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Estreno

“Jefes de Estado”: Diplomacia a golpes... ¿Te suena?

Prime Video lanza una comedia de acción que enfrenta a dos líderes mundiales con una amenaza global que solo podrán evitar si dejan de odiarse… al menos un poco

“Jefes de Estado”: Diplomacia a golpes... ¿Te suena? Prime Video

No se puede decir que estemos escasos de comedias de acción, pero sí de aquellas que logran el difícil equilibrio entre la parodia política, la adrenalina bien encajada y una química entre protagonistas que no se quede en lo obvio. En ese territorio se instala “Jefes de Estado”, la nueva apuesta veraniega que Prime Video estrena el próximo miércoles 2 de julio, donde Idris Elba y John Cena encarnan a los líderes de Reino Unido y Estados Unidos, respectivamente, obligados a colaborar tras verse convertidos en el objetivo de un enemigo extranjero que no aparece en los periódicos pero que amenaza con reescribir el orden internacional. Y, contra todo pronóstico, la fórmula funciona. No por las premisas, que ya las hemos visto, sino por el tono, los matices y una dirección que no se conforma con el piloto automático del género.

El punto de partida, que podría haber resultado inverosímil, se convierte en un desfile de situaciones ingeniosas donde el ritmo no da tregua, pero tampoco atropella. John Cena construye un presidente estadounidense con pasado de estrella de acción (literal y metafóricamente) que desborda entusiasmo, pero que encuentra en Elba un contrapunto impecable: su primer ministro británico se mueve entre la contención aristocrática y la desesperación de quien sabe que, cuando todo se tambalea, ni el protocolo ni el té resuelven mucho. La relación entre ambos no fuerza la comedia; la deja fluir. Hay discusiones absurdas, sí, pero también pequeños momentos en los que esa rivalidad se convierte en terreno fértil para el entendimiento, incluso para una especie de respeto improvisado que les permite sobrevivir.

Y en medio de esta tormenta bilateral está ella, Priyanka Chopra Jonas, en un rol que eleva el tono del filme sin necesidad de aspavientos. Su agente del MI6 no es ni adorno ni excusa romántica: es el hilo conductor que da estructura a una historia que transita por varios países, cambia de idioma sin tropezar, y mantiene una coherencia que se agradece en tiempos de guiones deshilachados. Chopra se adueña de cada plano con la mezcla justa de determinación y elegancia, logrando que su personaje no quede sepultado entre los dos gigantes masculinos, sino que los equilibre.

Visualmente, “Jefes de Estado” juega bien sus cartas. Hay explosiones, persecuciones y escenarios reconocibles, pero el director Ilya Naishuller (el mismo de “Nadie” y “Hardcore Henry”) se cuida de no caer en el barroquismo gratuito. El resultado: una estética cuidada, con detalles bien resueltos que no distraen, sino que enriquecen. La dirección se apoya en un montaje dinámico y en una banda sonora que sabe cuándo retirarse para dejar hablar al silencio (sí, incluso en una comedia). Todo respira un aire ligeramente retro, en homenaje a las “buddy movies” de los años 90, pero sin ser una copia de cartón piedra. Se percibe más como un guiño, uno con cierta nostalgia, pero sin resignación.

Mención especial merece el reparto secundario, donde Jack Quaid, Paddy Considine, Carla Gugino y Sarah Niles se pasean con eficacia por escenas que podrían haber sido meros puentes narrativos y terminan aportando textura. Algunos personajes aparecen solo para un par de frases, pero esas frases tienen peso. Eso dice mucho del guion, que sin reinventar la rueda, le da a cada personaje algo más que una función. No hay sobreactuaciones, ni monólogos impostados: hay oficio, y del bueno.

¿Es creíble la trama? No demasiado. ¿Importa? Tampoco. Porque lo interesante no está en la verosimilitud, sino en cómo se utiliza esa exageración para construir un comentario (divertido, sí, pero también agudo) sobre el absurdo de muchas dinámicas políticas actuales. Aquí los enemigos no son caricaturas ridículas, sino piezas de un engranaje más amplio donde el poder, la desinformación y el espectáculo mediático conviven en equilibrio inestable.

Así, “Jefes de Estado” no se presenta como una sátira mordaz ni como una epopeya de acción. Es una película que se ríe de los roles establecidos sin burlarse de quienes los interpretan. Que se atreve a mostrar a dos líderes mundiales haciendo el ridículo sin convertirlos en parodias planas. Y que encuentra en su desparpajo una forma elegante de recordarnos que, incluso en los momentos más tensos, siempre hay espacio para la risa, el desacuerdo útil y las alianzas más improbables.

La Tomatina de Buñol como punto de partida

“Jefes de Estado” arranca en un lugar tan inesperado como jugoso: Buñol, durante la Tomatina. Lo que parece un guiño costumbrista se convierte en escenario de una operación encubierta de la CIA que, cómo no, sale mal. Entre chorros de tomate y cuerpos deslizándose por el barro, un agente aparece caminando con traje impoluto, sin una sola mancha. Sí, así arranca todo: con una escena tan absurda como visualmente deliciosa. La mezcla de caos festivo, espionaje global y coreografía casi surrealista da el tono de lo que será la película: desinhibida, exagerada, pero siempre consciente de su propia locura.