Estreno

"Anatomía de un instante": Tres traidores para salvar España

Movistar Plus+ estrena hoy los cuatro capítulos de su serie original basada en el libro de Javier Cercas sobre el Golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 que sacudió la incipiente Transición

"ADUI": Tres traidores para salvar España
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Los 35 agujeros de bala visibles en el techo del Congreso de los Diputados dan testimonio hoy de lo sucedido allí el 23 de febrero de 1981. El teniente coronel de la Guardia Civil, Antonio Tejero, entró en el hemiciclo armado hasta los dientes, gritó aquello de «Quieto todo el mundo» y disparó al aire su Glock semiautomática, consiguiendo que todos los diputados acabasen escondidos en las bancadas. ¿Todos? No. Tres hombres se quedaron sentados reafirmando una Transición que ya no tenía vuelta atrás. ¿O sí? Javier Cercas reconstruyó en su libro «Anatomía de un instante» la historia de tres traidores que hicieron de su rivalidad primero, y de su amistad después, un bastión del cambio que España necesitaba, pero a costa de sus vidas, sus carreras y sus propias convicciones políticas. Ahora Movistar Plus+ estrena hoy la adaptación seriada de cuatro episodios sobre lo que pasó en la cámara baja hace 44 años.

«Anatomía de un instante» usa la narración de la voz del actor Raúl Arévalo para explicar en la primera persona de un periodista todos los personajes y hechos que llevaron una dictadura franquista a una monarquía y las tensiones que desembocaron en el golpe de Estado que los españoles pudieron contemplar en directo. Cada uno de los episodios está enfocado a cada uno de estos hombres que, por un bien mayor, fueron considerados traidores entre sus iguales y sus adversarios. Se cuela entonces, entre el humo del tabaco que dominará cada escena, la única imagen real del suceso, como origen inequívoco del libro de Cercas y también de la serie. El primer episodio le pertenece a Adolfo Suárez (Álvaro Morte), un falangista convencido que trama amistad con el Rey Juan Carlos I (entonces Príncipe de Asturias) y que ansía el poder. Tras hacerse un hueco importante en el movimiento franquista, acaba colocado como director general de Radiodifusión y Televisión hasta 1973. Tres años más tarde recibiría la llamada que cambiaría su vida y el rumbo de un país. La serie recrea con fidelidad absoluta todos los aspectos de aquellos años. Las casas, la ropa, los teléfonos, las instalaciones de la televisión pública (maravilla). Y por supuesto Álvaro Morte, en un registro mucho más contenido al que estamos acostumbrados a verle. Quítale su perenne barba, ponle una buena nariz de duque de Suárez y grande de España y le verás encajar como un guante en sus trajes. Morte dota al personaje del «vendedor de neveras» de esa humanidad que siempre hubo tras el rictus serio del presidente del Gobierno, y que no le abandonó en vida. El actor no se sale del papel y sonríe a sus interlocutores con esa magia que consiguió unificar a falangistas conversos (como él), con socialdemócratas, militares, y el resto de corrientes políticas, y desmontar por orden del Rey todas las instituciones franquistas. En él hay un personaje tenaz y que busca el poder, pactando con el mismísimo diablo, en aquella época, comunista, pero que también se amilana ante su enfermedad bucal y se hunde en la profunda tristeza cuando piden su cabeza política para dejar pasar a la democracia que ayudó a criar. También se detalla su relación estrecha con la recién instaurada monarquía de Juan Carlos I (Miki Esparbé).

Con un momento de múltiples trabas para organizar España, surge el milagro. Convencer a los militares de los cambios, incluido que no se legalizará al Partido Comunista, pasa por convencer a un viejo general, Manuel Gutiérrez Mellado (Manolo Solo), de que se convierta en su nuevo vicepresidente. La idea cuaja y «Guti», como le llamaron sus compañeros del ejército después de convertirse en traidor ante sus filas, es el protagonista del tercer episodio. La labor de Solo es seguramente la mejor de todo el elenco. Además de ocultarse debajo de una caracterización impresionante, su trabajo actoral aflora y convence. El personaje tiene un viaje argumental que es acompañado con maestría por el intérprete, que se imbuye de cierta tristeza de hombros caídos, dignidad incuestionable y una lealtad a Sánchez que sorprende y admira.

Aún más sorprendente es lo conseguido con el tercer traidor, protagonista del bellísimo segundo capítulo: Santiago Carrillo (Eduard Fernández), líder del Partido Comunista de España y exiliado en Francia desde hace años. Eduard Fernández traza un retrato mimético, sombrío y con muchísima fuerza. No solo se atreve a ponerse el peluquín que tan tristemente se hizo famoso por las calles de Madrid cuando aún vivía oculto y sin pasaporte, sino que se atreve a elevar el mentón cuando fuma (mucho) y piensa. La escena del encuentro entre Suárez y Carrillo el 9 de abril de 1977 es un ejercicio de extrañísima ternura y política de la de antes, y ambos actores están en su mejor escena de la serie. El último episodio está reservado para el juicio contra los militares implicados en el golpe: Antonio Tejero, interpretado por David Lorente; Milans del Bosch, papel de Óscar de la Fuente; y Alfonso Armada, con el actor Juanma Navas. También la vejez de los protagonistas se narra en los últimos minutos de la ficción. Completan el reparto Pedro Casablanc, Ignacio Castillo, Samuel López y Alejandra Onieva, entre muchos otros.

Alberto Rodríguez ha conseguido plasmar en pantalla uno de los momentos más emblemáticos y significativos de nuestra historia reciente con genialidad. Los personajes se crecen y empequeñecen en pantalla para significarse, y la coralidad histórica es abrumadora, con escenas de tanques, funerales y vida privada que bien se merecía muchos más episodios. Sin duda, «Anatomía de un instante» es una de las mejores series de 2025.