Coyuntura

Deuda global, una bomba a punto de explosionar

La suma de los pasivos de gobiernos, empresas, bancos y familias totaliza 307 billones de dólares, el 336% del Producto Interior Bruto (PIB) mundial. Sería necesaria toda la producción de 3,3 años para tapar el agujero

Los expertos se plantean la sostenibilidad de la deuda
La deuda pública se ha convertido en un enorme agujeroDreamstime

Juan Pablo Nicolini, economista investigador sénior en la Reserva Federal de Minneapolis, mantiene que las crisis de deuda surgen de la nada. Simplemente, cuando, de repente, se cae en la cuenta de que la cuerda se ha tensado más de lo necesario, los acreedores pierden la confianza y, entonces, el sistema se desmorona, y cae como si fuese un castillo de naipes.

El mundo entero se ha acostumbrado durante años a vivir de prestado, por lo que, ante un cambio súbito de las condiciones financieras como el actual, no es que la cuerda se tense, sino que ya está próxima a romperse.

Los estados han entrado en una espiral diabólica, en la que saldan sus compromisos contrayendo nuevas obligaciones, generando así una inmensa bola de nieve, que se comenzó a formar 2008 como consecuencia de la crisis financiera de Estados Unidos. Posteriormente, se extendió a Europa, pero también ha llegado a los países emergentes, que han aprendido el «truco» para gastar sin necesidad de recortar de otro sitio, entrando así en lo que Kenneth Rogoff, profesor de Economía y Política Pública de la Universidad de Harvard, ha denominado «superciclo de deuda».

Un monstruo que ha sido alimentado durante años por unas políticas monetarias laxas, de dinero barato, que han hecho que el Planeta entero, especialmente la parte más próspera, se haya acostumbrado a vivir del crédito sin importarles demasiado el déficit ni la estabilidad presupuestaria, que han reducidos a meras «paparruchas», como exclamaría Ebenezer Scrooge en el clásico de Charles Dickens «Cuento de Navidad». Se podría decir, como también ha mantenido el propio Nicolini, que nos hemos hecho «adictos al déficit».

El mundo nada de esta manera en un verdadero océano de deuda, en el que los recursos financieros se agotan casi a la misma velocidad que los naturales. La suma de los pasivos de gobiernos, empresas, bancos y hogares alcanza en el segundo trimestre el 336% del Producto Interior Bruto Mundial (PIB) y totaliza 307 billones de dólares, según revela el último "Global Debt Monitor" del Instituto de Finanzas Internacional (IIF). Una cifra que, aunque aún está por debajo de la ratio del 360% que se alcanzó durante la pandemia, es preocupante, ya que solo en el primer semestre del año se ha incrementado en 10 billones, y en 100 en una década. Un agujero muy profundo que requeriría de toda la producción mundial de 3,3 años para taparlo.

Países ricos, manirrotos

En este contexto, son los países ricos los más manirrotos. Y como muestra, un botón. El 80% del aumento de la de la deuda, según el IIF, corresponde a las naciones más prósperas, encabezando estos incrementos EE UU, Japón, Reino Unido y Francia, que ampliaron el volumen de deuda agregado a 207 billones de dólares desde los 199,4 billones de dólares de mediados de 2022.

Pero también los mercados emergentes, como India y, especialmente China, han tomado buena nota y también se han lanzado a vivir de prestado. En este sentido, el gigante asiático tiene una deuda pública que asusta. En 2022, ascendía 13,24 billones de dólares. Sin embargo, Goldman Sachs calcula que si aflorara todo el endeudamiento oculto, concentrado en empresas de los gobiernos locales y el sector de bienes raíces, se elevaría hasta los 23 billones. Unos problemas que tienen sus orígenes en el inmenso programa de estímulo a la inversión que se aplicó después de 2008 y que infló el sector inmobiliario, un área de actividad que ha comenzado ahora a generar rendimientos decrecientes. Solo hay que mirar lo que está sucediendo con megaempresas de desarrollo inmobiliario como Country Garden, que, con 3.700 millones de dólares en bonos, ha evitado por poco el impago de su deuda, una situación que, sin duda, recuerda a las que atravesó Evergrande en 2021, y que concluyó en quiebra.

Por su parte, en Estados Unidos, el país con mayor volumen de deuda absoluta, también está sufriendo de lo lindo. A estas alturas, la primera economía del planeta debe alrededor de 32 billones de dólares. Aunque su solvencia, de momento, parece fuera de toda duda, lo cierto es que este año ya se asomó al precipicio. Una vez alcanzados los 31,4 billones fijados como techo de la deuda para el ejercicio, la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, alertó de que, de no aumentar su capacidad de endeudamiento, el Gobierno no sería capaz de cumplir con sus obligaciones, lo que precisó de un acuerdo entre demócratas y republicanos para incrementar este límite y evitar el impago. Una situación que, no obstante, le ha pasado factura. Fitch rebajó el pasado mes de agosto la calificación de la deuda americana a nivel AA+, un «rating» que si bien revela holgura a la hora de hacer frente a sus compromisos, ya no es óptimo, y saca la deuda americana del club de economías Triple A.

Aunque Japón ocupa el tercer lugar por deuda absoluta, por detrás de Estados Unidos y China, con 10,80 billones, la ratio de endeudamiento con respecto a su PIB (255% en 2022), eleva al país del sol naciente a lo más alto del podio. Y la razón de ello es que Japón lleva décadas impulsando el gasto interno para mantener el motor de su economía en marcha.

Ya a cierta distancia de los tres primeros, Reino Unido, Francia, Italia o Alemania también cuentan con un abultado endeudamiento en términos absolutos, que se sitúa entre los 2,5 y 3 billones. La deuda española, que se elevaba ligeramente por encima de los 1,5 billones al finalizar 2022, se ha expandido hasta casi l,569 billones en el segundo trimestre, según los últimos datos del Banco de España. España continúa así agrandando el agujero en sus finanzas públicas, y se consolida como el tercer país de la UE más endeudado en ratio sobre el PIB (111,2%) por detrás tan solo de Grecia e Italia.

Unas cotas, sin duda, elevadísimas, que han llevado a los expertos a cuestionar si es posible sus sostenibilidad en el medio y largo plazo. Y es que el elevado endeudamiento se ha convertido en una verdadera bomba de relojería que amenazada con estallar en cualquier momento, ante unas condiciones financieras ha cambiado drásticamente de la noche a la mañana.

La política monetaria eleva los intereses

Los bancos centrales que hace tan solo uno meses inundaban de dinero barato la economía, ahora, han decidido encarecerlo hasta unas tasas que comienzan a ser ya insoportables. «La política monetaria más dura de los bancos centrales, subiendo los tipos de interés, para contener la inflación, complica la situación de la deuda; mientras que, durante años, la refinanciación se realizaba “gratis”, ya que teníamos los tipos en un 0%, ahora, esa situación ha cambiado drásticamente, y cada emisión de deuda, se coloca a unos tipos superiores», explica Aurelio García del Barrio, director del Global MBA con especialización en Finanzas del IEB.

Las emisiones de deuda en los países de la OCDE se ha más que duplicado desde 2021. Una situación que puede empeorar si se tiene en cuenta que, para hacer frente al gasto público, tendrán que crecer en 2023 un 6%, según la organización de países desarrollados. Por su parte, los intereses que los estados han tenido que pagar por las nuevas emisiones de títulos de deuda han pasado de una media del 1,4% al 3,3% en 2022. Ante la presión que están ejerciendo los bancos centrales para contener la inflación, la rentabilidad del bono estadounidense se encuentra en máximo desde 2007 (casi en el 5%), mientras que la del bono alemán a 10 años ya se aproxima al 3%, un rendimiento desconocido desde 2011.

García del Barrio considera que el entorno no ha favorecido esta situación, especialmente la pandemia, que obligó a los estados a adoptar medidas de ayuda que incrementaban el gasto público, y por lo tanto, el déficit y la deuda. Por otro lado, asegura que la situación inflacionista también ha contribuido, ya que la recaudación ha sido superior y, por lo tanto, el incremento de la ratio ha sido menor de lo que hubiera sido sin este factor.

«Actualmente, vemos cómo la deuda nominal sigue aumentando, pero el PIB nominal (PIB real + inflación) crece mucho más gracias a las subidas de los precios, esto permite a las administraciones gastar más de lo que ingresan mientras disminuye la deuda sobre PIB», señala el profesor del IEB.

Pero, ¿qué efectos tiene un elevado endeudamiento? Básicamente, puede frenar la inversión privada, aumentar la presión fiscal, reducir el gasto social y limitar la capacidad gubernamental de implementar reformas. «La combinación de bajo crecimiento y altas tasas de interés hace que el pago de la deuda sea particularmente un reto para algunos países muy endeudados», añade García del Barrio.

Transición energética

De hecho, la sostenibilidad de la deuda centrará buena parte del debate de las Reuniones Anuales 2023 del Grupo del Banco Mundial y el FMI, que comienzan mañana en Marrakech y que se extenderán hasta el próximo domingo.

Pero hay otro factor que presionará, y mucho, a la deuda. Alcanzar los objetivos de descarbonización es uno de los principales retos a los que se enfrenta la economía mundial. Sin embargo, reducir a cero las emisiones de CO2 en 2050, tiene aparejado un importante coste económico. El FMI ha instado esta misma semana a los gobiernos a realizar encaje de bolillos con sus finanzas y a encontrar un equilibrio fiscal para que puedan cumplir estos compromisos sin dañar el crecimiento. Y es que el organismos ha advertido de que el gasto para afrontar con éxito la transición energética no harán sino aumentar en los próximos años, lo que podría incrementar la deuda pública entre un 45% y un 50% del Producto Interior Bruto.

Una situación obliga, sin duda, a replantearse si es necesario un nuevo enfoque económico, que se centre en que el gasto favorezca el crecimiento.