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Crítica de «The Eddy»: Entre lo melódico y lo mísero

La nueva serie de Netflix, codirigida por Damien Chazelle («La La Land»), combina el retrato de la vida en un club de jazz parisino con una oscura trama criminal

André Holland (izda.) y Tahar Rahim en «The Eddy», nueva serie de Netflix
André Holland (izda.) y Tahar Rahim en «The Eddy», nueva serie de NetflixLou FaulonNetflix

Probablemente, aquellos de ustedes que conocen la existencia de «The Eddy», la hayan oído ser etiquetada como «la serie de Damien Chazelle». Y lo cierto es que se trata de una descripción inexacta. Sí, Chazelle ha dirigido sus dos primeros episodios –se compone de ocho–, pero que nadie espere de ella nada parecido a «La La Land 2». Aunque incluye temas y motivos con los que el director ha estado trabajando desde su ópera prima, «Guy and Madeline on a Park Bench» (2009) –ardientes actuaciones musicales, personajes que sopesan el coste de perseguir sus sueños, jazz–, en ella no hay secuencias tan elaboradas como el baile en la autopista de «La La Land» (2016) o los brutales ensayos del batería protagonista de «Whiplash» (2014). En cambio su estilo –establecido por Chazelle en esas dos horas largas de metraje iniciales– adopta una estética verité que recuerda a John Cassavetes y a la Nouvelle Vague. En la versión de París que ofrece la gente no lleva faluche ni cruza el Sena con una baguette bajo el brazo y no hay imágenes de postal. Es una ciudad de bloques de pisos anodinos, sofás raídos, baños mal iluminados y platos en todos los fregaderos. Aparte de una toma fugaz de la Torre Eiffel en la distancia, no hay nada de las postales de la ciudad en ninguna parte.

Ensayos y espontaneidad

En su mayoría, la serie transcurre en «The Eddy», un club de jazz del 13e Arrondissement –el multicultural barrio en el que Chazelle pasó buena parte de su infancia–. Su coproprietario, Elliot, es un pianista que no se ve capaz de tocar música desde la muerte de su hijo, aunque sigue componiendo y ha montado una banda, que suele ocupar el escenario del local. Sus principales problemas son su hija adolescente, que se ha mudado con él desde Nueva York para tratar de sentar la cabeza, y las peligrosas conexiones que su socio Farid ha establecido con unos mafiosos.

«The Eddy» está llena de música, vehiculada a través de escenas de ensayos, y «jam sessions», y audiciones, y momentos en los que, de forma espontánea, Elliot usa el teclado o la trompeta para hilar unas cuantas notas; cada vez que el jazz toma el protagonismo, la pantalla ofrece una explosión de sonido y color y flow. Pero la serie también ofrece una subtrama criminal que irrumpe de forma repentina –alguien es asesinado hacia el final del primer episodio– y poco a poco va ocupando mayor espacio narrativo. Y, aunque considerados por separado ambos ingredientes funcionan –especialmente la música–, juntos se muestran tan incompatibles como el chorizo y la nocilla.

Pese a ello, la serie es admirable por su habilidad para crear atmósferas y estados de ánimo, a menudo simplemente fijándose con sutileza en los rostros de sus personajes. Y por la paciencia con la que explora la cultura y las costumbres de la comunidad norafricana de París, y por los momentos de lirismo que obtiene de tomarse su tiempo para observar a un grupo de personas dañadas que procesan su dolor a través de la música. Y también, en última instancia, porque es imperfecta, impredecible y rebosante de vida. Como una buena sesión de jazz.

Por qué hay que verla por qué no: Porque ofrece una mirada distinta a la capital francesa, personalidad para aburrir y una sucesión de momentos musicales memorables.
El mayor acierto: Las composiciones musicales del productor Glen Ballard, en su día colaborador de artistas como Michael Jackson y Alanis Morissette.
Si le gusta también puede ver... las películas del más ilustre de su plantel de directores, Damien Chazelle, con las que comparte temática y motivos.
El dato: Los temas musicales compuesfueron el punto de partida de la serie. Los personajes y tramas se añadieron posteriormente alrededor de las canciones.