Opinión

Bancos banqueros y mala gente

Los bancos españoles son sólidos y mejoran los beneficios, pero todavía son bastante inferiores a los de 2007 y su valor bursátil también es menor al que tenían antes de la Gran Recesión

El exministro Carlos Solchaga
El exministro socialista Carlos Solchagalarazon

Carlos Solchaga, ministro de los gobiernos de Felipe González desde 1982 hasta 1993, primero de Industria y luego de Hacienda, dijo en una ocasión, más o menos en broma y siempre con ironía, aquello de que «¡ya se sabe, los banqueros son mala gente!». El contexto humorístico de la ocasión evitó que los aludidos se lo tomaran a mal, mientras que la clientela socialista de la época –quizá distinta de la de Pedro Sánchez– acogía con agrado una pulla al mundo del dinero. Más de un cuarto de siglo después, la imagen de los bancos está más deteriorada y las entidades financieras son uno de los objetivos preferidos de todo tipo de diatribas, desde el presidente del Gobierno hasta la izquierda más radical, sin que en la práctica nadie se atreva a defender al sector, más allá de la presidenta de la patronal bancaria, Alejandra Kindelán, que está ahí también para eso.

Las principales entidades financieras españolas acaban de presentar los resultados trimestrales, con beneficios multimillonarios y mejoría de márgenes, aunque, como en botica, ha habido de todo, con aumentos notables de ganancias y casos en los que los números negros se han reducido. Los más grandes –es casi una obviedad– son los que han ganado más, desde los 2.571 millones del Santander de Ana Botín, a los 1.846 del BBVA de Carlos Torres, hasta los 205 del Sabadell de Oliú y González Bueno o los 186 de Bankinter de Dolores Dancausa, y a la espera de los de CaixaBank de Gorigolzarri y Gortázar.

Todos mejoran porque los tipos de interés –otra vez en positivo– vuelven a la normalidad, pero se han visto penalizados por el nuevo impuesto que el Gobierno se sacó de la manga para escarnecer al sector y contentar a sus partidarios y menos partidarios, ignorantes todos de que las entidades están abocadas a repercutir ese aumento tributario a su clientela.

El Gobierno –no tiene más remedio– también defiende que los bancos españoles son sólidos y solventes y que están a salvo de las turbulencias financieras que se han llevado por delante alguna entidad americana y al Credit Suisse. Es cierto, lo que no impide que, como reclama Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo, deban ser prudentes –también todos los europeos– en un escenario global de incertidumbre. Los bancos españoles han consolidado su situación en los últimos años, pero sus cifras multimillonarias son como los árboles que ocultan el bosque. Las 111 entidades financieras españolas existentes el 31 de diciembre de 2022 ganaron un 23% menos que las 184 que había a finales de 2007, justo antes de la Gran Recesión y cuando en España gobernaba Rodríguez Zapatero y la burbuja inmobiliaria era más grande que nunca y nadie hacía caso de las advertencias –las hubo– de que aquello podría estallar en cualquier momento.

Los datos son concluyentes. En 2007, el total de las entidades financieras españolas –según los informes del Banco de España– tuvieron un resultado atribuido de 30.640 millones de euros que, quince años después, en 2022 cayeron hasta los 23.888 millones. Todo en un periodo en el que los activos del sector crecieron un 19,3%, al pasar de 3,31 billones a 4,08 billones. También en ese periodo la rentabilidad sobre los activos medios (ROA) pasó del 0,92 al 0,61%, con un descenso del 35,5%, mientras que sobre los fondos propios (ROE), pasó de un 19,97 a un 8,10, con una caída del 51,1%. Los grandes números de los bancos son muy grandes, escandalosos para muchos, pero los detalles muestran otra realidad. Obtener un beneficio del 0,6% sobre el dinero manejado no es, desde luego, el mejor negocio del mundo, aunque –es cierto– las cantidades multimillonarias también facilitan muchas cosas.

Los bancos españoles, por otra parte, con la excepción de Bankinter –y por muy poco– , y a pesar de sus buenos resultados recientes, no han recuperado el valor bursátil que tenían a finales de 2007. Los números, una vez más, no mienten. El Santander, entonces con el desaparecido Emilio Botín al frente, alcanzó una capitalización de 92.500 millones en diciembre de 2007, frente a los poco más de 54.000 millones actuales. El BVVA, en donde Francisco González hacía y deshacía a su gusto, rondaba los 60.000 millones de valor, frente a los 42.000 de ahora mismo. El Sabadell rondaba los 9.000 frente a los 5.600 quince años más tarde. CaixaBank no cotizaba y no hay valoración equiparable. Por el camino se quedaron, entre otros, el Popular adquirido por un euro por el Santander. Es la realidad, guste o no guste, del sistema financiero español, que es imprescindible que goce de buena salud, más allá de que los banqueros sean o no mala gente, como decía el chascarrillo de Solchaga.

Advertencia de los riesgos de subidas de precios por la transición ecológica

El director general de Economía del Banco de España ha presentado el capítulo IV del Informe Anual de la Institución, que analiza la situación de «España y la Unión Europea frente a la crisis energética: ajuste a corto plazo y retos». El Banco de España apoya sin matices el proceso de transición ecológica, pero intenta también ser realista y advierte de que «hay que vigilar los riesgos» porque también podría ser «inflacionaria» y provocar subidas de precios energéticos si se acelera demasiado.

El Observatorio cree que la nueva ley de vivienda distorsionará la economía

El Observatorio Económico de la Universidad Francisco de Vitoria que dirige José María Rotellar ha elaborado un informe sobre la nueva Ley de Vivienda que se resume en quince conclusiones. Apunta que introducirá nuevos impedimentos que distorsionarán la economía, sus efectos negativos se extenderán por todo el tejido productivo y provocará subidas de precios. Los expertos del Observatorio abogan por impulsar un marco en el que la iniciativa privada aumente la oferta de viviendas.