es así». Lo cuenta con una seguridad que antes no tenía. «No podía dormir, me autolesionaba, apenas comía, intenté quitarme la vida en varias ocasiones…». Un anteayer que se remite a hace cuando tenía las manos agarrotadas, la espalda algo más encorvada y su mirada algo perdida. Entonces, su padre hablaba por él. Hoy Juan Cuatrecasas tiene 26 años, ha logrado terminar la carrera y le respalda una sentencia del Tribunal Supremo que condenó a dos años de prisión a un profesor que comenzó a abusar de él cuando tenía 12 años en el colegio Gaztelueta de localidad vizcaína de Lejona, vinculado al Opus Dei. Además, tras su participación en el documental «Amén», de Disney+, donde un grupo de jóvenes entrevistan al Papa, Francisco decidió que se revisara el proceso canónico que, frente a la justicia civil, exoneró al docente.

Con estos avales, Juan ahora implora «una actuación inmediata en nombre de las víctimas. Llevamos mucho tiempo en silencio, incomprendidos, señalados y revictimizados». Basta escuchar de viva voz las secuelas de Juan para hacerse una idea de lo que hay detrás de cada una de las imágenes que se pueden contemplar –o que gritan desde su silencio– en la exposición fotográfica «Shame European Stories». Ya ha recorrido varias ciudades en Europa y permanecerá hasta el 21 de julio en Madrid. Frente al objetivo del fotógrafo Simone Padovani han pasado quienes han sufrido agresiones en su niñez, lo mismo en manos de un sacerdote que de un entrenador de fútbol, de un familiar… Una denuncia visual que es acogida en un lugar no menos significativo: O_Lumen, el espacio de arte creado por los dominicos en pleno barrio de Salamanca. «Tenemos que hacer el recorrido de mirar a los ojos a todos y cada uno de los que están en estas fotografías. De manera silenciosa nos están contando sus historias. Es así como iremos ganando la batalla a esta lacra», apunta Xabier Gómez, director de O_Lumen.

Una capilla con arte y denuncia. Por eso, el simple hecho de pasar por el dintel de este oratorio que preside un Crucificado provoca algo más que escalofríos a quienes han visto quebrada su infancia por un eclesiástico. Temblor, pero también habla de vientos de cambio: «Que estemos aquí, en una iglesia, con representantes de la Iglesia es un signo relevante». Lo pone de relieve Letizia de la Hoz, abogada especializada en acompañamiento a víctimas de abusos eclesiales que puso en marcha, junto a los padres de Juan, la asociación Infancia Robada. «No es nada fácil estar aquí porque muchas víctimas lo que han visto hasta ahora es una Iglesia que mira para otro lado. Pero también hay otras muchas personas en la Iglesia que están dando su vida por las víctimas», apunta la abogada.

Letizia toma la palabra en la puesta de largo de la exposición con un respaldo institucional eclesial de primer orden. Y en primera fila. Por un lado, el recién elegido arzobispo de Madrid, José Cobo. Por otro, el religioso Jesús Díaz Sariego que, además de ser provincial de los dominicos españoles, es el presidente de la Conferencia Española de Religiosos (Confer), que representa a los 33.000 frailes y monjas españoles. Junto a ellos, el defensor del Pueblo, Ángel Gabilondo, responsable de capitanear la comisión encargada por el Congreso de los Diputados para radiografiar esta lacra.

Sabedores de que hoy por hoy, no basta solo con un «mea culpa», tanto Cobo como Díaz Sariego van más allá y se comprometen con una justicia restaurativa, en línea con la «tolerancia cero» marcada por el Papa Francisco. «No queremos quedarnos solo en pedir perdón, queremos trabajar compartiendo cicatrices y facilitando procesos de sanación donde cada víctima se ponga en el centro, sabiendo de nuestras pobrezas y nuestros errores, para que el abuso no se encubra nunca. En medio de este huracán desbordante, la Iglesia de Madrid no quiere esconder el sufrimiento que ha generado», destaca Cobo. Y no son palabras huecas las del prelado, en tanto que, de la mano del filósofo Miguel García-Baró y del vicario episcopal para el Desarrollo Humano Integral y la Innovación, José Luis Segovia, han puesto en marcha Repara, el proyecto de asesoramiento y acompañamiento a víctimas de la Iglesia referente en nuestro país que ya han asumido como propio otras diócesis como León y Teruel. «Estamos aprendiendo a buscar la verdad en los ojos, las lágrimas y en vuestras heridas. Las víctimas se han convertido para nosotros en maestras de vida y promotoras de nuevos caminos», admite el arzobispo.

«Hay un camino ya avanzado. Se ha logrado mucho, pero aún queda en las personas e instituciones un trecho por recorrer», admite el presidente de la Confer. Sobre todo, en lo que tiene que ver con «la justicia personalizada en cada rostro sufriente».

«No me pidan que sea una buena víctima, no soy capaz», comparte Teresa Conde, vejada por un religioso trinitario en Salamanca. A las heridas generadas por su depredador, se sumaron después no pocas negligencias desde las puertas eclesiales a las que fue llamando para denunciar su casos. Por eso no duda en afirmar que «he sufrido abusos físicos, psicológicos e institucionales». O lo que es lo mismo, un revictimización que también comparte Patricia. Su particular infierno comenzó cuando tenía 12 años. «Aquel sacerdote se aprovechó de mi debilidad y confesión, una vez llevado a su terreno, decapitó mi pubertad». Con sus heridas y su dignidad por delante, Patricia resume de un plumazo su reivindicación a pie de ambón: «Verdad, reparación y justicia».