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Alberto Conejero: “El teatro siempre debe enfrentarse a lo político”

Ganador del Premio Nacional de Literatura Dramática con “La geometría del trigo”, el aplaudido dramaturgo habla del panorama teatral actual y del ejercicio de su oficio

Alberto Conejero recibió el Premio Nacional de Literatura Dramática por “La geometría del trigo”
Alberto Conejero recibió el Premio Nacional de Literatura Dramática por “La geometría del trigo”larazonAlberto Conejero

Cuando Alberto Conejero rondaba los 18 años, su madre le dio a conocer una historia de Vilches, la localidad jiennense que vio nacer al autor en 1978, que siguió desde entonces asaltando su conciencia de manera recurrente. Le contó que una amiga de la familia había abandonado para siempre el pueblo, instalándose en Barcelona con su hijo, tras haber encontrado a su marido teniendo relaciones sexuales en una mina con otro hombre; después de aquello, también el marido se marchó del pueblo, y solo volvería a él para ser enterrado mucho tiempo después. Inspirándose en este episodio cercano y real, aunque tomándose, obviamente, las licencias que la ficción permite, fue como el dramaturgo, según me cuenta él mismo en la intimidad que nos proporciona el madrileño café-librería La Fugitiva, concibió “La geometría del trigo”, la obra con la que acaba de proclamarse ganador del Premio Nacional de Literatura Dramática 2019.

Tiene, como es lógico, la felicidad dibujada en el rostro, y asegura que, si alguna vez pensó que podría alzarse con el galardón, fue el año de La piedra oscura “por el impacto que tuvo aquella función”, cuyo éxito de crítica y público permitió, ciertamente, que la obra se mantuviera viva largo tiempo en la cartelera desde su primera representación en 2015 y estuviera en boca de todos los aficionados al teatro. Con “La geometría del trigo”, estrenada en el Centro Dramático Nacional la temporada pasada, Conejero ha debutado además como director escénico. La obra continúa de gira por España y podrá verse pronto en Vilches, adonde está previsto que acuda, precisamente, la mujer real que ha inspirado el personaje de Beatriz. Entre sorbos de café y libros de viejo, el dramaturgo, considerado ya entre los grandes de nuestro teatro actual, me habla sobre el Nacional y sobre otras cuestiones relacionadas con su oficio.

-No recibe el premio en la modalidad de ‘Teatro’, sino en la de ‘Literatura dramática’. Supongo que es este el galardón más apropiado para alguien que, ante todo, es escritor.

-A mí, desde luego, me hace mucha ilusión. En primer lugar, por entrar en una nómina de hombres y mujeres que han dado grandes frutos a nuestro teatro. Y, en segundo lugar, porque yo, efectivamente, soy un amante y un defensor de la condición literaria del teatro. Valle-Inclán, Lorca, Calderón… están para mí a la altura de Delibes o del Cervantes narrador. Creo que muchas de las páginas de la literatura dramática son cimas del castellano.

-Sin embargo, los autores siguen peleando para que se reconozca esa dimensión literaria del teatro, ¿no?

-Sí; creo que las razones son varias. Ha faltado, en primer lugar, una mayor especialización crítica dentro de la Universidad en literatura dramática. Por otra parte, en los años 60, 70 y principios de los 80, dentro de las propias filas del teatro empezaron a proliferar corrientes y planteamientos que anunciaban la muerte del autor. Por último, creo que vivimos en una época en que la palabra ha estado muy asediada ante un batallón de imágenes. Felizmente, creo que hay un resurgir de la literatura dramática que tiene que ver precisamente con esa necesidad de encontrarnos de nuevo con las palabras; y también de cuidarlas, porque están muy prostituidas por nuestro presente.

-En cuanto a La geometría del trigo, ¿por qué cree que permaneció indeleble en su memoria aquella historia que le contó su madre?

-Probablemente tenga que ver el momento de mi vida en que me la contó. No creo que fuese casual; creo que ella escogió ese momento. Un momento en que yo me tenía que abrir al mundo. Creo que mi madre, a su modo, me estaba diciendo: “Alberto, está muy bien que seas honesto con lo que eres”.

-Evidentemente, la homosexualidad está presente en la obra, pero ¿cuál diría que es el verdadero tema de fondo?

-Es verdad que la homosexualidad no lo es. Hay un triángulo amoroso en el que dos de los personajes son homosexuales; y ya está. Creo que el tema fundamental es la educación sentimental en una época como el franquismo; una educación que no permitía hablar de muchas cosas, no solo de la homosexualidad. Cuando algo existe y no se habla de ello, permanece gritando debajo de las alfombras. Ese es el verdadero tema. A veces las tragedias se arman como monstruos terribles precisamente por esa incapacidad para hablar, para dialogar. También salen a colación otros temas, como la crisis económica reciente; y hay un homenaje a las generaciones de nuestros mayores, a las que hemos juzgado con injusta severidad. Ellos también tuvieron que hacer sacrificios y renuncias, y no sin dificultades.

-“Todas las noches de un día”, “Ushuaia”, “La geometría del trigo”… Casi todas sus obras parecen interpelar al espectador de hoy, pero a partir de mundos concretos, íntimos, alejados del ruido y de nuestro marco social más reconocible…

-Sí; yo diría, en contra de lo que siempre se insinúa, que hay en mis obras más puntos en común con el Romanticismo que con Lorca. Me gusta alejarme del ruido y del presentismo porque trato de encontrar algo más profundo y arcaico. Yo, desde luego, soy un autor del presente; pero mi decisión como autor con respecto a ese presente es no doblar su ruido ni plegarme a él, sino establecer una dialéctica con él. Creo, sinceramente, que es una opción más arriesgada que otras.

-Hay un sector del público al que parece que le encanta escuchar un discurso político muy concreto cuando va al teatro. Conscientes de ello, muchos autores deciden dárselo. ¿Qué opina de esa opción? ¿Cuál cree que debe ser la relación del teatro con la sociedad a la que se dirige?

-Bueno, el teatro siempre es político. Siempre hay un discurso político, por acción u omisión. Lo que pasa es que a veces ese discurso político prima sobre lo teatral, y entonces… eso se convierte en otra cosa. Yo, desde luego, no sé estar ahí; no me interesa. Creo que el teatro debe abrir grietas, generar preguntas, sacudir nuestras propias certezas; no debe habitar en un púlpito ni en un estrado, sino en la duda. Yo no utilizo el escenario para hablar de mis ideas, ni convierto a mis personajes en mis portavoces. Mis ideas están presentes en mi día a día como ciudadano y en mi voto; pero en el teatro, precisamente, lo que quiero que esté presente es la incertidumbre del ser humano, sus rincones más oscuros, sus dudas. Además, creo que ese teatro que se pliega a lo político es finalmente inocuo, porque solo puede convencer a los ya convencidos. El teatro, para ser verdaderamente político, ¡tiene que enfrentarse a lo político!

-Y ahora, después del Nacional, ¿empieza una nueva etapa para usted como autor?

-Bueno, la memoria del teatro es muy frágil. Es verdad que este premio me va a permitir, sobre todo, tiempo para escribir y no estar pendiente de otros trabajos (el galardón tiene una dotación de 20.000 euros); porque yo no puedo vivir exclusivamente de la escritura, como no puede casi nadie. El premio quedará para mí para siempre. Pero hay que seguir trabajando como si nada hubiera ocurrido