Alicante

Lo que no falla

Roca Rey sale a hombros y Talavante corta una oreja de peso en Alicante

Andrés Roca Rey sale a hombros de la Plaza de Toros de Alicante / David García
Andrés Roca Rey sale a hombros de la Plaza de Toros de Alicante / David Garcíalarazon

Alicante, 22 de junio. Tercera de feria. Dos tercios de entrada. Toros de Núñez del Cuvillo, bien presentados y nobles pero de poca fuerza. El sexto fue lidiado como sobrero.

Sebastián Castella (de grana y oro), pinchazo, estocada y descabello, silencio con aviso; entera y tres descabellos, aviso, silencio.

Alejandro Talavante (de púrpura y oro), estocada trasera y descabello, ovación; pinchazo y estocada, oreja.

Roca Rey (de tabaco y oro), entera, oreja y dos vueltas al ruedo; pinchazo y estocada, oreja.

Saludó al banderillear al quinto Juan José Trujillo.

A falta de marketing lo que nunca falla es lo que siempre ha funcionado. El boca a boca y el ir a lo seguro. La gente sabe muy bien qué es lo que quiere y, aunque ello acarree el tener en el banquillo a no pocos toreros que podrían estar funcionando de saber la clientela de su existencia, donde no suele haber error es en lo sabido. Más vale malo conocido que bueno por conocer, reza el refrán castellano, y si encima lo conocido es bueno, pues para qué queremos más. Por eso la gente, que sabe del genio y clase de Talavante, del valor de Roca Rey y de los triunfos recientes de Castella, sobre todo en Madrid, casi llenó la plaza de Alicante para presenciar la tercera función fogueril.

Una corrida en la que Núñez del Cuvillo sirvió un encierro bien presentado, lustroso y noble pero de muy poca fuerza.

Roca Rey buscó dar espectáculo desde que se abrió de capa, entusiasmando con los lances de recibo al tercero, que salió renqueante del peto pero que aún tuvo fuelle para seguir con nobleza y bondad la muleta de un torero muy dispuesto pero que, a favor de obra, dejó una labor basada en lo accesorio, adornos, alardes y numerosos golpes de efecto, siempre dando mucha fiesta a la gente pero sin meterse en serio con su oponente.

Logró la puerta grande al cortar la oreja del sexto, con el que buscó más ortodoxia y fondo. Fue este un animal lidiado como sobrero al ser devuelto el titular al doblar las manos ya en banderillas y que no tuvo transmisión alguna. Como no la tuvo la faena del torero peruano, que sólo con el arrimón final logró calentar el ambiente y amarrar esa salida en triunfo al estar certero con el estoque.

Otra oreja se llevó Talavante, que no se fue por las ramas ni anduvo con rodeos con el boyante quinto, cumpliendo una faena breve pero de mucha enjundia, en pleno centro del ruedo y en un palmo de terreno, sacando varias tandas de naturales limpios y larguísimos, salpimentados con sus particulares añadidos.

El segundo, de muy bonita estampa, se fue como una bala al caballo que hacía puerta, derribando aparatosamente a la plaza montada y llevándose una buena tunda en el segundo envite. Acusó el animal la paliza en varas, condicionando esa merma física su voluntad embestidora de manera notable y decisiva, limitándose Talavante a mantenerle en pie y dejar adornos y detalles aislados. Mató de una estocada trasera que necesitó un golpe de verduguillo y provocó la ovación de recompensa al salir a los medios en busca de la misma.

Veroniqueó Castella a pies juntos al salpicado que abrió plaza, justo de fuerza pero bonancible y sin problemas pero también sin emoción, cumpliendo su matador un trasteo limpio y suficiente pero que no tuvo trascendencia.

Pese a que blandeó de manos ya de salida, tuvo motor el cuarto, dejando a Castella lucir al torear en redondo en un quehacer que fue a menso y que acabó cuando el toro se rajó.