Energía
Descarbonización 2030, realidad o quimera
España deberá pisar a fondo el acelerador si quiere que los retos recogidos la actualización del PNIEC se hagan realidad al final de la década, ya que, a día de hoy, están bastante lejos de lo propuesto
El Gobierno español presentó hace unos meses a el borrador la actualización del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC). Unos nuevos objetivos que se recogen en un extenso documento, que contiene 107 medidas sobre descarbonización, eficiencia energética, seguridad, mercado interior, investigación, innovación y competitividad y, finalmente, medidas de carácter transversal, de las que 46 son nuevas iniciativas.
Una revisión de sus metas cuanto menos ambiciosas, ya que, de aquí al final de la década, el Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico, prevé elevar del 42% al 48% el objetivo de generación con energías limpias y del 74% al 81% la potencia renovable instalada en relación con el total de la potencia eléctrica. También eleva la reducción de emisiones hasta el 32% en 2030 respecto a 1990, frente al 23% anterior. La dependencia energética de España se reduciría así al 51%, ahorrando 90.000 millones de euros. Para alcanzar todos estos objetivos se prevén movilizar una inversión de 294.000 millones de euros, de la que el 85% es privada, y supone un incremento de 53.000 millones en relación al plan anterior.
Sin duda, objetivos de gran alcance, que van incluso más allá que los marcados por la Unión Europea. Pero ¿es posible su consecución?
Desde que se conocieron los nuevos objetivos del plan revisado, los expertos han advertido que, aunque positivos, son poco realistas. Uno de los último en hacerlo ha sido el catedrático de Economía Diego Rodríguez, que publica un detallado análisis en «Policy Paper» de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea) sobre la revisión del PNIEC.
Aún bastante lejos
Y es, teniendo en cuenta cuáles son los últimos datos, mucho tendrá que correr España si quiere cumplir con sus ambiciosos metas. Y como muestra de la dificultad para alcanzar el reto, un botón. Tomando los últimos datos publicados por Red Eléctrica, que corresponden al pasado mes de octubre, lo cierto es que en cuanto a potencia instalada, almacenamiento o autoconsumo, nuestro país aún está bastante de las metas que se ha marcado.
Así el departamento que dirige Teresa Rivera tendrá que realizar un esfuerzo más que notable para que su nuevo PNIEC no se quede en un mero cuento de la lechera. Así, por ejemplo, el objetivo de generación eólica ha pasado de 50.333 MW en el plan de 2020 a 62.044MW actual, lo que supone un incremento del 23,3%. Sin embargo, a octubre, había instalados 30.388 MW, lo que supone que España necesitaría duplicar su capacidad de generación con la tecnología fundamentada en el viento. Lo mismo ocurre con la solar fotovoltaica. El objetivo ha aumentado casi un 100% de un plan a otro (pasa de de 39.181MW a 76.387). Teniendo en cuenta que la potencia instalada se situaba el mes pasado en 22.922 MW, debería más que triplicarse, ya que el mes pasado se situaba en 22.922 MW. En total, la capacidad de generación nacional debe llegar a las 213.963MW (frente a los 160.837 del anterior plan), cuando actualmente apenas llega a los 123.000 MW (122.610). En cuanto a almacenamiento, fundamentado en el hidrógeno verde, y que se parte de cero, los nuevos objetivos llegan hasta 18.543 MW, siete veces más de los 2.500 marcados inicialmente.
«La fijación de unos objetivos ambiciosos es una condición necesaria para progresas rápidamente hacia la descarbonización, pero resulta difícil esperar el cumplimiento de algunos de los objetivos planteados para final de la década, del que son claro ejemplo las metas de hidrógeno verde, tanto en el ámbito europeo como español, por mucho que sean deseables», indica Rodríguez
Buenas intenciones las del nuevo plan, que, no obstante, se enfrena a no pocos obstáculos, entre ellos, las dificultades técnicas para integrar toda la nueva capacidad, la escasez de componentes y la falta de personal cualificado, sin olvidar la creciente oposición social a las instalaciones de energía renovable.
Los proyectos de renovables no dejan de crecer. Sin embargo, no les acompaña en su ritmo de implantación la Administración a la hora de conceder permisos, lo que está generando verdaderos cuellos de botella. A ello se añade la falta de transparencia para conocer con suficiente antelación dónde existe capacidad en la red y la lentitud tanto para el acceso a la conexión como para la autorización, por no hablar del colapso que se está produciendo en el sistema eléctrico por la congestión de los nodos. Todo ello constituye un riesgo importante para alcanzar los objetivos del PNIEC, en un contexto, además, de reducción de la generación con nuclear, al mantener el Gobierno el calendario de cierre de centrales, lo que supone reducir a la mitad la potencia instalada, pasando de los 7.117 MW a 3.181 al final de la década, que puede incluso comprometer la seguridad en el suministro.
En estas dificultades incide Diego Rodríguez. «Aunque sean muy ambiciosos, podría ser factible acercarse a los nuevos objetivos para 2030 en capacidad instalada fotovoltaica y eólica, pero existen restricciones y cuellos de botella para instalar una capacidad tan grande como la proyectada para los próximos años. Si estas restricciones son fuertes, se producirán, además crecimientos en los costes que podrían retrasar los proyectos, máxime en un contexto de encarecimiento de la financiación», añade el experto.
Reducción de CO2
Una implementación de medidas, en las que también se deberán recoger iniciativas fiscales, que deberán ser más intensa que la que se han promovido hasta ahora. Y es que, por ejemplo, la evolución de las reducción de CO2 ha estado claramente por debajo de lo previsto. Tal y como recoge Rodríguez en su análisis para Fedea, el retroceso de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) en la UE entre 1990 y 2021 fue del 29,7% (aún no se dispone aún del dato para 2022), las cuales se vieron muy afectadas en 2020 y 2021 por la pandemia y la asimétrica recuperación en la UE. Con el compromiso previo europeo de una reducción del 40%, la disminución de las emisiones entre 2021 y 2030 habría tenido que situarse en el 14,7%. Sin embargo, la adopción de un objetivo europeo más ambicioso, con una reducción de emisiones del 55% para 2030, implica que será necesaria una reducción del 36% entre las emisiones de 2021 y 2030.
El primer PNIEC tuvo como referencia este objetivo común de reducción del 40%, teniendo además en cuenta que la trayectoria de emisiones en España con respecto al año de referencia (1990) ha sido notoriamente peor que la seguida por la media europea. «En concreto, en España solo se ha producido una reducción del 2,3% de las emisiones entre 1990 y 2021, frente a la referida reducción del 29,7% en el conjunto de la UE-8. En ese contexto, el PNIEC-2020 planteaba un recorte de emisiones de un 23% con respecto a 1990, lo que implicaba que la disminución entre 2021 y 2030 sería del 21,2%. Ello suponía 6,5 puntos porcentuales más de reducción en relación con el objetivo para el conjunto de la UE (21,2% frente 14,7%). En el borrador del PNIEC-2024, el objetivo español pasa a ser del 32%, lo que implica una reducción del 30,4% de las emisiones con respecto al nivel de 2021. Por lo tanto, cuando la comparativa se hace sobre los datos de 2021, el PNIEC-2024 plantea una reducción de emisiones a lo largo de esta década que, siendo muy considerable, es menos intensa que el nuevo objetivo europeo conjunto (30,4% frente 36,0%)», señala el experto en su estudio.
Una hoja de ruta, la del PNIEC, que, en caso de materializarse supondría una gran impulso a la transición energética y a la descarbonización, pero que precisa aún de que muchas cuestiones pendientes de resolución para así incrementar de la capacidad de generación.
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