Albacete

Y los sueños, sueños son

La terna pasea una oreja por coleta con una buena novillada de los hermanos Lozano

Gaonera del debutante Merín, ayer, en Albacete
Gaonera del debutante Merín, ayer, en Albacetelarazon

Albacete. Octava de la Feria de la Virgen de los Llanos. Se lidiaron tres novillos de El Cortijillo (1º, 2º y 3º), dos de Alcurrucén (4º y 5º) y uno más de Lozano Hermanos, bien presentados y nobles en conjunto. Media entrada.

Jorge Cordones, de negro y oro, estocada (oreja); pinchazo, estocada, dos descabellos, aviso (división de opiniones). José Garrido, de sangre de toro y oro, estocada (oreja); estocada (saludos). Pedro Jesús Merín, de azul mahón y oro, estocada, aviso, ocho descabellos, segundo aviso (saludos); estocada (oreja).

Albacete ha sido de siempre tierra de toreros –hasta 250 censó en la capital el catedrático y escritor Fernando Claramunt a mitad del pasado siglo– y sigue teniendo una rica cantera de la que se espera que salga una próxima y nueva figura que siga manteniendo encendida la llama de la ilusión en los también numerosísimos aficionados locales. Ayer, dos nuevos diestros actuaron en la tercera novillada de la feria. El primero, Jorge Cordones, que se ganó su inclusión tras actuar en el festejo inaugural del ciclo, toreó con entusiasmo al novillo que abrió plaza, un astado con genio y a su aire de salida pero que al último tercio llegó noble y embistiendo sin hacerse de rogar. Faena animosa, con altibajos y un tanto desestructurada, pero de mérito si se tiene en cuenta su corto bagaje. Mató con contundencia y paseó la primera oreja.

Todavía más acusó esa falta de rodaje con el cuarto, un novillo cuajado y encastado con el que si bien anduvo aseado con la derecha, estuvo muy atropellado al natural. Dejó un trasteo bastante deshilvanado y sin excesivo brillo, viendo como se esfumaba el sueño de la Puerta Grande.

El otro albacetense del cartel era Pedro Jesús Merín, que hacía su presentación con caballos. Tampoco desentonó ni mucho menos. Se lució al veroniquear al tercero y al quitar por gaoneras, mostrándose muy decidido con sentido del temple.Ligó buenas series con la derecha, pero por el pitón izquierdo se dejó puntear el engaño y perdió la oreja al fallar demasiado con el verduguillo. El sexto, manso y desentendido, muy a la defensiva, no dio tantas facilidades, pero logró fijarlo en el tercio para sacar muletazos con empaque y mando por el lado derecho, el bueno del novillo. Por el otro lado, no pasaba y se revolvía con prontitud y brusquedad. Esfuerzo que sirvió, ahora sí, para lograr una merecida oreja por su esfuerzo y ganas al matar con acierto.

Completó el cartel una de las actuales figuras del escalafón, el pacense José Garrido, muy puesto y suficiente con su manso y noble primero. Novillo obediente al que sacó todo lo que tuvo en una labor entonada y sobrada. El quinto embistió, cuando lo hizo, a regañadientes y con genio. Justo de fuerza, además, al intentar someterle bajando la mano se caía, por lo que Garrido, paciente y tesonero, sólo pudo poner voluntad y ganas en un quehacer abocado a la nada.

Se desvanecía así la posibilidad de otra salida a hombros y de mantener el tono triunfal de la feria. Como el infeliz Segismundo, los espectadores, al final de la función, comprobaron con un punto de desilusión, que la vida es sueño y los sueños, sueños son.