Opinión

El gadget de mi vida: los auriculares que escuchan el silencio

Audio Technica ha creado los R70xa con una visión: convertirse en luthiers del sonido.

Auriculares
La rebeldía de esuchar lo inauditoAudio TechnicaAudio Technica

Hay una primera vez para todo: para mirar el mar, para escuchar nuestra voz grabada, para una comida familiar de domingo… para ponerse unos auriculares. Esa primera vez en particular, puede tener diferentes aristas, pero siempre es como entrar, con un solo sentido (el del oído) en el cuerpo, en una habitación de terciopelo: la música dejaba de estar en el aire y empezaba a estar dentro.

Era una experiencia pionera, casi biológica: una propiocepción del oído. Como si el mundo, por un instante, hubiera aprendido a susurrar, a susurrarnos. Desde entonces, cada auricular que usamos intenta recrear esa sensación inicial: la del asombro íntimo. Para mí, esa habitación de los susurros se llama Audio-Technica ATH-R70xa.

Tuvo que pasar tiempo hasta que comprendiera (y luego pudiera nombrar) esa sensación: luthiers del sonido. Audio-Technica los fabrica en Japón con una precisión que roza lo artesanal. Cada uno de ellos se ensambla y calibra manualmente para que ambas mitades, izquierda y derecha, coincidan en frecuencia y equilibrio.

Su diseño abierto permite que el aire circule por una malla tipo panal, eliminando resonancias. El resultado es un objeto tan ligero (199 gramos) que desaparece, y al hacerlo, permite que aparezca el sonido.

Shiwaku Nonomi, la ingeniera que lidera el proceso lleva más de una década, habitando este, nuevamente, cuarto de terciopelo. Y es ella quien lo compara con el trabajo de un luthier: “Cada auricular tiene una voz, hay que escucharla antes de dejarla salir.” Y tiene razón.

Hay una diferencia casi moral entre oír y escuchar. Oír es pasivo: un reflejo, una vibración que llega. Escuchar, en cambio, exige presencia, voluntad. Es prestar atención a lo invisible. Y en esa permuta de prestar algo, en este caso atención, nuestro cerebro también permuta… cambia.

Nos lleva a escuchar la respiración del cantante, el roce del arco, el espacio entre dos notas. Y, cuando un espacio vacío, se convierte en un sonido detectable (el silencio), es cuando entendemos que escuchar es una forma de estar, primero. Y luego de ser. En un momento de ruido constante, de necesidad de expresar opiniones, deberíamos aprender a escuchar, tanto como a hablar.

Hay una razón profunda por la que el sonido nos toca tan directamente. No importa si entendemos lo que dice Elton John cuando nos “dedica” Your Song o si Nina Simone, se “Siente bien” (Feeling Good), porque la realidad es que no entendemos sus palabras. Solo la emoción de sus voces.

El olfato es el sentido más ligado a la memoria: tiene pasaje directo al cerebro sin pasar por el tálamo, pero el sonido ocupa el segundo lugar en esa jerarquía emocional. Ambos sentidos acceden a los recuerdos sin pedir permiso a la razón.

Cuando escuchamos algo, una canción, una voz, el rumor del viento, el sonido no solo se procesa en el córtex auditivo. También activa el sistema límbico, el territorio donde nacen las emociones. Allí, en la amígdala y la corteza orbitofrontal, se liberan neurotransmisores como la dopamina (placer) y la serotonina (estado de ánimo), mientras disminuye el cortisol, la hormona del estrés. Escuchar música es, literalmente, una forma de modificar el cuerpo: el pulso se desacelera, la presión baja, la respiración se vuelve más profunda.

No es casual que, tras unos minutos con los R70xa, el mundo parezca más respirable. No es sugestión; es neurofisiología.Y lo interesante en este sentido es que los he comenzado a usar no solo para escuchar, también para no hacerlo. Y en el proceso he descubierto que el silencio también tiene texturas.

Los ATH-R70xa son fieles no por su marca, sino por su manera de no interferir. Su respuesta plana (de 5 Hz a 40 kHz) revela lo que está y calla lo que no. En un estudio, esa honestidad es crucial: muestra defectos, matices, respiraciones. Pero fuera del estudio, esa misma transparencia se vuelve un acto poético: la verdad sonora como forma de belleza.

En términos técnicos, este número indica el rango de frecuencias que los auriculares pueden reproducir. El oído humano percibe, en promedio, de 20 Hz a 20 kHz. Los primeros son los graves profundos, que rondan los 20 Hz (el rumor de un trueno o un contrabajo). En el otro extremo están los agudos que van hasta los 20 kHz.

Así, cuando vemos un rango más amplio, como en el caso de los R70xa, no significa que podamos escuchar esas frecuencias en los dos extremos, sino que los auriculares reproducen el rango audible completo sin distorsión. Y con ello ponen sobre la mesa una pregunta que todos los humanos nos hemos hecho: si algo existe, pero no podemos percibir por ningún sentido, ¿es real?

La respuesta de los R70xa es afirmativa: al igual que ocurre con la materia oscura, que no podemos percibir y solo detectamos por las huellas que deja, estos cascos también dejan un testimonio que va más allá del sonido como refugio y tiene que ver con una decisión, la de oír lo inaudito, como acto de rebeldía sensorial: a veces, escuchar, y no solo oír, sigue siendo la forma más humana de estar en silencio.