Ganador "Maestros de la costura"
Ancor Montaner: «Toda la culpa es de mi mujer, y cuando volví le dije, ’'y ahora, ¿qué hacemos’'?»
El ganador de “Maestros de la costura” consiguió el premio de 50.000 euros y un curso de Diseño de Moda en el Centro Superior de Moda de la Universidad Politécnica de Madrid
Durante toda la entrevista el ganador de la cuarta edición de «Maestros de la costura» de Shine Iberia para TVE insiste en que está muy nervioso y «atacado».
–Confiese en esta entrevista que toda la culpa es de su mujer.
–Eso sí, toda la culpa es de ella. Yo cuando volví le dije: «Ana qué has hecho; y ahora, ¿qué hacemos?». Este programa marca un antes y un después Y entonces cogeremos la ola y a sacarle todo el partido.
–Ha declarado que con el premio quizá monte su propio negocio
–Claro, ahora mismo lo que voy a hacer con este dinero es que me lo guardo. Vengo a Madrid a formarme porque, claro está, tengo que aprender mucho. Vamos, yo quiero ser lo más perfecto posible, pero tampoco matarme. Luego, incluso que algún diseñador que me quiera para sus talleres. Y como meta final, sí que quiero mi propio Atelier.
–¿Qué tal ha sido su relación con Raquel Sánchez Silva?
–La verdad es que es como una madre: tan cercana, tan cálida. Si te fijas en el programa, cuando estamos todos cortados con cualquier cosa, es la que viene corriendo a abrazarnos y a decir «venga que sois finalistas».
–¿Y con los jueces?
–De ellos solo te puedo decir maravillas. De Caprile que es maravilloso: su elegancia, su buen hacer, y todos los consejos que daba. Palomo me parece una inspiración maravillosa. Además, él y yo tenemos la misma edad, y creo que más o menos nos entendíamos porque hemos vivido la misma época de niñez y adolescencia. Además su estilo me parece súper romántico y es un emprendedor. Que con mi edad haya llegado tan lejos y cómo ha elevado al hombre al nivel de la mujer en la moda. María Escoté: esa fuerza, esa energía, ese gusto por los colores, es una artista. A mí la moda me parece escultura.
–Relaciona la moda con la escultura o con la pintura
–Claro, todos son arte. Yo estudié Bellas Artes y las artes llaman a las artes. A mí me gusta replicar épocas, estilos..., y entonces me di cuenta de que la ropa me fallaba. Me puse a experimentar y le pregunté a mi abuela cómo funciona la máquina, la de pedales. Uní dos trapos y dije, «hala, ya está. Voy a experimentar ahora patrones».
–¿Cómo es su relación con los finalistas Lluís y Yelimar?
–Ya desde el principio se nota que nos queremos todos muchísimo. Por ejemplo, Lluís y yo éramos como dos gemelos que íbamos siempre juntos por la casa y luego nos poníamos a ver libros de moda. Yelimar, es un amor y una luchadora. Siempre mira para adelante; siempre aprendiendo.
–Parece muy autodidacta
–Sí. Yo intento mejorar. De hecho, en la cuarentena hice un ante y un después, porque me puse a coser y a hacer todas las cosas que siempre me daban miedo. Experimentaba, e incluso me proponía un vestido por día.
–Y también con la exigencia muy alta
–Muy muy alta. Siempre estoy analizando. Cuando trabajaba de dependiente en una tienda de ropa, siempre iba analizando la ropa, y en el momento en el que nadie me miraba, le daba la vuelta y decía «vale, esto, ¿cómo esta hecho?».
–Era el favorito de muchos desde el principio
–Me da una vergüenza… igual que cuando fui expulsado, leía todo ese cariño: «Habéis expulsado al mejor». Pero bueno, son cosas que ocurrieron y realmente yo esa aprueba, la del trap, la hice mal. Tenía que irme a casa. Me mandaron al inframundo, tuve que volver a la tierra para luchar, para llegar a ganar.
–¿Cuáles fueron el peor y el mejor momento del programa?
–El peor está discutido entre cuando me fui, y cuando hice el volante de sevillana, que me dio el presíncope. 88 volantes que tenía mi vestido. El momento más bonito, la final junto con Lluís…, cuando dijo mi nombre Caprile. Ah, y ayer cuando Raquel salió vestida de mí, eso fue brutal.
–¿Qué experiencia vital se lleva del concurso?
–Sobre todo, a lo que me ha ayudado el programa es a organizarme espacio-tiempo. Luego está el compañerismo. De repente encontrarme en una casa con 12 concursantes, cada uno de su padre y su madre. Cada prueba era un regalo, era una oportunidad para aprender, y encima conocer a personas. ¡Como Alaska, que soy muy fan!
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