Toros

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Un ajuste de cuentas, y poco más

David Mora da una vuelta al ruedo y Curro Díaz se las ve con un difícil lote

David Mora toreando por el pitón derecho ayer en la decimoquinta de San Isidro. Foto: Cristina Bejarano
David Mora toreando por el pitón derecho ayer en la decimoquinta de San Isidro. Foto: Cristina Bejaranolarazon

Las Ventas (Madrid). Decimoquinta de la Feria de San Isidro. Se lidiaron toros de El Ventorrillo y el 5º de Valdefresno. El 1º, peligroso; el 2º, va y viene sin demasiado celo; el 3º,movilidad, irregular y sin entrega; el 4º, encastado y exigente; el 5º y el 6º, manejables. Dos tercios de entrada.

Curro Díaz, de azul cielo y oro, estocada caída (silencio); estocada (silencio).

Morenito de Aranda, de cereza y oro, pinchazo, media estocada (silencio); pinchazo, estocada corta, aviso, descabello (silencio).

David Mora, de malva y oro, estocada caída (vuelta al ruedo); pinchazo, estocada (silencio).

El toro no lo entregó. Ahí residió el mérito. La faena se fue haciendo poco a poco. David Mora comenzó la labor como si se enfrentara a un toro bueno. La suavidad presidió la faena de principio a fin. Y el buen trato se agradece. Siempre. Las cosas buenas se reproducen, también en el toreo. Fue David tocando los resortes para ir descubriendo la tauromaquia dentro de las irregularidades que tenía el toro, que era difícil acabar de verle metido en el engaño, irregular, dispuesto al envite y a salir revoltoso del mismo. Sereno y centrado se mostró Mora en todo momento y así se fue ganando al público. La estocada se le fue un poco abajo. Se le pidió la oreja y la cosa quedó en vuelta al ruedo. Más allá de los premios hubo cosas de buen profesional. Centrado. Manejable fue el sexto con ese punto de flojedad. Y la faena de Mora esta vez se le fue en más intermitencias, en buscar la colocación y alargar la embestida al toro. Se iba la tarde casi en el ecuador de la feria con poco que llevarnos a la retina, pero con malos pensamientos que borrarnos de ella. David Mora hacía el paseíllo en Madrid con la misma divisa de aquel toro que a punto estuvo de arrebatarle la vida. Se iban ajustando las cuentas.

Curro venía de pasar un trago en su última tarde en Madrid. Fue aquel día cuando el toro le empitonó en el aire y le desmontó para perdonarle en el camino. No siempre ocurre pero ocurrió. Su primero no debió trasmitirle ningún pensamiento halagüeño. Quería carne fresca el toro de El Ventorrillo que abría plaza en la decimoquinta del serial madrileño. Se justificó de largo Díaz y metió la mano con habilidad. Las cuentas estaban saldadas. No habían venido bien dadas. El cuarto fue un misterio a descifrar, encastado y exigente, no perdonaba errores pero también fue agradecido. El de El Ventorrillo resultó muchos toros en uno. Tuvo una primera parte sin entrega, pero cuando el torero dio con la tecla de no dejarle pensar y mantenerle el engaño muy en la cara para hacerle repetir el toro le permitió ligarle un par de tandas que tuvieron emoción porque no era fácil. Le mató de una estocada, pero la faena fue silenciada. Había tenido importancia lo que había ocurrido en el ruedo.

Morenito se estiró a la verónica y fue buena hasta la media. Ímpetu tuvo el toro después en la primera tanda; duraron poco más las alegrías. Iba y venía el toro, pero sin demasiado celo, dejando que las series se quedaran a medio camino de nada, a la media vuelta de la buena voluntad.

Hubo toreo bueno con la capa y ocurrió después una cosa extraña en el quinto de Valdefresno. Como si Morenito se hubiera abandonado a la faena, convencido de lo que estaba por venir, ante un toro que pareció que iba a tener buenas condiciones, antes de que en verdad las cosas llegaran. Y después la faena se fue ensuciando por los enganchones e interrumpiendo sin llegar a despegar ni uno ni otro. Y la tarde se fue ensombreciendo