
Aeronáutica
La NASA publica un vídeo del vuelo del X-59, desde el cockpit
Si cumple con las promesas, este avión cambiará la industria aeronáutica, según la agencia espacial.

El despegue ocurre en aparente calma, con el sol bajo iluminando el desierto y una pista que parece interminable. La cámara, situada en el interior de la cabina, muestra cómo el avión comienza a rodar, se alinea y despega con suavidad. No hay dramatismo visual, ni turbulencias espectaculares. Y eso es, precisamente, el mensaje. El vídeo publicado por NASA muestra el primer vuelo del X‑59 QueSST como un ejercicio de precisión tranquila, casi quirúrgica.
El X-59 es cualquier cosa menos un avión convencional. Su fuselaje extremadamente largo y estrecho, su morro desproporcionado, que impide al piloto ver directamente hacia delante, y la ausencia de una visión frontal tradicional no son caprichos estéticos. Cada centímetro de su geometría está pensado para una sola misión: romper la barrera del sonido sin producir el clásico “boom sónico” que durante décadas hizo inviable el vuelo supersónico sobre tierra firme.
Durante el vuelo, el piloto no mira el cielo a través de un parabrisas, sino mediante un sistema de cámaras y pantallas que reconstruyen lo que ocurre al frente del avión. El vídeo deja claro hasta qué punto este aparato es más un laboratorio volador que un modelo previo a la producción. Aquí no se busca transportar pasajeros, sino recopilar datos: ruido, aerodinámica, comportamiento estructural y respuesta del avión a distintas condiciones.
El problema que intenta resolver es antiguo. Desde los años sesenta, el estampido sónico (la onda de choque que llega al suelo como una explosión) convirtió al vuelo supersónico en una molestia acústica masiva. Fue una de las razones por las que aeronaves como el Concorde solo pudieron volar a más de Mach 1 sobre el océano. El X-59 propone otra idea: redistribuir esas ondas de choque a lo largo del fuselaje para que, en lugar de un estallido, lleguen al suelo como un golpe sordo, breve y mucho menos intrusivo.
Este primer vuelo no alcanzó velocidades supersónicas. No era el objetivo. Sirvió para comprobar que todos los sistemas funcionaban como se esperaba y que el avión podía volar de forma segura. Lo verdaderamente importante vendrá después, cuando el X-59 empiece a acelerar y a demostrar si su promesa acústica se sostiene fuera del papel y las simulaciones.
Detrás del proyecto está también Lockheed Martin, responsable del diseño y la construcción del avión. El programa QueSST (Quiet SuperSonic Technology) no busca fabricar directamente aviones comerciales, sino generar suficiente evidencia científica como para que los reguladores reconsideren las estrictas normas que hoy prohíben el vuelo supersónico sobre tierra.
El vídeo desde la cabina tiene, además, un valor simbólico. Por primera vez en décadas, el vuelo supersónico no se presenta como una carrera ruidosa y agresiva, sino como un ejercicio de ingeniería cuidadosa, casi discreta. El mensaje es claro: ir más rápido no tiene por qué significar hacer más ruido.Si el X-59 cumple lo que promete, podría cambiar no solo cómo volamos, sino dónde y cómo se permite volar.
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