
Auriculares con cable vs auriculares inalámbricos
Auriculares con cable en 2025: cuándo siguen siendo la mejor opción
Aunque los auriculares Bluetooth dominan el mercado, el cable sigue siendo insustituible para quienes priorizan calidad, precisión y fiabilidad sonora. Aquí te explico por qué

Vivimos en una era dominada por la comodidad. El avance del Bluetooth ha transformado el mercado de consumo hasta el punto de convertir a los auriculares inalámbricos en el estándar por defecto para la mayoría de los usuarios. Ya sea para escuchar música en el transporte público, hacer ejercicio o atender llamadas, los modelos sin cables ofrecen una libertad de movimientos que ha redefinido la experiencia auditiva cotidiana. Sin embargo, hay un reducto del audio donde la tradición no solo sobrevive, sino que se impone con firmeza: el de quienes priorizan la calidad sonora, la fiabilidad y la ausencia de artificios.
Los auriculares con cable, lejos de desaparecer, están viviendo un inesperado regreso. Mientras las estadísticas muestran un crecimiento continuado del segmento Bluetooth, también revelan un fenómeno más sutil pero significativo: el redescubrimiento del audio cableado por parte de quienes buscan una experiencia auditiva sin concesiones. Esto no es un capricho nostálgico, rebeldía antimodernidad o una pose hipster; es una elección informada basada en ventajas tangibles que ningún sistema inalámbrico ha conseguido igualar por completo.
Para entender por qué los auriculares con cable siguen siendo relevantes —e incluso insustituibles en determinados contextos— es necesario ir más allá del debate simplista entre "viejo" y "nuevo". Porque la pregunta no es si los auriculares con cable tienen sentido en 2025. La pregunta real es: ¿en qué casos renunciar al cable supone renunciar a la calidad?
Más allá del marketing: ventajas técnicas difíciles de replicar

Los auriculares con cable suenan mejor. Sí, así de rotundo. Y podría dejarlo ahí, pero entonces no se justificaría este artículo, así que voy a dar argumentos. Para empezar, a diferencia de sus homólogos inalámbricos, que deben comprimir la señal digital para transmitirla por aire, los modelos con cable ofrecen una transmisión estable y sin pérdidas.
Esto se traduce en una reproducción sonora más rica, con mejor dinámica, escena más amplia y separación instrumental más precisa. Es un hecho técnico observable y demostrable, no una cuestión de percepción subjetiva —personalmente intento huir de ellas cuando escribo—: aunque los códecs Bluetooth han evolucionado, siguen limitados frente a la pureza de una señal sin comprimir que viaja por cobre.
Y siguen sin ser realmente lossless. Sí, ya sé que siempre digo lo mismo, pero es que tengo la sensación de que hay quien prefiere engañarse pensando que sus auriculares de gama alta compatibles con Hi-Res Audio Wireless son lo mejor que va a escuchar en su vida. Y no: realmente esta certificación se entrega por capacidades de hardware y no por cómo la señal se comprime o descomprime en los auriculares.
Tampoco hay que olvidar la latencia. En contextos donde la sincronización entre imagen y sonido es crítica —como la producción musical, el doblaje o los videojuegos competitivos— los auriculares con cable siguen siendo la única opción profesional válida. Incluso con los mejores códecs, la latencia del Bluetooth oscila entre 20 y 200 ms, mientras que con cable es prácticamente nula. Aquí no hay margen para compromisos: el retraso, por mínimo que sea, rompe la experiencia.
En tercer lugar está la fiabilidad estructural. Aunque los auriculares inalámbricos han mejorado en autonomía y conectividad, siguen dependiendo de baterías que se degradan, chips que pueden fallar y conexiones que se interrumpen. Los auriculares con cable, en cambio, prescinden de todos estos puntos de fallo potencial. Su sencillez técnica los convierte en dispositivos robustos, duraderos y de mantenimiento mínimo. Y eso, cuando se premia la calidad y la fiabilidad por encima de la comodidad, no tiene precio.
Auriculares con cable en el ámbito profesional y audiófilo: un estándar que no se discute

En los estudios de grabación, los auriculares con cable son norma absoluta. Productores, técnicos y músicos dependen de una señal limpia, constante y sin artefactos. Modelos como los Sennheiser HD600, los Beyerdynamic DT 770 Pro o los Audio-Technica ATH-M50x siguen siendo herramientas de trabajo imprescindibles. No por nostalgia, sino porque suenan bien, no fallan y no dependen de si hay batería o cobertura. Además, el aislamiento que ofrecen los modelos cerrados con cable es insustituible durante las grabaciones, cuando la mínima fuga puede arruinar una toma.
En el mundo audiófilo, el uso de auriculares con cable es prácticamente un acto de fe. Pero no una fe ciega, sino documentada: los amantes del sonido buscan la reproducción más cercana posible al original, lo que implica trabajar con archivos sin pérdida (FLAC, ALAC, DSD), DACs externos y amplificadores dedicados. En ese ecosistema, los auriculares inalámbricos simplemente no tienen cabida. Su limitación estructural —compresión, latencia, interferencias— los excluye por definición; los oídos más exquisitos no quieren eso. Los auriculares con cable, especialmente los de alta impedancia, son la única vía para alcanzar ese nivel de exigencia.
Hay otro aspecto a considerar: la impedancia. Muchos modelos de referencia tienen una impedancia que va de los 150 a los 600 ohmios. Esto significa que requieren un voltaje mayor para funcionar a pleno rendimiento. Los dispositivos inalámbricos no pueden ofrecer ese nivel de amplificación sin comprometer autonomía y tamaño. Por eso los auriculares cableados no solo suenan mejor, sino que permiten el uso de modelos que están fuera del alcance de cualquier sistema Bluetooth.
Bluetooth y sus límites: lo que no se suele contar

No se trata de despreciar el avance que ha supuesto el audio inalámbrico. Además, sería tremendamente injusto. Los auriculares Bluetooth se han acabado haciendo con el mercado por razones legítimas: son prácticos, cómodos y cada vez suenan mejor. Pero también conviene señalar sus limitaciones, especialmente cuando se comparan con el cable desde un punto de vista técnico.
La primera y más evidente es la compresión. Aunque estándares como LDAC permiten transmitir hasta 990 kbps, eso sigue estando lejos de los 2304 kbps de un flujo sin comprimir por cable. Y eso en condiciones ideales: en la práctica, LDAC suele negociarse a 660 o incluso 330 kbps si hay interferencias. Códecs como SBC o AAC, ampliamente usados, ofrecen aún menos margen de calidad. Para quien escucha música de forma casual, esto puede ser suficiente. Para quien presta atención a cada capa sonora, no lo es. De nuevo, sé que me estoy repitiendo, pero es que me apoyo en datos científicos y empíricos. Contra los números no se puede discutir.
La latencia, como ya hemos dicho, sigue siendo una barrera. Incluso los sistemas que presumen de baja latencia (como los chips Qualcomm aptX Low Latency) no bajan de los 30 ms en condiciones reales. No es mucho, pero sí lo justo para desincronizar audio y vídeo, y en ningún estudio serio se les ocurriría comprometer una grabación con dicha latencia. Y a eso hay que sumar los problemas de conectividad: cortes, interferencias, limitación de alcance, incompatibilidades con ciertos dispositivos... hay algunos que tienen unos problemas de estabilidad enormes —que son minoría, pero hacen mucho ruido—.
Finalmente está el tema de la batería. Todos los auriculares Bluetooth, sin excepción, están limitados por su batería interna. Esta se degrada con el tiempo, no siempre es reemplazable, y condiciona el uso del dispositivo. Además, la carga de más componentes implica un peso mayor, un tamaño más voluminoso o una construcción más frágil. No es casualidad que muchos auriculares Bluetooth fallen justo cuando más los necesitas.
Entonces, ¿me paso definitivamente al cable? ¿Me quedo con Bluetooth? ¿Cuándo tiene sentido usar uno u otro?

Por partes: este artículo, si bien aboga por lo alámbrico, no hace proselitismo aduciendo que todo el mundo deba usar auriculares con cable. Para escuchar música en el gimnasio, hacer llamadas en movimiento o ver vídeos en el sofá, los auriculares Bluetooth son una solución excelente. La clave está en no caer en el mito de que son siempre la mejor opción. No lo son; son la más cómoda en determinados contextos. Pero cuando lo que importa es la calidad sonora, la fiabilidad o la precisión, el cable gana por goleada.
Además, los auriculares con cable ofrecen una mejor relación calidad-precio. Al no incluir baterías, antenas ni chips inalámbricos, su coste de fabricación es menor y su inversión se concentra en los transductores, el diseño acústico y los materiales. Eso se traduce en modelos más baratos que suenan mejor que equivalentes inalámbricos del mismo precio. Y a largo plazo, no hay baterías que fallen ni necesidad de sustituir el producto por obsolescencia programada.
También hay una dimensión cultural: el auge de lo retro, la estética de los 90 y 2000, y el valor que muchos otorgan hoy a lo tangible, están devolviendo al cable un cierto estatus. Pero más allá de modas, lo que realmente importa es que el cable sigue siendo técnicamente superior para quien exige más de su música. Y eso no va a cambiar fácilmente.
El cable no ha muerto. Solo ha encontrado su sitio

A pesar de la hegemonía del Bluetooth en el mercado del audio de consumo, los auriculares con cable siguen siendo imprescindibles para una amplia gama de usuarios exigentes: profesionales del audio, músicos, audiófilos, creadores de contenido y gamers competitivos saben que hay cosas que el inalámbrico aún no puede ofrecer. Y aunque esa brecha se va cerrando, aún estamos lejos de una paridad real.
Y podréis decirme que XPAN ya es una realidad y que es una mera cuestión de tiempo que llegue la paridad, y tendréis razón. Pero, de momento, el panorama es el que es. Yo uso auriculares Bluetooth a diario, ya sea por que los estoy probando para un análisis, o porque ese día no me apetecía llevarme el FiiO CP13 con los IEMs, pero en mi casa el cable y el driver planar son soberanos supremos.
La cuestión es entender que no se trata de elegir entre el pasado y el futuro, sino entre dos soluciones válidas según el contexto. El cable no compite por moda ni por nostalgia: compite por calidad. Y cuando se trata de escuchar con atención, grabar con precisión o disfrutar sin interrupciones, sigue siendo la opción más sensata.
En definitiva: el cable no está de vuelta porque haya desaparecido, sino porque nunca se fue. Sólo que ahora, quienes realmente lo valoran, saben exactamente por qué lo eligen.
✕
Accede a tu cuenta para comentar